MIERCOLES Ť 7 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Sergio RamírezŤ

Promesas graves que cumplir

Por una contundente mayoría los nicaragüenses han electo al ingeniero Enrique Bolaños, candidato del Partido Liberal, como presidente para los próximos cinco años. En términos simples estos resultados podrían llevar a pensar que al ser derrotado por tercera vez como candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Daniel Ortega no tiene más alternativa que abandonar el escenario político y que el actual presidente Arnoldo Alemán se irá tranquilamente a su casa tras entregar el poder a un sucesor de su mismo partido.

Pero las cosas no son así. Ortega y Alemán se repartieron entre ambos el poder político antes de las elecciones, a través de un pacto. Y, para empezar, los dos van a encontrarse a partir de enero del año entrante en la Asamblea Nacional: Ortega va al Parlamento en su calidad de candidato derrotado, y Alemán en su calidad de presidente saliente, y ambos estarán a la cabeza de grupos parlamentarios similares en número, y además muy fieles personas que les deben lealtad, porque es bajo esas calidades que las listas de diputados fueron escogidas por ellos mismos.

Esto significa que las decisiones claves que tienen que ver con la institucionalidad estarán en manos de los dos, empezando por el nombramiento de magistrados de la Corte Suprema, que necesita de mayoría calificada, y lo más seguro es que veremos repetirse una repartición de estos cargos ba-jo el sistema de "uno tuyo, uno mío", como ha ocurrido hasta ahora al amparo del pacto, en grave deterioro de la independencia y soberanía del Poder Judicial.

También estará en manos de los dos la aprobación del presupuesto nacional, la autorización para privatizaciones de bienes públicos y parte sustancial de la política monetaria y de suscripción de préstamos. El riesgo mayor es que el nuevo presidente Bolaños se quede prisionero de las circunstancias del pacto dentro de la casa presidencial, recibiendo las cartas credenciales de los embajadores. Esto es lo que el pacto pretende.

No voté ni por Bolaños ni por Ortega, e hice pública mi posición de ciudadano que prefirió abstenerse, como una objeción de conciencia contra el pacto. Ahora, como firme creyente en el destino democrático de mi país, yo quiero tomarle la palabra al presidente electo. Bolaños manifestó en las últimas semanas de su campaña que se opondría al pacto desde la presidencia, una empresa que ya se ve desde ahora difícil; pero cumplir con esa promesa es lo único que lo haría pasar de verdad a la historia de Nicaragua como el gobernante que fue capaz de sacar al país del limbo autoritario en que ahora se encuentra.

A nadie se le oculta que el presidente electo tiene poca influencia en las estructuras del partido que lo eligió candidato, y casi ninguna en las filas de los diputados liberales que encabezará Alemán. Por lo tanto, para lograr que sus poderes constitucionales no se vean disminuidos y que la democracia funcione como debe funcionar, sin el caudillismo bicéfalo que le tiene puestos los grilletes, Bolaños deberá apoyarse en la sociedad civil. No dudo que habrá muchísimas personas y entidades dispuestas a otorgarle su respaldo a la hora de abanderar esa lucha por la consolidación de la democracia. Y para emprenderla deberá pedir también el respaldo de la comunidad internacional y de los organismos de cooperación.

La otra promesa importante del presidente electo, también hecha al final de su campaña, fue la de castigar a los culpables de la corrupción sistemática que ha asolado a Nicaragua durante los últimos años. La corrupción es también ahijada del pacto, porque el pacto tolera y reparte territorios de impunidad. Para demostrar la firmeza de su dicho, Bolaños anunció que nombrará a un prestigiado jurista, el doctor Oscar Herdocia, como procurador de Justicia. Conozco su rectitud, fue mi profesor en la Escuela de Derecho.

Si esto también es cierto, que se abrirán juicios serios y concluyentes contra quienes han hecho de la rapiña con los bienes públicos y de las quiebras bancarias una profesión lucrativa, la sociedad civil va a respaldar al nuevo presidente Bolaños, y también lo deberá hacer sin reparos la comunidad internacional.

Las promesas que hizo de más empleos, viviendas, aumentos de salarios a los maestros, nuevas carreteras pavimentadas, pueden sonar como usuales en una campaña electoral. Pero sus compromisos de fondo, en los que está envuelta su verdadera credibilidad, son esos otros que he dicho: la lucha contra el pacto autoritario, y sus consecuencias, y la lucha frontal contra la corrupción. Es lo que le daría, además, un espacio vital de gobernabilidad al país.

Emprender en serio el cumplimiento de ambos compromisos le daría a Nicaragua el vigor moral que ha venido perdiendo y recompensaría la fe que los ciudadanos han vuelto a poner en la democracia, a pesar del pacto, al salir a votar masivamente. El nuevo presidente no tiene más que cumplir con su palabra en estos dos trascendentales aspectos, y tendrá al país detrás suyo.

Ť Escritor nicaragüense.

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