MICHOACAN
Al
cierre de la edición, los resultados de la mayoría de las
encuestas de salida apuntan hacia un triunfo del candidato del Partido
de la Revolución Democrática y de la coalición Unidos
por Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel.
La victoria de Cárdenas Batel representa, por una
parte, un importante avance de la democracia y la legalidad en materia
electoral y, por ende, de la confianza ciudadana en los procesos y las
instituciones que los respaldan.
Es necesario enfatizar en el avance democrático
y la participación ciudadana logrados en esta contienda porque,
como lo pudimos constatar durante la campaña, todavía persisten
en nuestro país grupos políticos que se piensan en tiempos
que, afortunadamente, han quedado atrás. Nos referimos al candidato
del Partido Revolucionario Institucional, Alfredo Anaya Gudiño,
quien no escatimó en sus intentos por aplicar las viejas mañas
del priísmo --compra de votos, entrega de despensas, amenazas, falsificación
de credenciales, etcétera-- e incluso, ante la carencia de un proyecto
mínimamente positivo y consciente de sus escasas posibilidades de
triunfo, planteó una --sucia-- campaña de confrontación
y desprestigio contra su principal adversario.
La guerra sucia de Anaya Gudiño llegó al
grado montar una campaña racista en contra de Mayra Coffigni, esposa
de Cárdenas Batel, en la que se le criticaba por su origen cubano
y color de piel. Pintas con frases como "¡Cristianos sí, comunismo
no!" o el reparto de panfletos con advertencias de represalias por parte
de la Iglesia católica --algunos sectores de la Iglesia en el estado
apoyaron abiertamente al priista-- fueron parte de las manchas que Anaya
imprimió en la contienda.
En contraparte, el candidato de la Alianza por Michoacán
apostó por una campaña de propuestas sociales y de acercamiento
con la gente, aprovechando la memoria del proyecto cardenista en la región.
Mesurado, evitó las confrontaciones personales y logró acercarse
a los michoacanos evocando, con atinada actualidad, los grandes temas del
cardenismo: educación pública, reparto de la tierra, mejoras
en los servicios de salud, expropiación de los energéticos,
fortalecimiento del sector agropecuario...
El resultado favorable para el perredista confirma la
madurez alcanzada por el electorado en Michoacán, que, pese a vigencia
de grupos políticos tan retrógradas, respaldó al candidato
que ofreció el proyecto más serio y viable. Fue, pues, un
triunfo contra el atraso, contra décadas de gobiernos corruptos.
La gubernatura en Michoacán también es una
importante victoria para el PRD nacional, partido que no había logrado
un buen desempeño electoral en este año y que, a partir de
este triunfo, tiene la oportunidad de reconciliarse con el electorado y
trabajar en la unidad de cara a los procesos venideros.
|