LUNES Ť 12 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Podrían perderse 15 mil fuentes de empleo: Anafam
El libre comercio amenaza a la industria farmacéutica nacional
Ť En las negociaciones "estuvimos en el cuarto de al lado", dicen
ANGELES CRUZ
Durante 40 años la industria farmacéutica nacional ha sobrevivido por sus ventas a las instituciones públicas de salud, de las que es la principal proveedora. Sus ingresos son equivalentes a 20 por ciento del mercado de medicamentos de México, pero ahora se enfrenta al más claro riesgo de extinción.
La firma de los tratados de libre comercio de América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, y principalmente el del Triángulo del Norte con El Salvador, Honduras y Guatemala, representan para los empresarios mexicanos el inicio de lo que podría ser en el aspecto económico la desaparición de unas 90 empresas, la pérdida de 15 mil fuentes de empleo, así como "la entrada a nuestro país de medicamentos de dudosa calidad que pondrían en peligro la salud de la población".
El TLCAN, que entró en vigor en enero de 1994, incluyó en los anexos una cláusula para abrir las compras de gobierno de medicamentos a empresas de Estados Unidos y Canadá a partir de enero del 2002.
Tal vez en enero no pase nada, admite la Asociación Nacional de Fabricantes de Medicamentos (Anafam), pues por ahora quien desee vender un medicamento en México debe obtener el registro de la Secretaría de Salud (Ssa), y para ello necesita tener una fábrica instalada en el país.
El TLCAN estableció altos estándares de calidad para abrir los mercados. Sin embargo, explica Miguel Angel Valencia, director ejecutivo de Anafam, en marzo del 2003 entrará en vigor una cláusula incluida en cartas paralelas del Tratado del Triángulo del Norte, que obliga a México a eliminar el requisito de planta para la obtención del registro sanitario. Con ello se abriría totalmente la puerta a productos con precios dumping, de dudosa calidad o provenientes de otros países que utilicen de paso a los socios comerciales.
Los riesgos
El problema sería que Estados Unidos y Canadá podrían exigir el mismo trato y al no existir el requisito de planta "tal vez ya no les interese invertir y se dediquen sólo a la comercialización de sus productos". La competencia en esas condiciones sería imposible, advierte Valencia y apunta: "las fábricas mexicanas son microempresas en comparación con las de Canadá y Estados Unidos. Bastaría con que éstas dedicaran dos o tres días a la fabricación de los medicamentos que venderían aquí a precios marginales para que se termine la industria nacional".
No sólo eso. En la negociación del TLCAN se estableció para los tres países la posibilidad de participar en las compras de medicamentos de los gobiernos, pero se pasó por alto la falta de reciprocidad y equidad entre las empresas. Mientras en México esas compras están centralizadas y se realizan mediante licitaciones públicas, en Estados Unidos y Canadá son estatales y se rigen por diferentes leyes. Incluso existen compras directas, a través de aseguradoras y en ocasiones está permitido el reembolso a lo usuarios.
El mercado de medicamentos en México genera ingresos por 7 mil millones de dólares, de los cuales mil 400 millones son para los fabricantes nacionales y de esta última cifra, casi 90 por ciento proviene de las ventas a gobierno, en particular al IMSS.
Valencia recuerda que durante las negociaciones del TLCAN los industriales farmacéuticos formaron parte del "cuarto de al lado", el organismo asesor del gobierno federal. "Nunca estuvimos de acuerdo con negociar las compras de gobierno por la falta de reciprocidad, pero fue de los últimos temas para desatorar la firma del tratado. Nos doblaron la manita. En ese momento imperó el interés nacional".
Los anexos del TLCAN concedieron ocho años de transición para la entrada en vigor de la cláusula señalada. En ese tiempo se avanzó en la creación de las normas sanitarias de buenas prácticas de fabricación de medicamentos, la expansión de algunas plantas mexicanas, pero nunca se formaron las mesas trilaterales para sentar las bases de la reciprocidad y que los empresarios mexicanos pudieran tener las mismas oportunidades de vender sus productos en Estados Unidos y Canadá, explica Valencia.
La obtención de un registro sanitario en Estados Unidos, por ejemplo, es muy compleja y costosa. Para cumplir con los requisitos de la Food and Drug Administration (FDA) se necesita una inversión aproximada de 300 mil dólares y aprobar una inspección.
Por el contrario, en México -una vez que se cumple el requisito de fábrica instalada en el país- el registro se obtiene en unas cuantas semanas con el pago de 10 a 20 mil pesos y la entrega de la documentación que sea solicitada.
Ante esa situación, Anafam está empeñada en que se posponga la entrada en vigor de esa cláusula, hasta que exista reciprocidad y equidad.
El caso del Triangulo del Norte
Algo similar ocurrió con las negociaciones del Tratado del Triángulo del Norte. Las contrapartes presionaron al gobierno de México y "en una falta absoluta de congruencia", asegura Valencia, se aceptaron condiciones con más bajos estándares de calidad con respecto al TLCAN. En cartas paralelas -que no fueron dictaminadas por los legisladores- se incluyó la obligación para México de eliminar el requisito de planta instalada en el país para obtener el registro sanitario de algún medicamento. Esta cláusula entrará en vigor en marzo del 2003.
De acuerdo con información de la Secretaría de Economía, el Tratado del Triángulo del Norte facilita la compra venta de productos industriales y agrícolas entre los países participantes, con la eliminación paulatina de los aranceles que pagan los productos por entrar a dichos mercados. El acuerdo, señala, tendrá un gran impacto económico regional, principalmente en el estado de Chiapas.
Sin embargo, la preocupación de los empresarios mexicanos es que a la industria farmacéutica le pase lo mismo que a la farmoquímica, fabricante de los principios activos de los medicamentos. Valencia recuerda que en los 70 y 80 existían alrededor de 200 plantas. Unicamente se importaba 30 a 35 por ciento de los requerimientos de farmoquímicos, pero la apertura comercial de 1985 y las fuertes prácticas dumping de China e India terminaron con el sector.
En ese entonces, la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial emitió un decreto por el que se estableció una cuota compensatoria para los productos químicos, pero sólo hasta que se comprobó la afectación a las empresas nacionales y la dudosa calidad de los productos. Ya era tarde.
Por su parte, Mauro Lara, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica (Canifarma), resalta la falta de previsión del gobierno federal al suscribir los tratados. La industria farmacéutica nacional no puede acceder a los mercados de los socios comerciales, empezando por la brecha tecnológica. El rezago es de unos 25 años en Méxicox con respecto a Estados Unidos y Canadá, apunta.
El empresario expresó su confianza de que "se pueda hacer algo" toda vez que quienes ahora están al frente del gobierno federal no son los mismos que firmaron los tratados comerciales. De hecho, los fabricantes de medicamentos insistirán en que se modifique la carta paralela del Tratado del Triángulo del Norte y sobre todo, se garantice la sobrevivencia de los inversionistas nacionales. Es una lucha que apenas comienza.