Espejo en Estados Unidos México, D.F. lunes 12 de noviembre de 2001
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Editorial
 
MICHOACAN

SOLAl cierre de la edición, los resultados de la mayoría de las encuestas de salida apuntan hacia un triunfo del candidato del Partido de la Revolución Democrática y de la coalición Unidos por Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel.

La victoria de Cárdenas Batel representa, por una parte, un importante avance de la democracia y la legalidad en materia electoral y, por ende, de la confianza ciudadana en los procesos y las instituciones que los respaldan. 

Es necesario enfatizar en el avance democrático y la participación ciudadana logrados en esta contienda porque, como lo pudimos constatar durante la campaña, todavía persisten en nuestro país grupos políticos que se piensan en tiempos que, afortunadamente, han quedado atrás. Nos referimos al candidato del Partido Revolucionario Institucional, Alfredo Anaya Gudiño, quien no escatimó en sus intentos por aplicar las viejas mañas del priísmo --compra de votos, entrega de despensas, amenazas, falsificación de credenciales, etcétera-- e incluso, ante la carencia de un proyecto mínimamente positivo y consciente de sus escasas posibilidades de triunfo, planteó una --sucia-- campaña de confrontación y desprestigio contra su principal adversario.

La guerra sucia de Anaya Gudiño llegó al grado montar una campaña racista en contra de Mayra Coffigni, esposa de Cárdenas Batel, en la que se le criticaba por su origen cubano y color de piel. Pintas con frases como "¡Cristianos sí, comunismo no!" o el reparto de panfletos con advertencias de represalias por parte de la Iglesia católica --algunos sectores de la Iglesia en el estado apoyaron abiertamente al priista-- fueron parte de las manchas que Anaya imprimió en la contienda. 

En contraparte, el candidato de la Alianza por Michoacán apostó por una campaña de propuestas sociales y de acercamiento con la gente, aprovechando la memoria del proyecto cardenista en la región. Mesurado, evitó las confrontaciones personales y logró acercarse a los michoacanos evocando, con atinada actualidad, los grandes temas del cardenismo: educación pública, reparto de la tierra, mejoras en los servicios de salud, expropiación de los energéticos, fortalecimiento del sector agropecuario...

El resultado favorable para el perredista confirma la madurez alcanzada por el electorado en Michoacán, que, pese a vigencia de grupos políticos tan retrógradas, respaldó al candidato que ofreció el proyecto más serio y viable. Fue, pues, un triunfo contra el atraso, contra décadas de gobiernos corruptos.

La gubernatura en Michoacán también es una importante victoria para el PRD nacional, partido que no había logrado un buen desempeño electoral en este año y que, a partir de este triunfo, tiene la oportunidad de reconciliarse con el electorado y trabajar en la unidad de cara a los procesos venideros.
 

 

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