MIERCOLES Ť 14 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
HACE NO mucho tiempo escuché a un político priísta de la vieja guardia, de esos que sí creían en la soberanía, recordar cómo en su trabajo en el Servicio Exterior Mexicano se sorprendió algunas veces de las diferencias entre el hablar y el hacer de quien entonces era su jefe, el secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda.
A LAS reuniones que se convocaba a algunos embajadores llegaba en ocasiones don Jorge, acompañado de Jorgito, su hijo, que se dedicaba a molestar a los presentes con travesuras siempre perversas, y aunque el malestar de los convocados por la presencia del escuintle era manifiesto, el secretario insistía en tenerlo a su lado algunas ocasiones.
EL ASUNTO, hacía memoria el ex embajador priísta, es que en corto Jorge se la pasaba hablando mal de Cuba, echando pestes de Castro y su gobierno y alimentando, de esa manera, los odios de Jorgito, quien a veces ponía atención a la plática de su padre.
SOLO ASI se puede explicar el rencor de Jorgito hacia Cuba, decía el ex funcionario en aquellos momentos, cuando la isla no enfrentaba los problemas de haber sufrido una catástrofe natural como la que padece hoy día.
PERO NO nada más es el odio a Cuba, es el ferviente amor de Jorgito hacia Estados Unidos, que ha puesto a nuestro país en situación de servidumbre y le ha arrebatado un tanto o lo poco de independencia que se mantenía frente a la potencia.
Y PARA demostrar su incondicional postura frente al gobierno estadunidense, qué mejor que negarse a brindar el apoyo al pueblo cubano, que no nos ha invadido, que no nos ha insultado, que no mata a nuestros migrantes ni esclaviza a nuestros campesinos, y menos aún nos impone una forma de vida en la que los beneficiados son nada más ellos, los estadunidenses, y sus más cercanos servidores.
LA POLITICA exterior mexicana ha dado un vuelco. Ahora ya no podremos hablar de países amigos porque tenemos un patrón al que se debe servir conforme a sus intereses, y si para ello se debe traicionar a los que alguna vez llamamos hermanos por convicción y naturaleza, nada importa para el gobierno del cambio.
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