ACTO DE JUSTICIA
La
liberación de los campesinos guerrerenses Rodolfo Montiel Flores
y Teodoro Cabrera García, ecologistas opositores a la tala inmoderada
en la sierra de Petatlán, quienes permanecían injustamente
encarcelados desde mayo de 1999 bajo cargos de narcotráfico y portación
de arma prohibida, es un acto de elemental justicia que debe ser saludado
y reconocido como un gesto positivo por parte del gobierno federal y como
un paso en la dirección correcta para corregir, desde el poder público,
las graves ilegalidades y violaciones a los derechos humanos perpetradas
durante los últimos gobiernos priístas.
Ciertamente, y habida cuenta de las arbitrarias imputaciones
de que fueron objeto, es deplorable que los ahora liberados hayan salido
de la cárcel mediante un indulto presidencial por razones humanitarias
y no, como habría debido ser, por una completa absolución
judicial.
Sin embargo, es claro que el gobierno del presidente Vicente
Fox recurrió al único instrumento legal que estaba en sus
manos para resolver la aberrante situación en la que se encontraban
Montiel Flores y Cabrera García, y que la aplicación del
indulto se realizó conforme a derecho y en armonía con la
legislación nacional, específicamente con el Código
Penal Federal.
Más que criticar la tardanza oficial en cumplir
la prometida liberación -11 meses-, habría que entender ese
lapso como resultado de la preocupación por no vulnerar los procesos
legales, así hayan sido éstos, en el caso de los ecologistas,
amañados y adulterados.
Con todo, no debe pasarse por alto que el asesinato de
la abogada defensora de Montiel y Cabrera, Digna Ochoa, perpetrado hace
dos semanas en esta capital, colocó a las autoridades ante una situación
en la que resultaba impostergable la excarcelación -por las vías
legales que fueran- de los inculpados.
La reclusión continuada de los campesinos en el
Centro de Rehabilitación Social de Iguala, injusta desde su inicio,
era ya insostenible ante la opinión pública nacional y mundial,
y a la larga terminó por robustecer la causa de ambos en defensa
del entorno ambiental de las comunidades de la sierra de Petatlán.
Como lo señalaron los propios excarcelados, su
liberación es, en suma, un punto a favor del gobierno federal, aunque
hagan falta muchos más para que pueda hablarse de una verdadera
democracia en el país. De entrada, es necesario llegar a fondo en
la investigación del asesinato de Digna Ochoa y sancionar conforme
a las leyes a sus responsables intelectuales y materiales, sean quienes
fueren.
Asimismo, el indulto a favor de los campesinos debe ser
seguido de la presentación de cargos contra los servidores públicos
que los detuvieron y acusaron injustamente y que los sometieron a torturas
después de su detención, pues la impunidad no debe permitirse
nunca más.
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