lunes Ť 12 Ť noviembre Ť 2001

Carlos Fazio

Demagogia y poder

En toda época y circunstancia es fundamental comprender el problema del poder del Estado. En tiempos de crisis, más. Para entender el carácter del poder de la clase dominante, se puede apelar a lo que Nicos Poulantzas llamó "bloque del poder". Teniendo muy en cuenta que la clase dominante se divide en fracciones en pugna, se designa bloque de poder a la alianza de las fracciones que manejan el Estado en su provecho. Aparte de los intereses de los sectores que conforman la alianza, hay que ver la política que practica la clase dominante para hegemonizar a las clases explotadas. Pero también hay que recordar que el poder de la clase dominante se ejerce desde el Estado y desde fuera del Estado.

Más allá de las mitologías que la ideologización de moda ha impuesto, hay que rechazar el argumento de que el Estado nación es anacrónico. Bajo el neoliberalismo, el Estado ha sido muy activo en financiar la exportación de monopolios y en ofrecer subsidios (y "rescates") al capital foráneo y a las oligarquías locales. Como estrategia de salvación capitalista, favorece hoy la ganancia y la concentración del capital financiero especulativo (no productivo) fortaleciendo grupos económicos. Una de las vías para la concentración de poder han sido las privatizaciones, estrategia para concentrar riqueza pública en monopolios privados. No es una estrategia de desarrollo, porque incrementa la desigualdad, el desempleo, precios/costos de bienes y servicios y genera exclusión social. Además, la privatización va acompañada de desnacionalización, control corporativo foráneo de sectores estratégicos y de su integración dentro de la estrategia internacional de maximización de ganancias de esos grupos.

Como dice James Petras, la sociedad civil es realmente la sociedad de clases. Las clases dominantes en la sociedad civil están profundamente imbricadas con el Estado. En épocas de crisis del sistema político, cuando los mecanismos de "gobernabilidad" tienden a agotarse, suele producirse una regresión neooligárquica. La dominación oligárquica elimina las mediaciones conciliatorias y es ejercida directamente por los grupos propietarios, aunque se haga por medio del Estado (Ruiz Contardo). Esa estrategia de "administración" de la descomposición política es sustentada por una alianza de poder que, aunque mantenga violentas disputas internas y genere inestabilidad política y "vacíos de poder" (puede manifestarse como pugna Ejecutivo-Legislativo por el presupuesto), mantiene una coherencia de intereses dominantes. Es decir, pese a las contradicciones interoligárquicas, los desplazamientos de grupos de poder y los cambios en la correlación de fuerzas, existe una real "estabilidad en la inestabilidad", un zigzagueo que no pierde su dirección eje, ya que la estructura de poder de clases no se modifica de manera sustancial.

Cuando ve amenazados sus intereses de clase, la elite gobernante tiende a coligarse en defensa a ultranza del modelo de dominación. Siempre ha sido así. En tales circunstancias, la dominación oligárquica (el Estado de los grandes empresarios, banqueros y latifundistas, ahora con un "administrador" surgido de sus filas intermedias), pese a estar imbuida de una lógica vertical y autoritaria (propia de las corporaciones) suele hacer la defensa retórica y demagógica de "la democracia" y "la ciudadanía". No hay que engañarse. El gran capital y sus corporaciones (Consejo Coordinador Empresarial, Coparmex, Concamin, Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, Asociación de Banqueros de México, etcétera) tienen una visión instrumental de la democracia: cuando la democracia fortalece la dominación capitalista, los capitalistas la apoyan. Pero cuando las fuerzas populares ganan poder, los capitalistas -a través de los dirigentes de la llamada iniciativa privada y grupos "caceroleros"- presionan o derriban la democracia. Resulta evidente que las cuestiones fundamentales de poder y propiedad nunca han sido resueltas a través de las urnas (Petras).

En gran porcentaje las grandes fortunas y empresas de México han sido generadas, desde y en asociación con el ejercicio gubernamental. Eso remite al vínculo entre política y delito (Enzensberger). Al eje economía, política, corrupción. Es decir, a la cleptocracia como "mecanismo único" de la corrupción entre economía y política (Sapelli). A la relación amafiada entre los amos (dueños del dinero) y una clase política usufructuaria del poder, oportunista y corrupta, formada en el viejo corporativismo autoritario. Pero también a los nexos de ambas con los grandes capitales del crimen organizado (narcotráfico incluido), y a la dualidad economía legal-ilegal, con los bancos como principales lavanderías de dinero negro.

Esa "democracia de elites" cleptocrática y autoritaria utiliza principalmente a los medios electrónicos, bajo control monopólico, para ganarse a las fracciones más conservadoras de la sociedad. Todos forman un conjunto que puede ser minoritario socialmente, pero que detenta gran poder. Históricamente, a ello se ha agregado, como ocurre ahora en México, un gobierno débil. Lo que no es contradictorio con que el actual jefe del Ejecutivo actúe como líder o caudillo carismático, que se "comunica" directamente con la "masa".

Fox en vivo. Fox contigo es el lema del programa radial-televisivo sabatino del Presidente. Se trata, dice, de un vínculo "de ciudadano a ciudadano". Directo, sin partido político ni parlamento de por medio. Decía Hannah Arendt: "el gobierno totalitario siempre transformó las clases en masas, y suplantó el sistema de partidos no por la dictadura de un partido, sino por un movimiento de masas". La dominación oligárquica necesita controlar la política y a los políticos o, en caso contrario, desprestigiarla/os. Pero en épocas de transiciones de un régimen autoritario a otro oligárquico, hay que "descontaminar" al "rebaño" del pensamiento crítico, propio de una prensa libre. ƑPor qué? Porque en momentos de crisis, la masa necesita ser "domesticada" para que no se rebele. Necesita lo que en el popular lenguaje del fascismo medioburgués español se llamaba "mano dura". "Orden", según alguien le dijo que falta en México. Los ingobernables necesitan del castigo, del miedo, del palo: "cero tolerancia". La derecha considera al hombre malo por "naturaleza" y requiere una sociedad represiva y una autoridad punitiva para contenerle. Los hombres malos y pecadores por naturaleza se merecen la autocracia. Para los conservadores, "gobernar es resistir". Resistir a la "ruptura". Esa es la ideología del búnker de los miembros de la patria financiera. La resistencia contra el cambio y la innovación sociales. Pero puede ser una forma de fascismo larvado; un nuevo totalitarismo en ciernes.