LUNES Ť 12 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Falsifican boletos e identidad de un funcionario de la delegación
Consignaron a ocho revendedores
ROSALIA A. VILLANUEVA
Por lo menos unas 300 personas con boleto oficial y falso no pudieron ingresar al estadio Azteca para presenciar el partido en el que la selección de México se clasificó al Mundial de Corea-Japón 2002 tras vencer a Honduras 3-0.
La delegación Coyoacán no informó de la cantidad precisa de boletos decomisados falsos.
Sin embargo, Raúl Antonio Flores García, director jurídico de Gobierno, informó que fue "un número importante" y que mucha gente se quedó afuera del coloso de Santa Ursula, ya que supuestamente adquirió los tickets en la reventa.
En espera de la denuncia de hechos por fraude que presente la empresa del estadio Azteca ante el Ministerio Público, el funcionario indicó que ojalá esta medida sirva para que a futuro los aficionados dejen esa práctica clandestina de adquirir los boletos e incluso pagarlos hasta al doble o triple de su costo.
Flores García señaló que fueron consignados ocho revendedores -siete hombres y una mujer- al juzgado cívico que se encuentran en investigación sobre la venta de boletos falsos.
Un funcionario de menor rango, Jesús Escamilla Martínez, desmintió que se hubieran decomisado 500 boletos falsos y aclaró que la persona que dio esa información utilizó su nombre con un gafete falso de la Dirección General Jurídica y de Gobierno de la delegación Coyoacán.
Esa persona se encontraba dirigiendo un grupo de jóvenes con lámpara en mano en la entrada principal del estadio. Daba la orden de que a las 12:10 horas no entrara ni un aficionado más porque el estadio estaba repleto.
Pese al operativo de seguridad que comenzó a las 6 de la mañana y que las puertas del estadio abrieron dos horas después bajo una sorprendente revisión meticulosa en los torniquetes, la gente estaba fastidiada de la demora que propiciaban los encargados del orden en las largas filas de ese río humano que llegaba hasta el puente del Tren Ligero, repleto de policías y por primera ocasión con cámaras para sorprender in fraganti a los revendedores.
Familias enteras, jóvenes vestidos con el uniforme del Tri y con máscaras de Bin Laden, monstruos o simios, esperaban ansiosos ingresar al inmueble, pero al llegar al torniquete custodiado por una valla de granaderos, resignados se retiraban cuando les decían que traían boletos falsos y ni a quién reclamar.
Algunos optaron por ver o escuchar el partido en televisión o radio portátil. Otros en algún restaurante o bar para estar cerca de su selección que finalmente consiguió el boleto a la Copa del Mundo.