lunes Ť 12 Ť noviembre Ť 2001
Armando Labra M.
Santo Domingo, la reina Sofía; de Oaxaca al mundo
Una añeja aspiración de los oaxaqueños fue recuperar para la sociedad las instalaciones del ex convento de Santo Domingo. Son muchos lo antecedentes de intentos del gobierno estatal para lograrlo, pero fue en los últimos meses del gobierno de Heladio Ramírez, junto con el del entonces gobernador electo Diódoro Carrasco, que se intregró en el otoño de 1993 un grupo para negociar con la Secretaría de la Defensa la devolución del edificio que entonces ocupaba la 28 Zona Militar. La entrega del ex convento de Santo Domingo al gobierno del Oaxaca se realizó en enero de 1994.
Una vez calibrada positivamente la posibilidad de reubicación del plantel castrense y obtenidos los recursos para realizar el traslado de la zona militar por intervención del presidente Salinas, se procedió a estimar el costo de la restauración y a convocar a patrocinadores que desearan participar en el proyecto.
En paralelo se registró una justificada inquietud por parte de los habitantes de la ciudad de Oaxaca, respecto al destino que se daría al edificio una vez restaurado, destacadamente un grupo de artistas encabezados por el pintor Francisco Toledo.
El recién instalado gobierno estatal auspició, a través de un bando del ayuntamiento de la ciudad, la realización de una consulta formal a la ciudadanía solicitando propuestas sustentadas y viables, respetuosas del carácter de la ciudad, del medio ambiente y la calidad de la vida urbana, las cuales fueron discutidas y evaluadas por los mismos proponentes, arribándose a la determinación de que, una vez restaurado el ex convento, diera cabida a una ampliación de museo regional del INAH, a la instalación de un jardín histórico etnobotánico, así como alojar al Instituto Oaxaqueño de las Culturas y una escuela regional de arte.
La definición del destino del edificio efectuada conjuntamente con la sociedad confirió transparencia al proceso al tiempo que resultó oportuna y crucial para la planeación física y financiera del proyecto, la consecución de los recursos y para disipar las versiones desmesuradas -las hubo hasta extravagantes- sobre el tema.
Se integró la acción de Conaculta, Banamex y el gobierno de Oaxaca, y en pequeña pero significativa escala del Patronato Pro Defensa del Patrimonio Cultural del Oaxaca (Proax) y se constituyeron dos fideicomisos: uno para desarrollar el proyecto de restauración y otro para hacer lo propio con el jardín histórico etnobotánico.
La aplicación presupuestal para iniciar los trabajos del primer fideicomiso osciló en el equivalente a 14 millones de pesos y a partir de ahí se realizó un inmenso esfuerzo financiero que sufragaron a grandes rasgos en 50 por ciento el gobierno federal, 25 por ciento Banamex, 25 por ciento el gobierno estatal, en lo que concierne al fideicomiso para la restauración del edificio del ex convento. En el fideicomiso para desarrollar el jardín, se aplicó un monto inicial de 1.6 millones de pesos y se sumó Proax con aportaciones en especie. Como ya se sabe, la inversión aplicada en conjunto finalmente sumó casi 125 millones de pesos al momento de su inauguración.
El desarrollo del proyecto se realizó sin interrupciones, a pesar de la renovación del gobierno federal en 1995 y mereció el apoyo constante del presidente Zedillo, quien inauguró la restauración en julio de 1998. Los trabajos se llevaron al cabo durante el mandato de Diódoro Carrasco, en un lapso notablemente corto y a un costo notoriamente modesto (3 mil pesos por metro cuadrado) dada la magnitud y calidad de la restauración.
Visto en perspectiva, culminaron tres de los cuatro elementos del proyecto original, decidiéndose no realizar la escuela regional de arte por resultar insuficiente el espacio disponible. Recientemente fue reubicado el Instituto Oaxaqueño de las Culturas afuera del ámbito del ex convento de manera que han sido alojados a plenitud, por un lado, el museo regional ampliado del INBA, que además incluye la importantísima Biblioteca Francisco de Burgoa, y el jardín botánico, cuya dimensión entohistórica fue acotada a las posibilidades reales del proyecto.
Y también, visto en perspectiva, el espléndido resultado que ahora ha merecido el premio Reina Sofía es producto de un auténtico esfuerzo colectivo de la Federación, el sector privado y los gobiernos estatales, con la presencia activa, definitiva, de la sociedad oaxaqueña que así vio culminado un sueño ancestral por el que luchó desde que, en 1822, el ex convento fue asignado a funciones militares. Ahora es patrimonio de los oaxaqueños, del pueblo de México y de la humanidad.