LUNES Ť 12 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť La fiesta de Maradona tuvo la emoción que todos merecían
Crónica de un homenaje inolvidable a la pelota
Ť Los kilos de más no impidieron al astro brillar en los 90 minutos del juego Ť Se va el 10
Ť JUAN JOSE PANNO
La tarde estaba gris, lluviosa, tristona pero cuando faltaba un poquito para la hora señalada (16:00) salió el sol. Ya había cantado Ciro Martínez, el de Los Piojos, también Juanse y demás Ratones Paranoicos ("quisiera ver al Diego para siempre/gambeteando por toda la eternidad"), cuando los equipos salieron a la cancha, con el 10 a la cabeza.
La Selección de celeste y blanco; el club de amigos, dirigido por Coco Basile, de rojo y blanco. En el ranking de aplausos primero Maradona, segundo Riquelme, tercero Bermúdez, cuarto la Brujita Verón, quinto Samuel, sexto El Kily.
En el ranking de silbidos primero Bielsa, segundo Bielsa, tercero Bielsa. "Borombombón/borombombón/para Riquelme/la selección", estamparon su voto las tribunas populares, pero parece que Bielsa tiene los oídos más cerrados que el gobierno nacional y no le presta demasiada atención a los mensajes.
Antes de empezar el partido entró un pibe colado a la cancha y un patovica de la organización lo empezó a perseguir tirándole patadas voladoras a lo Cantoná, hasta que se metió en el medio el Mono Burgos; le dijo que no a la represión y se llevó al pibe hasta un costado ganándose la ovación del pueblo.
Luciano Pereyra cantó el Himno Nacional y más de uno se preguntó por Charly García. Y detrás de los aplausos que siguieron al juramento de morir con gloria, Juan Bava dio la orden y empezaron a rodar la pelota y Maradona.
De movida se vio cuál iba a ser la velocidad crucero del juego: tortuguita. Verón se paró como edecán, secretario, asistente de Maradona, y Riquelme, del otro lado, se paró de cinco, de marcador cómplice.
Verón le dio tantas veces la pelota a Maradona, lo obligó a moverse tanto, que parecía que lo había mandado el enemigo. A los 16 minutos llegó el primer gol. Maradona se la dio a Aimar, El Pibe tiró centro y el Piojo de cabeza puso el 1 a 0.
Se mantuvo heroico en la cancha
Francescoli jugaba en serio como si estuviera votando contra las privatizaciones en Uruguay, Valderrama se paseaba por la mitad de la cancha repartiendo alucinantes pedacitos de talento y nadie pegaba una patada con la honrosa excepción del piquetero Bermúdez, que no dejaba pasar a nadie e hizo un par de faules por cuestión de naturaleza.
Cuando Maradona jadeaba entre una caminata acelerada, desde la mitad de la cancha hasta el borde del área contraria, era visible la parábola y aumentaba el riesgo-país.
Ruego país, en realidad, para que pasaran pronto los 90 minutos, a ver si el tipo se nos quedaba ahí adentro. Pero el tipo, convengamos, es como la Argentina misma: está destruido, hecho polvo, pero sobrevive, sigue caminando a los tumbos, te hace reír y llorar, lo amás y lo odias y a cada paso te reserva una sorpresa.
Con el riesgo-país por las nubes le cayó una pelota a Suker y el croata estampó un zurdazo en la jaula del Mono Burgos. Uno a uno. Verón casi hace un gol de media cancha en el arco del Riachuelo en el que suele nadar María Julia, pero no pasó nada. Ni con el el tiro, ni con el Riachuelo que sigue sucio, ni con María Julia que sigue libre.
Camino a los vestuarios, al final del primer tiempo, Maradona se sacó la camiseta numero 10 y la tiró a las plateas. Un grupito de 20 tipos estuvieron matándose todo el entretiempo por el trofeo. ƑEran voluntarios tratando de ocupar los lugarcitos libres que dejan algunos maestros en el censo?
ƑEran desocupados buscando un espacio digno? ƑEran ratas hambrientas en los tachos de basura no recolectadas? "Argentina, Argentina" cantaron algunos, no se sabe si por la simbólica pelea o porque volvían los jugadores.
"Mandarina, mandarina, somos todos argentinos, pero no somos gallinas" respondieron desde la "12", para que no quedaran dudas de que que aunque el partido resultara una bosta, la fiesta era bostera.
El segundo tiempo del partido fue mucho mejor que el primero, sin embargo, de movida, nomás pase de Diego y gol de Aimar. Enseguida, gran pase de Diego, cañonazo de Kily González al travesaño, el Piojo López se perdió el rebote y le gente lo quería nominar, pero el Gran Hermano Bielsa lo dejó en la cancha.
Y a los 15, falso penal de Bermúdez a Cruz para que Maradona pueda hacer un gol verdadero. Antes de patear, el crack habló con Higuita, que ya estaba en el arco remplazando a Carini, que a su vez había sustituido a Córdoba.
Si las cámaras ocultas de Telenoche Investiga hubieran estado ahí, podrían haber registrado este diálogo:
-Diego, yo me voy hacia mi izquierda, así que tú pegale a mi derecha.
-No, dejate de embromar René, atajá en serio.
-Tú hazme caso, pegale despacio, tranquilo.
-Eso sí, después tírame una masita y yo hago el escorpión.
Maradona convirtió el penal y mostró que debajo tenía la camiseta de Boca. Del penal podía haber dado cuenta el diario que le hacían a Yrigoyen para que creyera que estaba todo bien allá por el 29.
Enseguida Diego mandó un tirito al arco, Higuita se arrojó hacia adelante, apoyó las manos en el piso, rechazó con los tacos y la gente se puso a gritar a lo loco:
-šHi-gui-ta, Hi-gui-ta...!
ƑO era otro símbolo más de la tarde de la parábola argentina? En una de esas cantaban "šGui-ta...Gui-ta!", reclamando por los 25 pesos de la entrada o por la falta de efectivo. Faltó que cantaran "šse aceptan patacones, oh,oh,oh,oh!"
Mientras el partido continuaba, Diego siguió haciendo exhibicionismo y recordó que debajo tenía la camiseta azul y oro. Alguien reclamó por el tapado de zorro, la toga honoris causa que usó en Oxford, el turbante, las camisas de Versace, el traje blanco del casamiento.
La hinchada del Riachuelo sucio pidió "šJugá con la de Boca/ oh oh oh oh!". Y el hombre accedió para consumar el mayor acto de amor que pudiera imaginar el mundo bosteril. Era, como siempre un jugador distinto. Si el patovica quiso intervenir para sacar de ahí a ese gordito colado, lo pararon a tiempo.
Desde el altar de Casa Amarilla se desató una lluvia de luces y fuegos de artificio y empezaron a sonar celestiales y sinceros cantos de agradecimiento. El partido se paró y la emoción de Maradona creció hasta convertirse en llanto compartido.
Maradona, ya se dijo, es como la Argentina: te hace reír y llorar. Después hubo un gol de Castromán, uno de Cantoná, otro de Aimar, un penal que convirtió Higuita y una nueva edición del diario de Yrigoyen.
-ƑA que no sabés quién cobró el penal del último gol de Maradona? šPapiiiiiito!- dirá dentro de un tiempo Olivetto.
Tiró Maradona, como el anterior, a la derecha de Higuita que se fue para el otro lado. Y ahí se terminó el partido.
Entonces el ídolo habló a todo el estadio, agradeció desde el fondo de su alma, dio la vuelta olímpica y se fue más gordo de felicidad que nunca.
Ť CRONICA PUBLICADA POR EL DIARIO ARGENTINO PAGINA/12
Dios es argentino
Diego Armando Maradona, un fenómeno auténticamente nacional, desandó su carrera glorificado y desangelándose, para entrar en una categoría mítica de la cual a lo largo de los años, Página/12 ha dado cuenta. De aquellas gestas reproducimos algunos artículos que jalonaron en estas páginas su toque divino.
Es una bendición de Dios haber visto al jugador y recibir al héroe en el cielo de los hombres. Tener a Diego Maradona con nosotros, poder verlo y gozarlo. Será, supongo, como haber estado en la primera fila escuchando a Gardel.
Todo se ilumina, el mundo gira en torno al astro que pisa la pelota, la acaricia, la hace del tamaño que quiere: grande para que la vea Caniggia, chiquita para esconderla hasta que lleguen los otros. Más admirable que nunca por épico, por agigantar el fútbol entero.
Esperábamos este partido como si fuera a revelarnos un enigma que éramos incapaces de resolver. Umberto Eco nos llamó voyeurs y depravados sexuales, pero qué importa si ayer Maradona no tenía sexo, a nadie le importaba si el que jugaba era Caniggia o su mujer siempre que nos dejaran mirar por esa ventana indiscreta que es la pantalla.
Todos queríamos ver, también Eco que dejó la semiología e hizo un escándalo en el hotel porque no le funcionaba el control de la tele. Sesenta mil aparatos compramos los argentinos en estos días.
Algunos, por cábala, respetaban las marcas que tenían en el ochenta y seis, otros tiraban por la ventana los cacharros que emitieron la desdichada final del 90.
Conozco un tipo que vio salir humo de la caja boba cuando Maradona marcó su gol contra Grecia y en la desesperación le tiró un balde de agua. Le cobraron precio vil por la reparación. Están los tipos que van a mirar a los bares. Solitarios que necesitan apoyo moral, una caña, un whisky, algo que les conjure la angustia. A quién no le pasó alguna vez.
Están las parejas que se encierran en los hoteles de paso si les aseguran que entre las porno depravadas dan el partido de la Argentina. Ahí no hay chicos ni abuelos que molesten, nada más que el erotismo de Maradona.
La víspera, para tranquilizarnos, apareció de nuevo la invicta sonrisa de Carlos Gardel. Ese sí que sabía cómo morir, cómo irse para estar siempre al lado nuestro.
Es gracias a él que los franceses nos reservan ya un lugar en la ciudad de Toulouse para el 98, en el último Mundial del milenio.
Al cantar el gol de Maradona, Víctor Hugo había exclamado: šEstá vivo, Gardel está vivo! y le abría a Diego su trono inmortal. Era hoy que El Pelusa iba a empezar a ocuparlo, a sentir en carne propia cómo queman las eternas antorchas de San Martín en la Catedral y de Belgrano en Santo Domingo.
Todo eso fantaseábamos mientras salían a la cancha sin imaginarnos que iba a ser tan lindo, tan emocionante. Armando Maradona vuelve a asombrar al mundo: porque remontó la desdicha, la pálida, la mala leche, el cansancio propio y ajeno.
Hoy los diarios y las televisiones del mundo están rendidos a sus pies. Pensar que hubo quienes festejaron con champagne el día que anunció su retiro. Menos mal que Diego supo canalizar su rencor, imponerse a la envidia, ganar una apuesta consigo mismo.
La fuerza interior de Maradona no tiene parangón en este país. Por eso nos cuesta entenderlo. Y no hablo sólo de futbol. Sabe que la antorcha se gana con genio pero sobre todo con esfuerzo: ahora sí, grande, tormentoso, imponente, se convierte en un ejemplo de vida: las que pasó y cómo llegó a imponerse a sí mismo, sólo él lo sabe.
Y es posible que nunca pueda explicarlo. Maradona supo que algunos habían brindado por su caída y eso en lugar de matarlo lo resucitó.
En tiempos de minimalismo y hombres mediocres parece una leyenda, el personaje de un cuento de hadas, tiene el aire del tipo que cree en la gesta y el amor a una causa.
OSVALDO SORIANO
PUBLICADO EL 26 DE JUNIO DE 1994 EN EL PERIODICO PAGINA/12 DE ARGENTINA.