MIERCOLES Ť 7 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Países amigos han ofrecido ayuda, pero hasta ahora sólo se ha aceptado la de China
Daños a agricultura e infraestructura turística dejó el huracán Michelle a su paso por Cuba
Ť Castro anuncia en la zona de desastre que la reconstrucción se realizará con recursos propios
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 6 de noviembre. A las siete de la noche empieza a oscurecer y las calles de La Ha-bana son de un negro profundo, hermético, un pozo sin fondo al que sólo se le ven contornos cuando pasa un carro.
Así era hace 10 años, al empezar el Periodo Especial. Más de la mitad del país está en apagón permanente, testimonio vivo de lo que significa el paso de un huracán.
El domingo, al irrumpir Michelle, algunos hoteles de Pinar del Río, Varadero y La Habana se empiezan a poblar de turistas traídos de los lugares más vulnerables. El lunes en la capital la sobrepoblación de vacacionistas inunda los vestíbulos, desborda los taxis, abruma a las agencias de viajes. ƑCuándo, cómo regresan?
Mientras rehacen sus planes, pueden de-sayunar y comer, tomar un café o un trago. Hay plantas de luz en los hoteles. Casi todos toman el episodio con espíritu deportivo, y algunos se divierten con el cambio de programa.
También con plantas eléctricas móviles, desde el domingo la televisión transmite en cadena nacional reportes continuos de la situación. El canal local de La Habana tiene una emisión especial.
Pero en más de la mitad del país nadie los ve. Nadie puede verlos, porque desde el domingo no hay energía eléctrica. El maratón televisivo se capta en su versión sonora, en una banda radial de frecuencia modulada. Pero hay que tener baterías y radio portátil. "Esos son otros 20 pesos", dicen los cubanos.
El lunes la gente ya quería apresurar la normalidad. Primero regresaron las colas: en el Pain de París, una bizcochería de inversión francesa; en El Rápido, una cadena de expendios de comida ligera; en algunas tiendas de abarrotes.
Todo en dólares. Forman fila quienes pertenecen a ese 60 por ciento de la población que de alguna manera tiene acceso a los billetes verdes.
Matanzas y Cienfuegos, golpeadas
El presidente Fidel Castro ha visitado algunos de los lugares más dañados en Matanzas y Cienfuegos. Suerte que el huracán en-tró por Ciénaga de Zapata, una zona de pantanos muy poco habitada, a la altura de la Bahía de Cochinos, famosa porque ahí empezó la invasión contrarrevolucionaria en 1961. Ahora es un polo turístico.
El viento destruyó cabañas para vacacionistas. De un criadero de cocodrilos hubo algunos fugados.
Castro llega a Jovellanos, Matanzas. Una mujer le grita: "Fue horrible, horrible, ho-rrible... fue horrible, comandante".
En Cárdenas el mandatario saluda a Elián González y su familia. En esta provincia, donde está el balneario de Varadero y la plantación de cítricos de Jagüey Grande, hay decenas de viviendas destruidas y un daño aún incalculable en la agricultura.
Castro dice que por lo que ha visto en las plantaciones de caña en esta región, prevé una pérdida de rendimientos de entre 30 y 35 por ciento.
En Cienfuegos calcula que los daños es-tán por debajo de lo esperado, aunque aun así son de gran consideración. "Creo que (el huracán) encontró la ruta amable", dice.
En Villa Clara hay localidades como Isabela de Sagua y Carahatas con pérdidas que casi son totales en sus precarias viviendas.
En la provincia de La Habana, la entidad que es el cinturón agrícola que rodea a la capital, se perdieron 70 por ciento de la cosecha de plátano, 5 mil toneladas de cítricos y 10 toneladas de azúcar, bañadas por el aguacero.
La Isla de la Juventud, el territorio insular que fue hace años la Isla de Pinos, donde existió la Prisión Modelo, la roca de la dictadura batistiana, quedó incomunicada por teléfono y televisión.
La antena de microondas fue derribada. En total nueve antenas de telecomunicaciones fueron arrasadas por el huracán, informó el Ministerio de Comunicaciones.
En la capital del país había hasta hoy 179 derrumbes y 250 árboles caídos, algunos de ellos añosos, quizás centenarios. La raíz está destrozada, arrancada del piso.
Por lo menos 10 mil teléfonos están fuera de servicio. Zonas del Malecón siguen inundadas. El agua penetró al Parque Ma-ceo y llegó al emblemático Hospital Hermanos Ameijeiras. Subió medio metro y golpeó un equipo alemán de tomografía axial, aún sin estrenar, y otro de resonancia magnética nuclear.
Castro dice que no ha solicitado nada a nadie, a pesar de que "algunos países amigos se han interesado en conocer y tratar de ayudar" a Cuba, para que se recupere del paso del huracán. "En principio hemos partido del cálculo cero", dice el líder cubano.
Todo se hará con recursos propios. Al parecer sólo a China se le acepta la ayuda. El presidente del Parlamento del país asiático, Li Peng, está de visita oficial en me-dio de la tormenta, y en un acto oficial anuncia una donación en especie y 120 mil dólares en efectivo.
China emerge como el aliado más sólido y estable de la isla, días después de que La Habana ha realizado su segundo y quizás definitivo gran ajuste de cuentas con Moscú, después de aquel de principios de los años 90.
"Me recuerda el 91", dice Naomi Reyes, una atractiva treintañera, vecina del Vedado, el barrio que equivale al centro comercial de La Habana.
Ha vaciado su congelador: una bolsa de vegetales, tres bisteces de res y dos piezas de pollo. Camina una cuadra para unirse a sus vecinas en la calle Paseo, que cocinan en un patio, al calor de una fogata con leña. Ahora hay mucha leña por la calle.
Algunos bancos abrieron el martes, sólo para depósitos o retiros en efectivo, sólo el titular, sólo en la sucursal donde está la cuenta. Si uno no sacó efectivo el viernes pasado, está embarcado.