Espejo en Estados Unidos México, D.F. jueves 8 de noviembre de 2001
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Editorial
 
FOX: EL DISGUSTO ANTE EL ESPEJO

SOLEl sábado pasado, el presidente Vicente Fox, en su programa radiofónico Fox en vivo, Fox contigo, lanzó una inopinada y virulenta andanada de críticas contra los medios informativos, con especial énfasis en los impresos, por lo que consideró como una cobertura deficiente, incorrecta y frívola --"por babosadas", "calumnia", "engaño", "mentira", fueron sus expresiones-- de su gestión y, en particular, de su aún reciente gira por Europa, así como por lo que le parecieron críticas excesivas a su presidencia. Desde entonces, el mandatario y su equipo no han dejado de abordar el tema de la prensa, con el estilo zigzagueante, contradictorio y errático que ha sido proverbial desde que el foxismo era candidatura. Acaso lo dicho el fin de semana por el mandatario habría podido tomarse como uno de sus típicos excesos verbales, pero su insistencia, a lo largo de estos días, en descalificar, e incluso en injuriar, el trabajo informativo, obliga a la preocupación y a la respuesta.

 Entre todos los juicios inaceptables vertidos ayer por el titular del Ejecutivo destaca su insinuación de que las críticas a su gestión podrían ser respuesta a que "ya no le damos a ningún periódico, ni a ningún escritor (...) las gratificaciones o los dineros para que hablara bien del gobierno", como lo dijo en las dos entrevistas radiofónicas que concedió ayer. Semejante descalificación constituye un insulto para el gremio periodístico en su conjunto, para los lectores y para las reglas más elementales de convivencia democrática entre el poder público y los medios.

Otra vertiente inaceptable de las palabras presidenciales es el énfasis en centrar sus denuestos en la prensa impresa --o "periódicos escritos", como dijo en entrevista con Jacobo Zabludovsky--; el sábado pasado, Fox no habló de que hubiese dejado de ver noticieros televisivos, pero sí de que había dejado de leer diarios que le "amargaban" el día. 

Se manifiesta, así, una preferencia presidencial por los medios electrónicos, acaso porque en éstos hay menos cabida para la crítica a su gestión, acaso porque son más divertidos y de más fácil acceso. En privado, Fox tiene, ciertamente, todo el derecho de preferir un aparato de radio o una pantalla de televisión a un diario o una revista, pero es cuestionable, al menos, que el jefe del Ejecutivo se incline por unos y descalifique a los otros. 

Tal discriminación explica y da sentido al hecho de que los dineros públicos que se destinan a pagar la publicidad oficial sean abrumadoramente orientados, en forma discrecional y arbitraria, a televisión y radio, y que sólo una ínfima parte de tales recursos se gaste en medios impresos. 

En otra entrevista, tal favoritismo dio pie a que Pedro Ferriz de Con, calumniador de vieja tradición, ubicara a La Jornada y a Milenio como los blancos de las críticas presidenciales.

En las exigencias presidenciales sobre cómo deben cubrirse sus actividades, sobre los temas que deben ser consignados y los que deben omitirse, se manifiesta una intolerancia y un autoritarismo inadmisibles para la sociedad mexicana contemporánea y para los medios que se deben a ella.

Si el Presidente observa en los medios un reflejo de su gobierno, caracterizado por la ineficacia, el continuismo --sobre todo el que se presenta en materia de política económica y en tolerancia a la impunidad de los saqueadores del país-- y la frivolidad, ello no obedece necesariamente a un designio distorsionador, sino a que tales son las características más visibles del Ejecutivo federal en los once meses transcurridos de su mandato. Su arremetida contra los periódicos equivale, en este sentido, a enojarse con el espejo. 

El deber de los periodistas es informar, analizar y criticar. Su obligación es para con la veracidad. Su límite ha de ser la privacidad de los ciudadanos, sean o no funcionarios públicos. Su prerrogativa profesional consiste en decidir la jerarquía y la relevancia de la información que presentan. 

A lo largo de más de tres lustros, La Jornada se ha mantenido fiel a tales preceptos y ha participado en el ensanchamiento de una libertad de expresión que ha costado muchas vidas e innumerables esfuerzos. Nuestro proyecto informativo ha resistido ofensivas contra esa libertad en tiempos en que las autoridades no podían decirse democráticas y hoy se mantiene esa redoblada determinación. 

Desde estas páginas se ha criticado a los funcionarios públicos con respeto a su privacidad y a su dignidad personal, y no se ha apostado a la destrucción de otros medios, como lo hizo ayer Ferriz de Con en su diálogo con Fox --"van a quebrar algunos periódicos. Pues qué bueno".

En la actual circunstancia, La Jornada se mantendrá fiel a sus principios fundacionales. No callará ni minimizará los aciertos de las autoridades, pero tampoco dejará de investigar los asuntos turbios del poder --los heredados y los actuales-- ni se abstendrá de informar, de acuerdo con sus criterios editoriales soberanos, ni de analizar y criticar el desempeño de los funcionarios públicos y de las instituciones, incluso si el cumplimiento de esta tarea suscita la animadversión y el enojo del Ejecutivo federal o de cualquier otra autoridad. 

A fin de cuentas, el compromiso central de este diario es con la verdad y con los lectores. Con nada ni nadie más.
 

 

La Jornada, Coordinación de Sistemas Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, delegación Miguel Hidalgo México D.F. C.P. 11570 Teléfono (525) 262-43-00, FAX (525) 262-43-56 y 262-43-54