MIERCOLES Ť 14 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Emilio Pradilla Cobos
ƑUn nuevo Santa Fe?
Al anunciar la decisión de construir el nuevo aeropuerto metropolitano en Texcoco, que incluye el cierre del aeropuerto Benito Juárez, el secretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno federal, Pedro Cerisola, propuso la utilización de las 770 hectáreas que ocupa la actual terminal aérea en un desarrollo inmobiliario como el de Santa Fe.
Como señalamos desde que se inició el debate sobre el tema (ver mi artículo en La Jornada, 9/2/01), era obvio que el gobierno federal ya tenía en mente una lucrativa operación: privatizar parcial o totalmente la estratégica reserva de suelo urbano liberada, de su propiedad, y así recuperar parte importante de la inversión que realizará en la nueva terminal. El ejemplo utilizado es revelador.
El proyecto Santa Fe, iniciado a mediados de los años ochenta por el entonces Departamento del Distrito Federal y su inmobiliaria Servimet, fue pensado y se desarrolló como una gran operación inmobiliaria privada, para instalar las sedes corporativas de grandes monopolios nacionales y trasnacionales, como símbolo de la posmodernidad arquitectónica y urbana de la capital, en la euforia del supuesto ingreso de México al Primer Mundo que difundieron los gobiernos priístas neoliberales y que Fox comparte. Para este desarrollo se desalojó a las familias de pepenadores que trabajaban en el antiguo tiradero de basura, se realizó un gigantesco movimiento de tierra cuyo impacto ecológico ha sido poco analizado, y reconocidos arquitectos han diseñado los edificios. Sin embargo, hoy es una zona pensada para el automóvil, sin vida urbana de relaciones colectivas, donde los trabajadores de bajos ingresos que laboran en las empresas carecen de servicios comerciales y sociales accesibles a su situación económica. El proyecto y las grandes obras viales asociadas atrajeron el crecimiento urbano hacia la zona de reserva ecológica vecina, empujaron la conurbación con Toluca, valorizaron las tierras aledañas e impulsaron su renovación, entendida como cambio de uso del suelo y de sector social propietario.
Este modelo está presente en el discurso del titular de la SCT, pues habla de que el "nuevo Santa Fe" a construirse en el viejo aeropuerto serviría para la regeneración y renovación de esta zona deprimida. El impacto sobre el desarrollo urbano metropolitano será muy problemático. En línea recta con el cercano nuevo aeropuerto, el complejo inmobiliario terciario empujaría la urbanización hacia el oriente, sobre la reducida reserva ecológica que subsiste del ex lago de Texcoco.
La reutilización de las actuales instalaciones, si ocurre, y la ocupación del resto de los terrenos por instalaciones comerciales y corporativas empresariales modernas generarían un aumento significativo de las rentas y precios del suelo, adicional al que ya ocurre, el cual constituiría un factor mayor de expulsión de la población residente y de sustitución de la vivienda popular por usos terciarios más rentables. Se acentuaría así el proceso de vaciamiento poblacional que presentan las delegaciones Venustiano Carranza e Iztacalco, y se iniciaría en los municipios conurbados del área de influencia del viejo y el nuevo aeropuertos.
Así, perderían vigencia los programas de desarrollo urbano vigentes para la Zona Metropolitana, el Distrito Federal y sus delegaciones y los municipios conurbados involucrados. Este proyecto iría en contra del programa de desarrollo del Gobierno del Distrito Federal y su propuesta de revisión del Programa General de Desarrollo Urbano en discusión, y de sus ejes básicos: redensificación de las cuatro delegaciones centrales, sobre todo mediante programas de vivienda popular; restricción de la construcción de unidades habitacionales y desarrollos comerciales en las otras 12 delegaciones, incluida Iztacalco, y freno a la expansión urbana periférica hacia el oriente y el sur. ƑPagarán el gobierno federal y el del estado de México los costos temporales -económicos, sociales y políticos- de este replanteamiento global de la política de desarrollo urbano? Estamos seguros de que no.
Si la movilización social, política y legal para lograr la reversión de la decisión del gobierno federal a favor de Texcoco no tiene éxito, habrá otro tema de debate: el futuro de la actual terminal aérea, cuyas implicaciones serán tan graves como las de la ubicación del nuevo aeropuerto, pues se suman a ellas y las potencian.
Ubicado en la jurisdicción territorial del Distrito Federal, el uso futuro del terreno del actual aeropuerto deberá someterse a la normatividad urbana de la capital. Por ello, hay que tomar el camino de la concertación entre los gobiernos y los actores urbanos involucrados, para evitar la ilegitimidad de la decisión y lograr que el uso de esta zona, si se impone la decisión por Texcoco, no se convierta en un factor más de urbanización salvaje, segregación, exclusión social y pérdida de viabilidad de la planeación urbana como instrumento racional para diseñar el futuro.