Ť Presentaron El espía del aire, título más reciente del narrador
Ignacio Solares insiste en regresar a su tema de siempre: la similitud entre realidad y ficción
Ť En Filosofía y Letras aprendí a medio escribir y a tener las primeras esperanzas, dice
Ť De manera inconsciente, debemos arrastrar lo de veras importante: Paulina Rivero
CESAR GÜEMES
La nueva novela de Ignacio Solares, El espía del aire (Alfaguara), tiene como temática la ubicuidad, pero también el referente físico a la ciudad de México y de forma muy pronunciada a la Escuela de Mascarones, que posteriormente pasó a ser en distinto sitio la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. De suerte que cuando la obra se presentó la noche de este miércoles en el Aula Manga del citado recinto, de alguna manera la ficción tocaba la realidad y viceversa.
Así lo explicó Solares: ''La verdad es que cuando publiqué la obra y me invitaron a presentarla aquí, sentí una especie de mareo porque me dije: ¿No será que estoy viviendo mi propio libro? ¿No será que llevar ahí la presentación es de alguna manera parte de la ficción? Creo que hay algo de eso porque me siento emocionado, en otra parte y sin embargo plenamente aquí, en este sitio privilegiado en que les puedo decir que aprendí no sólo a medio escribir, sino a amar profundamente la vida y a tener las primeras importantes esperanzas".
Eduardo Casar, el primero de los presentadores del libro y sin necesidad de ''vender" la trama, contó: ''Se va el narrador hasta 1944, pero no se trata simplemente de un viaje por el túnel del tiempo o de un brusco acceso a otra dimensión o de que tiempos distintos se acerquen por azar o por un relámpago fractal, o porque la subjetividad con sus entrelazadas neblinas de hielo seco disuelva o desdibuje sus fronteras. Se trata de que esas cosas suceden realmente y seguirán sucediendo en el realismo plano de la palabra escrita, en el resonante interior de los que estamos vivos. Mi tesis es que Solares, con El espía del aire, abre un nuevo realismo, porque además lo hace de una manera estructurada que es como nacen las cosas (...) Cuando algo nace, nace con todo, como en esta novela: viene con su concepción completa de conjunto".
Federico Patán recordó, anecdótico: ''En 1983 estuve de profesor visitante en la Universidad de Kansas, y ahí conocí a John Brushwood, un mexicanista excelente. Y él me preguntó en aquella ocasión '¿Has leído a Ignacio Solares?' Y le dije: 'No mucho'. Entonces me dijo: 'Considero que está entre los mejores narradores de hoy día en la literatura mexicana'. Inmediatamente le dije que lo iba a leer para refutarlo". Después de una amplia lectura de la otra de Solares, incluida ya El espía del aire, el también escritor Patán afirmó, 18 años más tarde, que no ha conseguido refutar a Brushwood.
Dentro de los hallazgos realizados por Patán se cuenta que ''el narrador, fácil pero no aconsejable de confundir con el propio Ignacio Solares por los datos biográficos que se dan en el relato, se dedica a explorar las fascinaciones que la narrativa en tanto que narrativa ejerce sobre el autor, porque ésta, mediante el simple procedimiento de narrar suele introducir un mundo alterno verosímil al cual se tiene acceso por dos procedimientos: aquel inicial de la lectura y aquel posterior de la lectura".
Y Paulina Rivero, dedicada a la filosofía, planteó la pregunta que flota a lo largo de la novela: ''¿Cómo expresar esa realidad que se nos escapa como el aire de las manos? A fin de cuentas, dice Solares en El espía del aire, 'nada de lo importante en nuestra vida puede ser descifrado, lo de veras importante debe arrastrarse inconscientemente con uno como una sombra'".
El espía del aire, ciertamente, no es una afirmación aunque lo parezca: es una pregunta fundamental escondida tras los hechos contantes y sonantes que en ella se narran.