MIERCOLES Ť 7 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Alejandro Nadal
OMC: la guerra llega a Doha
La cuarta reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) abre el 9 de noviembre en Doha, Emirato de Qatar, rodeada de incertidumbre y desconfianza.
Más de 12 mil agentes de seguridad, baterías de artillería antiaérea y la poderosa flota estadunidense en el Golfo Pérsico cuidarán que los trabajos de la conferencia ministerial no sean perturbados por el fantasma de la guerra en Afganistán. Pero aun así no podrán evitar que se intensifique el conflicto entre países ricos y países subdesarrollados en el seno de la OMC.
El presidente del Consejo General, Stuart Harbinson, elaboró un proyecto de Declaración Ministerial que será la base de las negociaciones en Doha. El texto propone arrancar una nueva ronda de negociaciones e incluir nuevos temas en materia de aranceles para productos industriales, compras del sector público, inversiones y competencia.
El proyecto de Harbinson responde a los intereses de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón. China lo aceptó como parte del trato para ingresar a la OMC. Pero el documento es visto con preocupación por muchos países subdesarrollados porque ignora los problemas existentes en materia de desindustrialización, inversiones y subsidios agrícolas. En cuanto a propiedad intelectual, el escándalo por los sobreprecios de medicinas para tratar el sida es uno de los más serios problemas que enfrentan varios países africanos, pero el texto Harbinson prefirió ignorarlo.
No sorprende que el texto Harbinson no alcanzara el consenso. Pero él no cejó, y en un acto sin precedentes, con el apoyo del director general, Mike Moore, lo presentó "bajo su propia autoridad" como base de las negociaciones finales.
Pero ni Harbinson ni Moore tienen autoridad para presentar en la ministerial de Doha un documento que no ha sido generado por consenso o aprobado en una votación. Así que por la vía de los hechos Harbinson y Moore están violentando las reglas de procedimiento que rigen el funcionamiento del Consejo General, y en especial, el artículo IX del Tratado de Marrakesh que estableció la OMC.
Por esta razón, un acuerdo para lanzar una nueva ronda adoptado en Doha carecerá de legitimidad.
Entre los países que se oponen al texto Harbinson están la India, Pakistán, Kenya, Zambia, Zimbabwe, Jamaica, Nigeria, Egipto, Jamaica, Cuba, Malasia e Indonesia. Sus inquietudes no fueron escuchadas. Es claro que el reclamo de transparencia y apego al derecho, defendido vigorosamente en Seattle por muchas delegaciones, no ha sido atendido. El texto Harbinson-Moore es un intento por sorprender a los ministros en Doha.
Por su parte, el Banco Mundial, aliado del dúo Harbinson-Moore, afirma que la economía mundial necesita más que nunca una nueva ronda de liberalización comercial. El comercio mundial sólo crecerá 1 por ciento este año, en contraste con un crecimiento de 13 por ciento del año pasado. Y los países subdesarrollados enfrentan una caída de 10 por ciento en la demanda de sus exportaciones. Sin embargo, esto no se resuelve lanzando una nueva ronda de negociaciones para lograr mayor liberalización comercial. Las exportaciones hacia los países industrializados se han desplomado no sólo porque esas economías practican diversas formas de proteccionismo, sino por la contracción de la demanda en esta fase del ciclo económico. (Además, ésos no son los aranceles que se busca reducir; la nueva ronda buscaría recortar los aranceles de productos industriales producidos por los países menos industrializados.)
No es evidente que una mayor apertura pueda reactivar la deprimida economía mundial. Es más, cualquier liberalización comercial genera desajustes y desequilibrios para los cuales muchas economías simplemente no están preparadas, mucho menos en medio de una recesión mundial.
Además, una nueva ronda de negociaciones tardaría varios años en cristalizar en acuerdos concretos. Y los efectos de tales acuerdos demorarían todavía más en traducirse en nuevas inversiones, crecimiento y empleos.
En este momento no se necesita una nueva ronda. Muchos de los capítulos negociados durante la Ronda Uruguay ni siquiera se han aplicado. La reunión de Doha debiera abocarse a resolver problemas, como el de los subsidios agrícolas, que realmente amenazan el sistema mundial de comercio.
Pero para promover la agenda de los países ricos, todo se vale. El representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick, y su contraparte de la Unión Europea, Pascal Lamy, afirman que la mejor manera de contrarrestar el terrorismo en el mundo es a través de una nueva ronda de negociaciones.
No es obvio cómo el terrorismo sería combatido por otra ronda de negociaciones comerciales. En cambio, la apertura comercial impuesta por arreglos palaciegos es muy capaz de producir desigualdad, desesperación y más violencia.
En el camino que lleva a Doha, la OMC demostró que no es una organización al servicio de sus miembros. Es un organismo secuestrado por una burocracia a las órdenes de los países ricos y sus corporaciones.