06an1cul

MIERCOLES Ť 7 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Obra de Jesús González Dávila que se escenifica los lunes en el Foro Stanistablas

Reflejar la lacerante realidad del maltrato y el abuso sexual, tema de Los niños prohibidos

Ť Se trata de expresar emociones sin oportunidad de racionalizar, dice el director del montaje

CARLOS PAUL

La compleja problemática de las niñas y los niños no deseados, golpeados o agredidos sexualmente, expresada de manera dolorosa y violenta, es arrojada sin complacencia alguna a los ojos del espectador que asiste a la realidad de Los niños prohibidos, obra de teatro ''para personas de amplio criterio", escrita por Jesús González Dávila y puesta en escena por Felipe Oliva, que se presenta los lunes a las 20 horas en el Foro Stanistablas.

Integrada por cuatro cuentos (Padrino de mentiras, Una niña mala y un empleado muy ocupado, Inocente por siempre y Una niña se columpiaba), la obra refleja el miedo que deviene paranoia, el sentimiento de culpa infantil, la desesperanza, las mentiras negras y enteras, las verdades inconfesables, a esos hombres atormentados por haber sido víctimas en su infancia de abuso sexual y que ahora adultos, ''como una forma de venganza", se han convertido en violadores, a esas madres que por el amor de un hombre permiten que abusen de sus hijas y a esas mujeres que en la desesperación se provocan un aborto introduciéndose un gancho de ropa entre las piernas.

Con escenografía de Arturo Nava, compuesta por estructuras métalicas y malla ciclónica, cuyo propósito es evocar un ambiente sofocante y carcelario, para el montaje, comenta Oliva, ''me leí todas las obras publicadas del maestro González Dávila y eso me ayudó a construir todo ese ambiente tan lacerante. Cuando lo conocí, él me dijo que había una obra que le había dolido mucho escribirla, que había sido de las más difíciles y que ojalá, me dijo, la pudiera montar. Eso fue hace 13 años".

Infancia bonita, algo fantasioso

Después de ese encuentro con González Dávila, en charlas posteriores -prosigue Felipe Oliva- ''siempre me aconsejaba que hiciera una revisión acerca de la infancia. El decía que cuando alguien le platicaba de una infancia bonita, era como algo fantasioso, porque él no la tuvo. Supongo que, como todo artista, dejó algo de su propia vida en esta obra, en la que los verdaderos niños prohibidos son esos padres golpeadores y no tanto el niño o niña de los que se abusa".

En esta puesta ''los chavitos y las chavitas, por su infancia e inocencia, no saben lo que les ocurre. Sólo hasta que son mayores se dan cuenta. Existen algunos experimentos con perritos, a los que les aplican toques eléctricos e imediatamente reaccionan, y son tan frecuentes que después les ponen los cables sin electricidad y se tiran. Así aquí, los chavitos han sufrido tantas veces el abuso que cada vez que les va a pasar, pues bueno, ya lo aceptan. Esa es la inocencia a la que se refiere González Dávila".

Oliva se asume como un director de escena ''neoexpresionista" y comenta que el propósito de este trabajo es expresar emociones puras que le lleguen como un golpe seco al espectador sin que tenga oportunidad de racionalizar nada. ''La intención es realizar una especie de secuestro emocional, en el que se agita al espectador para hacerlo padecer lo que ve y ya después tendrán oportunidad de reflexionar lo que sintieron. Busco que la gente lo recuerde una y otra vez, sobre todo para que estas situaciones no vuelvan a suceder. Los niños prohibidos es una ventana a esas infancias dolorosas, abandonadas; es la necesidad de buscar una mano que te abrace, te acaricie y de tener alguien a quien decirle mamá o papá, y que éste te diga: te amo, hijo."