JUEVES Ť 8 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Margo Glantz
Las catástrofes humanitarias: Kiarostami y Kapuscinski
El libro Ebano, de Ryszard Kapuscinski, del cual he hablado en otro artículo, se termina con un bello capítulo en el que se nos habla de la función educativa de los árboles: un inmenso árbol que aún permanece en pie en medio de la devastada planicie sirve de lugar de reunión y de salón de clase, ya en la noche, cuando el sol ha descendido y el calor se vuelve soportable. La fotografía de ese mismo árbol legendario y sin embargo vivo, actual, preside un reportaje que el periódico francés Libération le hace al cineasta iraní Abbas Kiarostami, quien recientemente ha filmado un documental sobre el sida en Uganda.
Con un espíritu semejante y con el objetivo de entender, de no ahondar en los estereotipos, de dar a conocer una verdad, el periodista polaco habla de Africa, es decir, de una región, un continente plural, múltiple, al que la imaginación occidental -o el colonialismo- ha reducido artificialmente a unos cuantos países con muy pocas diferencias entre sí.
Asegura Kapuscinski:
''He vivido en Africa mucho tiempo. Primero fui en 1957, luego, durante los siguientes cuarenta años, regresé varias veces cada que tuve la oportunidad de hacerlo. Viajé extensamente, evitando las rutas oficiales, los palacios, los personajes importantes y los políticos de alto nivel. Opté, en cambio, por aprovechar el paso de los camiones de carga, vagabundear con los nómadas a través el desierto, ser el huésped de los campesinos de la sabana tropical. Su vida es un eterno trabajo, un tormento que soportan con una paciencia infinita y buen humor.
''Este no es -subraya- un libro sobre Africa, sino más bien sobre la gente que vive allí, sobre mis encuentros y el tiempo que conviví con ellos. Es un continente demasiado grande para poder describirlo. Es un verdadero océano, un planeta separado, un cosmos varado e inmensamente rico. Sólo acudiendo a la más ridícula simplificación, y para responder a ciertas convenciones, podemos decir 'Africa'. En realidad, excepto como apelación geográfica, Africa no existe."
Kiarostami sólo habla de una región específica, igualmente plural, diversa, imposible de reducir a un solo nombre: Uganda. Sin embargo su indagación es una, se concentra en el sida, esa nueva plaga que contagia al mundo, como antes lo hiciera la lepra, enfermedad diseminada sobre todo donde hay miseria, enfermedad que, obviamente, ha devastado con mayor virulencia al continente ''africano" y claro, a Uganda, esa artificial nación donde rodó su documental Kiarostami.
Como el escritor polaco, el cineasta iraní no cae en inútiles y fariseos sentimentalismos. Subraya sobre todo la vitalidad, la maravillosa capacidad de sobrevivencia, la alegría de las poblaciones ''africanas". Lo cito:
''Llegué con la cabeza llena de las informaciones que tenía sobre los niños enfermos de sida, sobre los anteriores gobernantes de ese país, sobre sus conflictos sucesivos, y me preparaba a enfrentar una catástrofe humanitaria. Había tenido ya la experiencia de la catástrofe en 1990, después del temblor de tierra en Irán. En los dos casos, lo que me impresiona es la diferencia entre lo que yo podía imaginar y la realidad presente.
''La catástrofe en sí no existe, hay 22 millones de habitantes en Uganda, 2 millones ya han muerto de sida, es decir, un muerto por cada diez personas. Pero aún si se invirtiera la proporción, nueve muertos y un solo sobreviviente, ese sobreviviente podría ser captado por la cámara. La gente recubre instintivamente las huellas del desastre para poder continuar su vida..."
...Y sin embargo hay un verdadero frenesí, comenta el entrevistador, una exuberancia de niños frente a las cámaras que no cuadra con la extrema dureza de sus condiciones.
Contesta el cineasta estas palabras, coinciden con las de Kapuscinski, sin la menor complacencia, sin el menor asomo de sentimentalismo, reconocen la grandeza implícita en esos pueblos llamados despectivamente primitivos por quienes los han y los siguen colonizando:
''Vengo de parte de los vivos, no puedo menos que participar de su alegría. Si viniera de otro mundo, si fuese un fantasma, hubiese podido reaccionar de otra manera. Un proverbio iraní dice que la muerte es para el vecino... Nuestra participación en una catástrofe es siempre limitada. Los recientes acontecimientos del 11 de septiembre lo han confirmado de nuevo... Como todo el mundo, tuve el sentimiento de que habría un antes y un después del 11 de septiembre. Luego escuché que Bush decía que los que no estaban del lado de Estados Unidos estaban del lado de los terroristas. Me pregunté cuál sería mi posición de ahora en adelante, puesto que no estoy ni con Bush ni con los terroristas... Un proverbio iraní dice que nunca hay que despreciar al enemigo..."