LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Kadosh
UNA RECIENTE MUESTRA de cine israelí en la Cineteca Nacional mostró la variedad y originalidad de una cinematografía apenas considerada en nuestra cartelera y circuitos culturales, y que sin embargo posee figuras de primer orden, como el realizador Amos Gitaï (Golem, Esther, Kippur). Este cineasta originario de Haïfa ha elaborado en su trabajo de ficción y en sus numerosos documentales una reflexión muy poco ortodoxa sobre la situación política en medio oriente, la relación entre judíos y palestinos, y el peso de las tradiciones en la vida cotidiana en Israel. En el contexto de una guerra interminable --donde la defensa de los valores locales y la intransigencia frente al adversario son capitales--no ha sido fácil para el realizador de Kadosh (Lo sagrado) tomar distancias con la producción reciente de su país, caracterizada por melodramas o comedias intrascendentes, donde lo pintoresco era un rasgo principal y la sumisión a una figura patriarcal incuestionable, una exigencia para la unidad cultural. El cine israelí ha cambiado mucho últimamente. Gitaï, y con él toda una generación de cineastas jóvenes, va a contracorriente de las certidumbres imperantes y ofrece en cada una de sus cintas el reflejo de la diversidad étnica, política y cultural que existe en Israel. De modo característico, el realizador reserva papeles estelares a actores de origen árabe, algo hasta épocas recientes todavía tabú en el cine israelí.
EN KADOSH, AMOS Gitaï describe aspectos de la vida cotidiana en el barrio ultraortodoxo de Mea Shearim, en Jerusalén, y desde la primera secuencia penetra en la intimidad doméstica de una pareja, Meïr y Rivka, por largo tiempo casados, incapaces sin embargo de procrear un hijo. Hay otra historia paralela, la de Malka, hermana de Rivka, cuyo marido es un paria para la ortodoxia local. Pero el conflicto central no es la disidencia de Yakov, sino la supuesta infertilidad de Rivka, o la posible impotencia de su esposo, inverificable esta última dado que los libros sagrados prohiben la masturbación.
ALGO INESPERADO EN el cine del fundamentalismo patriarcal: la mirada es femenina. En Kadosh, las mujeres (estupendas Yael Abecassis y Meital Berda) son protagonistas centrales, y ambas expresan con la elocuencia de sus miradas, o con algún gesto límite de protesta, su rechazo a la doble moral que las condena a asumir una responsabilidad no compartible en el caso de una disfunción sexual, o en cualquier otro desorden de la vida doméstica. La crítica a esta ortodoxia es frontal, pero el discurso del film no es de modo alguno simplista o maniqueo. La descripción, desde las primeras imágenes, de los ceremoniales religiosos cotidianos, y la crónica de un barrio y sus interiores domésticos, están siempre impregnadas de una poesía melancólica, como el juego mismo de iluminación en la fotografía de Renato Berta. Dentro de la nación israelí, el universo descrito es el de una minoría; es casi una experiencia de ghetto. Gitaï describe así una voluntad de perseverancia, próxima al empecinamiento intolerante, en la defensa de las tradiciones de una comunidad muy opuesta a la evolución social y cultural de las nuevas generaciones. El realizador expone la complejidad de esta situación y las contradicciones de una ortodoxia regida por la revelación sagrada (kadosh), y que por su propia naturaleza no admite cuestionamiento alguno ni tampoco la transformación de la realidad circundante. Una película estupenda.