viernes Ť 9 Ť noviembre Ť 2001
Horacio Labastida
Zarco y la libertad de prensa
Francisco Zarco vivió apenas 40 años, nació en 1829 y murió en 1869, un bienio después de restaurada la República, y en tan breve tiempo hizo suya la terrible tragedia de su época. Fuertes intereses opuestos a los cambios a favor de la independencia y la justicia social despertaron en el joven Zarco una conciencia nítida sobre la urgencia de separar al país de las opresiones elitistas. A los 14 años era traductor del francés y el inglés en el Ministerio de Relaciones Exteriores e Interiores, y pronto fundó el periódico El Demócrata (1849), al mismo tiempo que publicaba sus ensayos en El Album Mexicano y El Siglo XIX , al lado, en este último, de Mariano Otero, José María Iglesias, José María Lafragua, Luis de la Rosa y otros distinguidos escritores, amacizando en sus debates con los compañeros y en los estudios de historia, derecho y política las convicciones que lo separaron por igual del conservadurismo y de los moderados que buscaban conciliar en términos amigables los principios de la libertad con el tradicionalismo feudal.
En el estudio preliminar que redacté para la redición facsimilar de la Historia del Congreso Extraordinario Constituyente de 1856 y 1857, de Francisco Zarco, hice notar, al hablar de su participación en El Siglo XIX, que sus artículos con el seudónimo Fortún resumen y explican la fundamentación filosófica de la crítica política que planteó ante los mexicanos: "no sólo rezumaba - escribí- la lógica que en sus manos procuraríale tantos éxitos en la polémica defensa de las posiciones de vanguardia, sino también la densa cultura que enriquecía los enjuiciamientos de la circunstancia inmediata". Al triunfo de la revolución de Ayutla (1855), en el pensamiento de Zarco hay una fecunda conjunción de la experiencia liberal de los siglos XVII y XVIII, inglesa, estadunidense y francesa, y de la cultura política forjada por la revolución del Ayuntamiento (1808), la insurgencia de Hidalgo y Morelos y la generación ilustrada de 1833, sin olvidar por supuesto a Miguel Ramos Arizpe y a otros diputados que concurrieron al constituyente hispano de 1812. Y con este bagaje ideológico, claro, audaz, abundante y comprometido con la verdad y el bien de la patria, defendió el significado trascendental de la libertad frente a los no pocos ni débiles partidarios del retroceso, según la expresión de José María Luis Mora.
Zarco comprendió en profundidad que el hombre no puede serlo si es privado de las instancias críticas de la razón, al subordinarlas a un dogma religioso y político. El saber revelado por una divinidad a una elite vicaria gesta el Estado teocrático, donde no cabe la disensión ni mucho menos la oposición; y el saber revelado por clases acaudaladas que se enmascaran como clases superiores, a gobiernos obedientes, genera las distintas formas del Estado totalitario. Y dueño de estas doctrinas y sabiendo que tanto el papa Pío IX como los obispos mexicanos guiados por José Clemente Munguía buscaban ahogar la marcha de México hacia su liberación, decidió tomar la palabra y exponer sus puntos de vista en la memorable sesión de 25 de julio de 1856, en el Congreso Constituyente liberal. En esta plenaria Francisco Zarco hizo la convincente e inolvidable defensa de la libertad de imprenta. El artículo a debate era el 14 del proyecto y 7 constitucional. Intervinieron Díaz González, Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Ponciano Arriaga y el brillantísimo Zarco, entre otros. Su vida de periodista, su moral inmaculada y la fidelidad que ofrendaba a la verdad iluminaron sus expresiones. Señaló que las restricciones del proyecto a la libertad de prensa eran meros escudos de la arbitrariedad autoritaria. Aparte de mostrar que con frecuencia la protección a la vida privada y a la moral sirven para ocultar la corrupción de autoridades y sus cómplices, el pretender obstaculizar la libertad de escribir en nombre de la paz pública, o sea del orden público, "es frase que inspira horror, el orden público... reinaba en este país cuando lo oprimían Santa Anna y los conservadores... šEl orden público se restablecía en México cuando el ministro Alamán empapaba sus manos en la sangre del ilustre y esforzado Guerrero!... šEl orden público, señores, es a menudo la muerte y la degradación de los pueblos, es el reinado tranquilo de todas las tiranías!... Un gobierno que teme la discusión ve comprometida la paz y atacado el orden si se censuran los actos de los funcionarios; el examen de una ley compromete el orden público; el reclamo de reformas sociales amenaza el orden público... Este orden público es deleznable y quebradizo y llega a destruir la libertad de la prensa, y con ella todas las libertades".
Las recientes quejas contra la prensa del presidente Vicente Fox obligan a recordar al gigante Francisco Zarco. Ignacio Manuel Altamirano dijo que en todas partes "se escucha todavía la voz poderosa del ilustre demócrata a favor de los intereses de la patria". Es decir, de la libertad, incluida desde luego la de prensa.