MIERCOLES Ť 14 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť La atención debería recaer sobre el terrible historial de los talibanes, sostiene
"Mentiras", dice Rumsfeld sobre las versiones de abusos por parte de la Alianza del Norte
Ť Diarios británicos y estadunidenses dan cuenta de sangrientas ejecuciones en Afganistán
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 13 de noviembre. De "mentiras" calificó hoy el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, informes sobre violaciones de derechos humanos en Afganistán por parte de las tropas de la Alianza del Norte, respaldadas por Estados Unidos, y afirmó que el enfoque de los reportajes debería ser sobre el terrible historial del régimen talibán que fue expulsado de Kabul el martes.
Los comentarios de Rumsfeld fueron en respuesta a preguntas de los reporteros sobre notas aparecidas en The New York Times y los diarios británicos The Guardian y The Independent, que reportaron -a veces acompañadas de fotos explícitas de violencia- matanzas de milicianos talibanes que se habían rendido en Mazar-e-Sharif y en las carreteras hacia Kabul por tropas de la Alianza del Norte.
El Pentágono reconoció esta semana que tiene a unos 100 "asesores" militares trabajando con la Alianza del Norte, en lo que un corresponsal de The Independent calificó de situación con ecos de los tiempos de la guerra de la contra en Nicaragua, en los ochenta.
En Londres Amnistía Internacional advirtió este martes que ha crecido su preocupación por las ejecuciones de talibanes. "Aquellos países que brindaron armas y apoyo a la Alianza del Norte son responsables de asegurarse que los opositores se comporten dentro de la ley internacional humanitaria, y no utilicen sus armas para cometer más abusos. Si corre sangre, ésta manchará también sus manos", declaró la secretaria general de AI, Irene Khan.
Advertencias de ONG
Amnistía Internacional y Human Rights Watch han advertido en forma repetida que sustituir sin las salvaguardas adecuadas al régimen talibán con la Alianza del Norte sería como preparar un desastre "con receta". En un informe difundido a principios de octubre, Human Rights Watch advirtió que durante la última década en particular varios de los comandantes de la oposición afgana han sido implicados en masacres.
"Cualquier país que ofrece asistencia a la oposición en Afganistán tiene que asumir la responsabilidad de cómo se utiliza esta ayuda", declaró Sidney Jones, director ejecutivo de la división de Asia de Human Rights Watch.
Hoy The New York Times publicó una serie de fotografías en las que se ve a milicianos de la Alianza del Norte arrastrando a un talibán herido, quien ruega para que no lo maten, y después lo asesinan.
La nota que acompaña estas imágenes describe cómo el reportero y un fotógrafo fueron testigos de la ejecución sumaria de cuatro talibanes capturados. "Las matanzas aquí sugieren que los soldados de la Alianza podrían resultar difíciles de controlar al incrementar sus victorias", escribió el reportero.
The Guardian, de Londres, cita a un vocero de la ONU que refiere ejecuciones sumarias y concluye que "cientos de luchadores paquistaníes pro talibán parecen haber sido sistemáticamente masacrados en la norteña ciudad de Mazar-e-Sharif".
Mientras tanto, el corresponsal Robert Fisk de The Independent, y colaborador ocasional de La Jornada, explicó que las "escalofriantes versiones de más de 100 luchadores paquistaníes pro talibán ejecutados después de rendirse en Mazar-e-Sharif no sorprenderán a aquellos que conocen las atrocidades cometidas por los nuevos aliados de Estados Unidos durante el conflicto de 1992-1996 en Kabul".
La respuesta de Washington a todos estos informes ha sido poco coherente. Cuando se le preguntó al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sobre esas versiones, respondió: "bueno, los informes que hemos escuchado de la región han estado mintiendo entre dientes". Para el funcionario "la implicación es que lo que está mal en el mundo es la existencia de Estados Unidos, y de hecho no es así. El talibán ha sido un cruel represor en ese país. Ha cometido enormes daños humanitarios y daños contra hombres, mujeres y niños".
Más tarde, el presidente George W. Bush insistió en que las acusaciones de violaciones de derechos humanos debe-rían centrarse en el régimen talibán, aunque agregó: "tenemos a (nuestras) tropas ahí con sus comandantes (de la Alianza del Norte), y continuaremos instando al refrenamiento... cualquier ejército, avanzando o en repliegue, necesita tratar a la gente con respeto".
Otras partes del gobierno, inclusive funcionarios del Departamento de Estado y algunos de menor rango en el propio Pentágono, sí expresaron cierta preocupación por las versiones por violaciones de derechos humanos de sus aliados en Afganistán. La secretaria asistente de Estado, Christina Rocca, instó temprano a las fuerzas opositoras afganas a "ejercer un respeto máximo de los derechos humanos". El vocero del Pentágono, almirante Craig Quigley, insistió en que Estados Unidos condenará todo abuso. "Donde encontremos atrocidades, argumentaremos fuertemente contra ellas", dijo en conferencia de prensa poco antes de que hablara Rumsfeld.
El problema, explicó un funcionario del gobierno, es que Estados Unidos deseaba haber construido una alianza amplia de oposición al régimen talibán, pero los esfuerzos para lograrlo en el sur de Afganistán, donde se ubica 40 por ciento de la población nacional, han avanzado más lentamente que en otras partes del país.
Hoy Rumsfeld reveló que hay unidades secretas de las fuerzas especiales estadunidenses operando en la región sur de Afganistán, y que Washington apoya a dos ex generales afganos que han ingresado a esa región clave. Los estrategas estadunidenses siguen apostando a que la mejor manera de derrotar al talibán es provocar deserciones sustanciales, y hoy expresaron su esperanza de que eso sea posible.
Pero si continúan las masacres contra fuerzas del talibán por las tropas de la Alianza del Norte, ese objetivo podría resultar más difícil. Y más que eso, la opinión pública podría empezar a cuestionar la política estadunidense si lo único que cambia en Afganistán es un régimen de terror por otro, con la única diferencia de que uno se declara "aliado" de Estados Unidos en la lucha contra el "terrorismo".