¡Que me sirvan de una vez pa'todo el año!
Manuel Zozaya
Entré sin llamar a la puerta, pensando que no habría nadie más que los amigos que dejé cuando salí al baño. Sin embargo me encuentro con un nuevo visitante: Ángel. Es un hombre joven alto, moreno, delgado, pero fuerte, con acento tabasqueño muy marcado, y que alardea de su machismo. Me siento y escucho la siguiente conversación.
--¿A cuántos te has echado Ángel?
--No pus a un chingo ya me he llevado entre las patas.
--A todos mis amigos te los chingaste, ya se murieron todos.
--Pus sí, yo me los chingué.
Evidentemente hablan de un grupo cerrado, donde había relaciones sexuales entre los distintos participantes. El VIH cayó, se diseminó en el grupo, y Ángel pudo infectarse ahí, como en cualquier otro lado. Por supuesto, también cabe la posibilidad de que algunos de quienes tenían relaciones sexuales con Ángel, hayan sido infectados por él, pero ¿quién puede saberlo ahora, cuando la mayoría ha muerto? La conversación prosigue como un juego donde el cinismo fuera el valor fundamental.
Ángel se inició sexualmente a la edad de 11 años, en el baño de las niñas de la primaria a la que asistía. El prefecto lo pescó "en la movida", y a partir de entonces tuvo que sobornarlo periódicamente para que "no fuera a rajar a la dirección y me expulsaran. Ya desde entonces me gustó la putería", agrega sonriendo con malicia. Para Ángel, la putería es el nombre genérico de las relaciones sexuales, sin importar el sexo de la persona o si hay de por medio un cobro. El chiste parece radicar más en la cantidad que en la calidad de las relaciones. Como un deporte, donde lo que cuenta son los tantos, no la manera de lograrlos. Enseguida le pido su autorización para entrevistarlo en privado, a lo cual accede sin mayor reserva.
"Tengo 27 años y soy empleado en una mensajería. Me enteré que tenía VIH en 1991 por unos análisis que me hicieron en el tutelar para menores a donde me llevaron por un intento de violación que no cometí. Me gusta mucho salir con mujeres y todo, de más chamaco andaba con homosexuales, pues me daban dinero, y como yo estaba necesitado en ese tiempo, ellos me mantenían, me compraban ropa, botas, la mayoría me daba dinero. Alguna vez me salí con el estéreo de una casa.
"Actualmente ya nomás salgo con mujeres porque ya gano bien para andar con ellas. Antes, de chamaco no usaba condón, pensaba: 'que se vaya todo mundo conmigo'. Ahora sí uso preservativo para cualquier tipo de relación. Fue mi hijo quien me hizo cambiar mi actitud y la asesoría psicológica que recibí en Sidatel. Lo que pasa es que nació con el VIH, y ahora me da tristeza pensar que puedo volver a embarazar a una muchacha y traer a una criatura a sufrir a este mundo.
"Los condones me los dan en la Secretaría, en Sidatel, donde también obtengo el medicamento, pero no me lo tomo. Lo vendo, porque como fumo droga, cocaína, y está muy cara, tengo que ver de dónde agarro dinero para comprarla y mantener mi vicio. Ahora ya no cobro por tener sexo, al contrario, como ando con puras chavas, ahora yo soy el que paga. Mis amigas no 'prestan' porque me tienen miedo, como saben lo que tengo, entonces tengo que salir, los sábados y domingos, a los municipios para divertirme. La verdad es que bebo bastante todos los días por las tardes luego de regresar de trabajar. Por eso no tomo el medicamento, porque es malo con el alcohol y mejor prefiero tomar alcohol al medicamento, porque siento que con el medicamento me voy a morir más rápido. Un tiempo sí lo tomé y me la pasaba allá en casa de mis padres, como quince días estuve así sin beber, entonces sí me sentí enfermo. Ahora no tomo medicamento, bebo alcohol, fumo cocaína y ando feliz de la vida. ¡Qué me voy andar muriendo!", exclama Ángel, como para darse valor y esconder su miedo; porque sabe que se engaña, y que tarde o temprano conocerá las consecuencias de su decisión.