MIERCOLES Ť 7 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť El clima y un gobierno asfixiante, causas de la rápida desaparición de esa cultura

Xochicalco, ciudad-Estado, evocación perturbadora de esplendor y decadencia

Ť "Todo quedó allí: las huellas del progreso y de la masacre", afirma el investigador Norberto González, quien junto con Silvia Garza estudia esa zona desde hace 40 años

MARIA RIVERA ENVIADA

Xochicalco, Morelos. En Xochicalco la admiración y el estupor corren de manera paralela. Pocos lugares como este evocan de forma tan perturbadora el esplendor y la decadencia. En sólo dos siglos, entre el VII y el IX d.C, la ubicación estratégica de esta ciudad-Estado le permitió controlar el corredor mesoamericano hacia el mar y exigir tributos a los pueblos dominados, de tal manera que se convirtió en una metrópoli rica y cosmopolita con exquisitos templos y un pueblo con importantes conocimientos científicos. En sus mejores momentos llegó a albergar más de 30 mil habitantes. Sin embargo, su poderío no la libró del infortunio.

Según creen los arqueólogos, un cambio climatológico hacia el siglo IX d.C provocó una hambruna que precipitó una rebelión popular contra los gobernantes. Hartos del sometimiento, los miembros de las capas desfavorecidas dejaron que aflorara el odio más feroz. En un lapso de días, tal vez semanas, miles de personas fueron cruelmente asesinadas. La ciudad fue saqueada e incendiada, y todo vestigio del poder opresor no sólo fue destruido, sino dispersado. Pero al final nadie ganó y los sobrevivientes tuvieron que emigrar. Después no vino nada más: el lugar fue abandonado.

Sin embargo, esta precipitada partida, explica el arqueólogo Norberto González, responsable de las excavaciones más recientes, es lo que ha permitido reconstruir la historia de esta cultura. Todo quedó ahí, las huellas del progreso así como las de la masacre. Por un lado emerge espléndido el templo de las serpientes emplumadas, que habla de su roce con la cultura maya, de una importante reunión científica, de su poderío, y a pocos pasos hay huellas del incendio, de la destrucción y el ensañamiento.

Lo cierto es que Xochicalco no deja a nadie incólume, mucho menos a los arqueólogos. De ahí que la pareja formada por Norberto González Crespo y Silxochicalco_ruinas_mi03xjvia Garza Tarazona haya convertido a esta cultura en su razón de ser desde hace 40 años. Rodeados de las piezas que estudian en el INAH-Morelos, cuentan que no fue hasta la década pasada cuando se empezó a conocer la verdadera importancia de esta ciudad-Estado.

Inestabilidad política y económica

Tras la caída de Teotihuacan, explican los investigadores, sobrevino un periodo de inestabilidad política y económica, que obligó a los pueblos mesoamericanos a establecerse en lugares fácilmente defendibles y a disputarse los otrora territorios teotihuacanos. Teotenango, en el hoy estado de México, Tajín en Veracruz, Cholula en Puebla, y Cacaxtla en Tlaxcala fueron otras de las ciudades que dominaron ese periodo conocido como epiclásico.

Silvia Garza sitúa a los xochicalcas como descendientes de los teotihuacanos. "Todos los conocimientos y la tecnología indican que sólo podían provenir de ahí." Otro aspecto revelador de la información que manejaban es que la ciudad fue diseñada y construida en un cerro, con un plano urbano global, sin improvisaciones. Los vestigios también dan cuenta de que la arquitectura cumplía una función defensiva; el lugar evoca una fortaleza, con fosos, altas terrazas y accesos muy restringidos.

Esta visión, sin embargo, no los encerró en sus murallas: por el contrario, los xochicalcas fueron un pueblo abierto al contacto con otras culturas, cosmopolita. Además, su estratégica situación les permitió controlar el acceso al mar y al río Balsas, y encargarse del intercambio mesoamericano. Por eso en las excavaciones se han encontrado objetos provenientes de la zona maya, la costa del Golfo, el valle de Oaxaca y la región Puebla-Tlaxcala, continúa la investigadora.

El arqueólogo Marco Antonio Santos, director del museo de Xochicalco, también apunta que en este periodo, a la vez que ocurre un cambio en el poderío del Estado, hay otro de tipo ideológico: se gesta la idea de que el gobernante será el hombre-dios en la Tierra. Si en Teotihuacán Quetzalcóatl era un dios creador del tiempo y el universo, que andaba en los ámbitos celestes, y el gobernante era un sacerdote que le rendía culto a ese dios, en Xochicalco el gobernante era el dios mismo. Así, el control que ejercía sobre su pueblo era mucho mayor. Incluso Román Piña Chn identifica las tierras xochicalcas como el mítico Temoanchan, el lugar de origen de Quetzalcóatl.

Además es una ciudad que cultivó profundamente la astronomía, prueba de ello es que esta cultura cambia el calendario de barras y puntos por el de puntos únicamente, que es el que se mantiene hasta la llegada de los españoles, puntualiza Santos Ramírez. El observatorio -una de las más importantes obras de la zona- no sólo servía para examinar al Sol y a la Luna en sus diferentes fenómenos, sino para conocer las estaciones del año y aplicarlas en los asuntos agrícolas. Cabe recordar que en este periodo el poderío de los gobernantes, si bien se sustentaba en su legitimización como dioses, también lo estaba en su conocimiento sobre agricultura. No es casual que cuando falla esta información y sobreviene la hambruna, también estalla la rebelión.

Revuelta brutal

La revuelta no sólo es explicable por razones climatológicas; también influyeron otros factores. El dominio de la clase gobernante era asfixiante, comenta el arqueólogo Norberto González, por eso se produce una revuelta interna tan brutal. "Hay muchos elementos que nos hablan de una especie de pugna interna entre la clase gobernante: cuando edifican la pirámide las serpientes emplumadas, construyen otra al lado, de la misma altura. Eso habla de dos cabezas. La presencia de estos dos poderes pudo haber precipitado el final de esta cultura. Tal vez también haya existido un pleito entre los gobernantes que provocara el descontento del pueblo." Lo que sí asegura es que fue una masacre impresionante.

"Por eso es interesante Xochicalco -concluye-, porque ahí no hubo un desarrollo de pueblito a ciudad, ni tampoco una decadencia paulatina: hubo un surgimiento de repente y una caída igualmente rápida. Por eso podemos encontrar toda clase de vestigios, porque todo lo dejaron ahí."