jueves Ť 8 Ť noviembre Ť 2001

Martí Batres Guadarrama

Michoacán y la disputa por la nación

Es casi seguro que el próximo lunes podamos decir que Lázaro Cárdenas Batel se alzó con el triunfo en los inminentes comicios michoacanos. La victoria que le dan casi todos los medios de comunicación y las encuestas de opinión habrá de ser ratificada por los ciudadanos cuando este 11 de noviembre acudan a las urnas a corroborar su preferencia por el candidato del Partido de la Revolución Democrática y de la coalición Unidos por Michoacán.

Esta posibilidad política no ha sido fortuita, mucho menos gratuita. Ha sido producto de un trabajo -personal y colectivo- persistente en el tiempo, cuidadoso y tenaz, que al mismo tiempo evidencia deseo, compromiso y vocación. En pocas palabras, esta candidatura y su resultado positivo se han ido construyendo cuidadosamente, trabajando con anticipación e inteligencia en busca de una mayoría.

El nieto del general Cárdenas es un político joven que encarna y conjuga el prestigio histórico del cardenismo, la alegría de la juventud y la experiencia del político que ha triunfado en todas sus lides electorales.

Al interior del PRD Cárdenas Batel pudo conjuntar todas las fuerzas, incorporando en su campaña la diversidad de corrientes nacionales y grupos locales del partido. De igual forma abrió una gama de alianzas que atrajo a todos los partidos con registro en aquella entidad, a excepción del PRI y el PAN. Asimismo, logró sumar para sí el voto de un importante segmento de la Confederación Nacional Campesina, cuyos cuantiosos miembros no desean abandonar las filas del Revolucionario Institucional, pero sí que él sea el próximo gobernador de Michoacán.

El discurso de Lázaro ha sido bien aceptado por el electorado porque es mesurado e incluyente. Tiene pocos frentes abiertos y ha tenido la inteligencia suficiente para no desgastarse en una guerra sucia a la que lo quisieron llevar quienes ya sienten perdida la elección. Por el contrario, el abanderado del PRD ha recorrido varias veces la entidad, sin quedarse en las ciudades, y acudiendo más allá de las cabeceras municipales.

Un elemento a destacar en la campaña de Cárdenas Batel es la aparición de un actor político que hacía mucho tiempo no se veía en los actos del PRD: la juventud. Miles de jóvenes, especialmente mujeres, se incorporaron a la misma y aparecen en todos sus actos. De hecho, decenas de jóvenes son candidatos de la coalición Unidos por Michoacán en diversos distritos y municipios.

Los michoacanos libran ahora, como en batallas de otras épocas, una lucha nacional. Cuna de José María Morelos, de Melchor Ocampo y de Lázaro Cárdenas del Río, Michoacán es el escenario del ocaso prematuro de la alternativa panista-foxista. Es el espacio que exhibe con crudeza el envejecimiento y desprestigio de la clase política priísta. Es también, hay que decirlo, el territorio donde el PRD continúa la disputa por un proyecto nacional distinto. Cárdenas Batel ha construido confianza a su alrededor por el discurso social que sobresale de su programa. No es, sin embargo, un discurso que mire hacia el pasado o que sienta nostalgia por otros tiempos.

La memoria positiva del cardenismo se traduce en renovación de la esperanza. Michoacán se asocia con una intensa obra pública y también con las grandes epopeyas del cardenismo: la educación pública, la expropiación de los energéticos, el reparto agrario. Cárdenas Batel tiene la gran posibilidad de entrelazar la historia, los nuevos instrumentos del cambio y, sobre todo, una férrea voluntad para realizar transformaciones sociales.