Ť Immanuel Wallerstein
¿Superpotencia?
Estados Unidos es un poder hegemónico en decadencia. He estado expresando este punto de vista al menos desde 1980 (1). Este enunciado pretende ser analítico y no una prescripción, y me he encontrado que, con todo, provoca no sólo incredulidad, sino también enojo, y que esta reacción ocurre en todos los bandos del espectro político en todo el mundo. Personas de la derecha consideran falsa esta declaración, o la aprecian como verdadera sólo en la medida de que la superpotencia en cuestión no ha hecho sentir su fuerza de manera suficiente. Más aún, asumen que al hacer dicho análisis, estoy creando una actitud derrotista para mi beneficio propio. Estas personas presentan un extraño grado de incredulidad en el poder de la palabra, o al menos, en mi palabra.
Personas de la izquierda a menudo se muestran incrédulas y me dicen que es obvio que Estados Unidos domina la escena mundial y se impone en todo el mundo por medios maléficos, y ante esto, ¿cómo puedo hablar de la decadencia de Estados Unidos? ¿No estoy entonces, de esta manera, distrayendo a la gente de adoptar alguna acción significativa?
Personas del centro parecen ofenderse ante la idea de que acciones apropiadamente inteligentes de parte de aquellos en el poder podrían no remediar, en un futuro, las limitaciones de los virtuosos actos estadunidenses.
¿Qué significa ser un poder hegemónico? Significa que normalmente uno define las reglas del juego geopolítico, y que uno se sale con la suya todo el tiempo, simplemente mediante la presión política, sin tener que recurrir al uso de la fuerza. La historia de cómo uno llega a convertirse en un poder hegemónico y porqué esa hegemonía nunca es duradera no es el tema aquí (2).
La cuestión, más bien, es qué evidencia tengo de que Estados Unidos es una hegemonía que se desvanece. Desde luego, no voy a negar que Estados Unidos es, hoy en día y hasta el momento, el máximo poder militar en el mundo, y lo será por al menos otros 25 años.
Sin embargo, ya no es verdad que Estados Unidos defina unilateralmente las reglas del juego geopolítico, ni que se salga con la suya todo el tiempo gracias únicamente a la presión política, aun cuando lo logra la mayoría de las veces. La presente lucha contra Bin Laden no es la primera, sino sólo la más reciente, instancia de esta nueva realidad. Digo nueva realidad porque hubo una época, no hace mucho, en que Estados Unidos era verdaderamente hegemónico; cuando era la única superpotencia.
Esto fue cierto entre 1945 y 1970, más o menos. Pese a la Guerra Fría y a pesar de la Unión Soviética (o quizás en buena parte gracias a éstas), Estados Unidos lograba casi siempre lo que quería, donde lo quería y cuando lo quería. Dominaba en Naciones Unidas, mantenía a la Unión Soviética contenida dentro de las fronteras que el Ejército Rojo había alcanzado en 1945. Utilizó a la CIA para expulsar o reacomodar gobiernos que le parecían poco amistosos (Irán, en 1953; Guatemala, en 1954; Líbano, en 1956; República Dominicana, en 1965, y así sucesivamente). También logró imponer su voluntad a sus, a menudo, renuentes aliados en Europa occidental, obligándolos, por ejemplo, a retirarse de operaciones militares (como ocurrió en Suez en 1956), o bien, presionándolos para acelerar el ritmo de su descolonización porque Estados Unidos consideraba que esto era un camino más sabio y seguro.
En ese periodo, los estadunidenses estaban aprendiendo cómo "asumir sus responsabilidades" en el mundo. Tenían una política exterior "bipartisana". Más tarde, las cosas comenzaron a cambiar. La gran delantera económica que Estados Unidos mantenía sobre Europa occidental y Japón desapareció. Estas naciones se convirtieron en rivales económicos, si bien se mantuvieron como aliados políticos. Estados Unidos comenzó a perder guerras. Fue derrotado en Vietnam en 1973, fue humillado por Jomeini en Irán, en 1980, El presidente Reagan retiró a los marines estadunidenses de Líbano en 1982 (dos días después de haber prometido que jamás se replegaría) porque 200 de estos hombres habían muerto en un ataque terrorista.
La guerra del Golfo fue un empate después del cual las tropas volvieron a sus posiciones originales. Algunos en Estados Unidos consideran que esto se debió a que no se tuvieron agallas de ingresar a Bagdad (y que en todo caso el no haberlo hecho fue un error). Pero esta decisión del primer presidente Bush reflejó el juicio político militar de que esa marcha por la capital iraquí hubiera llevado al desastre a Estados Unidos, lo que por lo visto fue un juicio sólido y prudente.
Y mientras que Jimmy Carter logró imponer un acuerdo de paz en Campo David a Egipto e Israel, en 1978, Bill Clinton no pudo hacer lo mismo con los palestinos e israelíes en el año 2000, aunque bastante lo intentó.
La última vez que a Estados Unidos le bastó tronar los dedos para obtener lo que quería fue el 11 de septiembre de 1973, cuando orquestó el golpe militar en Chile y puso a Pinochet en el poder. Pero el 11 de septiembre de 2001 fue Osama Bin Laden quien tronó los dedos, y el pueblo y el gobierno estadunidenses siguen tratándose de recuperar del golpe. Ahora bien, Bin Laden no cuenta con un amplio ejército, ni con fuerzas marítimas y aéreas. Su capacidad tecnológica es relativamente primitiva. No cuenta con fondos que puedan compararse a los recursos del gobierno estadunidense. Por lo tanto, aun cuando este encuentro termine en empate, él será el ganador.
Le tomó 30 años a Estados Unidos aprender a "asumir sus responsabilidades" como poder hegemónico. Desperdició los siguientes 30 años lamentando la pérdida de su gloria y maniobrando en el intento de conservar cuanto poder fuera posible. Tal vez debería emplear los próximos 30 años en aprender cómo ser un país rico y poderoso en un mundo inequitativo que ya no controla de manera unlateral. En ese mundo, debe aprender a entender la realidad de todos los demás países, no solamente Afganistán, ni siquiera sólo de China y Rusia, sino también de Canadá, Europea occidental y Japón).
En el mundo colapsante y anárquico que está marcando la transición de nuestro sistema mundial moderno hacia otra cosa distinta, el papel que jugará Estados Unidos ?su gobierno, sus ciudadanos, sus empresas? nos concierne a todos. A todos, en cualquier lugar, les interesa obtener una respuesta inteligente, creativa y esperanzadora de Estados Unidos a la crisis mundial en la que todos se encuentran hoy en día. Estados Unidos sigue siendo, con todo, la potencia más fuerte del mundo, y aún tiene tradiciones y aspiraciones a las que valora y que según mucha gente (no sólo los estadunidenses) piensan que han aportado algo positivo al mundo en el que vivimos.
La pelota está ahora en la cancha de Estados Unidos.
Es demasiado fácil para los estadunidenses el estar enfurecidos
por la terrible destrucción de vidas humanas en las Torres Gemelas
y sus secuelas. Pero ya existe demasiada furia irreflexiva en el mundo
(aunque mucha de esta furia, para todos los bandos, sea justificada). No
existe garantía alguna de que el mundo pueda navegar los próximos
25 o 50 años con un mínimo de violencia. Pero podemos tratar
de analizar qué podría sacarnos del profundo agujero en el
que nos encontramos en estos días.
1. Creo que la primera vez que dije esto fue en Amigos
y enemigos, publicado en la edición 40 de la revista Foreign
Policy. otoño, 1980.
2. Abordé este tema en Las tres instancias de
hegemonía en la historia mundial de la economía capitalista,
reditado en Las políticas de la economía mundial,
Cambridge Univ. Press, 1984.
Traducción: Gabriela Fonseca