SABADO Ť 10 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť La eternidad por fin comienza un lunes, novela del escritor cubano

Eliseo Alberto ajusta cuentas con su niñez a partir de su encuentro con el mundo del circo

Ť Una trapecista que vive 27 días en el corazón de un mago protagoniza esa historia

Ť ''En mi infancia no había cine ni televisión, por eso necesitábamos de la fantasía''

CESAR GÜEMES

Hijo de Eliseo Diego, alumno principal de Gabriel García Márquez, no era difícil que en plena madurez narrativa Eliseo Alberto diera a conocer una novela como La eternidad por fin comienza un lunes, o El grande viaje del cisne negro sobre los lagos de hielo de Irlanda, en la cual el motor de la historia es que una trapecista se va a vivir 27 días dentro del corazón de un mago.

La novela transcurre en un circo y por eso le preguntamos al escritor, Ƒcuál fue el signo de su niñez? Responde: ''Dicen mis hermanos que era un niño bastante taciturno, y lo creo. Además, soy gemelo de una hermana. Así que a mi carácter en la niñez hay que añadirle esa manera dicotiledónea de vivir: algo tengo de ella siempre. El caso es que aun siendo un poco taciturno tuve una infancia muy feliz, crecí en un lugar maravilloso que era para mí la imagen exacta del paraíso. Y además estaba presente mi padre. El sí que tuvo una infancia muy triste. Incluso hizo un libro, Las oscuras manos del olvido, en el que habla de esos años. Su infancia resultó muy pesarosa, era hijo único. De modo que cuando nacimos sus hijos él vivió una segunda infancia. Cuando éramos niños él era como el cuarto hermano, el mayor. Empezó a jugar a los soldados, tenía enormes colecciones de soldaditos, primero de plomo y luego de plástico. Los pintaba a mano y escenificaba combates maravillosos. También adquirió una bicicleta cuando nos compró las nuestras, siempre quiso montar una. Nos íbamos de excursión."

Infancia en un pueblo de frontera

-ƑDónde transcurrió tu infancia?

-En un pueblo arrabalero, Arroyo Naranjo. Es de esos sitios en los que si caminas casa por casa hacia el oeste, todo es ciudad, pero si vas en sentido opuesto, todo es campo. Un pueblo de frontera.

-Es de pensarse que ahí se hace el enlace con el circo.

-Desde luego. Iban ahí circos también arrabaleros, de paso, con unas carpas ya muy orinadas por los elefantes, con trapecistas y malabaristas muy venidos a menos, desgastados, con animales muy flacos, pero que para nosotros constituían la imagen misma del arte. El espectáculo era doble, el de la arena y el de las gradas, el que hacía el propio público. Y a eso hay que sumarle la emoción de entrar de forma clandestina, por debajo de la lona, a ver la función.

-ƑQué otras cercanías, además de ser espectador, tendrás con el circo?

-Una tía había sido trapecista. Se llamaba Ursicina. Y se cuenta en la familia que fue la primera mujer que hizo un triple salto mortal en América. Lo consiguió una sola vez porque quedó bastante rota en la caída.

-Cómo, Ƒse cayó?

-Hasta el suelo. Pero se volvió una leyenda por su valentía, pese a los males que tan famoso salto le trajo. Me interesa mucho ese aspecto del circo, por eso me gustan más los trapecistas que los payasos.

-ƑTrapecistas con red o sin ella?

-Sin red es más emocionante, pero admito la red. Bien, esta etapa en la que me encuentro con el circo también es en la que me encuentro con la literatura para niños, los hermanos Grimm, Andersen, Perrault, tema en el cual mi padre era especialista. Si en algo lo fue mi papá era en esa literatura de la cual fue incluso un afortunado traductor. Hablamos de un tipo de historias que aparecen de alguna manera reflejadas en miŤeliseo-alberto-escritor-jpg nueva novela, sobre todo desde el punto de vista de que no le tenían miedo a nada. Vamos, un príncipe se convertía en sapo debido al hechizo de una bruja, y a nadie le alarmaba demasiado. Cuando la princesa besaba al sapo, volvía a su forma original de príncipe, y eso también era algo que aceptábamos con enorme naturalidad. Lo mismo que tampoco espantaba a nadie que a una bella muchacha la durmieran cien años y después despertara como la fresca mañana. Claro, no había televisión, ni cine, y la gente necesitaba de la fantasía.

-Se ha dicho que tu novela tiene algunos rasgos de realismo mágico. No sería extraño en un discípulo de García Márquez.

-Lo es y reconozco la presencia notable del realismo mágico. En efecto, fui alumno de Gabo, soy su amigo. En la vida he tenido dos maestros, mi padre, por el amor a la palabra, y García Márquez, por el amor a los personajes, la trama y también a la palabra. Soy un privilegiado. Y pienso que hay varios guiños de ojo a lo largo del libro, esta suerte de parodia del realismo mágico, por ejemplo, más las apariciones súbitas de elementos provenientes de esa literatura que leí de niño y sigo leyendo de adulto, en la que los príncipes se convertían en sapos. En el caso de La eternidad... el prodigio es que una trapecista se va a vivir 27 días dentro del corazón de un mago. Desde luego esto pertenece más a la literatura clásica infantil que al realismo mágico. Es una novela donde liquido y al mismo tiempo hago un homenaje a esas etapas de mi niñez feliz al lado de mi padre y mis hermanos. Era una casa muy alegre, llena de actores, músicos y mentirosos.

-ƑCuál era tu papel?

-El de escucha.

-Decías que te agradan más los trapecistas que los payasos, pero hoy han cambiado estos últimos, ahí está Brozo, por ejemplo.

-Claro, lo que pasa con Brozo es que lleva dentro al gran actor Víctor Trujillo. Es una gran excepción, un genio de la comedia y ahora se está convirtiendo en buen periodista. Le agradezco tantos ''mañaneros" felices que me ha dado.