LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Apocalipsis ahora (reditada)
LA MUESTRA INTERNACIONAL de Cine arranca hoy en la Cineteca Nacional con la proyección muy esperada de Apocalipsis ahora (reditada), nueva versión del clásico de Francis Ford Coppola filmada hace 22 años, ganadora, junto con El tambor de hojalata, de Volker Schlöndorff, de la Palma de Oro del Festival de Cannes 1979. Primera constatación: la versión original (2 horas 25 minutos) había sufrido entonces varios cortes, por razones comerciales; el material que hoy presenta Coppola restituye algunas de las escenas suprimidas y ofrece un suplemento de 55 minutos (duración actual, 3 horas 20), que no sólo enriquece la cinta por la cantidad de su contenido, sino también la orienta hacia una categoría distinta, ya no el clásico cine de acción, y sí un formidable filme de aventuras ?de una sola aventura, colosal, casi mítica?, que deriva en un cuestionamiento muy frontal del frenesí bélico.
LA ADAPTACION DE la novela corta de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, adquiere ahora mayor densidad y pertinencia. Del cine de guerra, realizado con maestría, hemos pasado a una sugerente reflexión política y al estudio de un desequilibrio sicológico colectivo. Un poco en la desmesura de Werner Herzog, pero con una visión más ambiciosa aún y más sobrecogedora. Exhibida en el contexto actual ?guerra en Afganistán, pánico urbano por amenazas bioterroristas?, la cinta adquiere tintes inquietantes. A finales de los años setenta, poco después de la derrota estadunidense en Vietnam, Coppola exponía, filmando en Filipinas, el colapso de la ilusión wasp. El American dream era ya sólo el marasmo de soldados en trance sicodélico que arremetían contra poblaciones inermes, ya sea desde los aires, con música wagneriana, ''para asustar a los nativos", o desde una balsa, en un río tenebroso, con inclementes ráfagas de metralla, por miedo, por hartazgo o por el delirio de creerse dueños de un planeta.
UNA NUEVA GENERACION, a principios de milenio, descubrirá un Apocalipsis ahora más brutal, más complejo y técnicamente más refinado. El referente inevitable será Afganistán, el frenesí bélico será el mismo, y la sensación de desolación y miedo tan magistralmente capturada por Coppola tendrá un contexto todavía más dramático: Kabul, Nueva York, el ántrax. El horror, como lo presagia en una escena el coronel Kurz (Marlon Brando) y como lo canta Jim Morrison en The end mientras corren los créditos iniciales.
ENTRE LAS ESCENAS recuperadas destaca la secuencia en una plantación francesa, donde en un ambiente postizo de buenas maneras surge una discusión sobre los derechos territoriales del invasor, las bondades del colonialismo y la torpeza de una embestida estadunidense ajena a todo propósito civilizatorio. La secuencia es estupenda. Hay otras modificaciones que el espectador pos68 irá descubriendo con delicia. Por su parte, un espectador nacido en los años ochenta no podrá evitar relacionar esta cinta con un cine de géneros dinamitados y con la revolución tecnológica que el propio Coppola vaticinó hace dos décadas, y que ha sido la formación básica de un público joven. Apocalipsis ahora refrenda hoy, con mayor justificación que antes y con renovada sobriedad estilística, su indiscutible calidad de obra maestra.