RECORTES: MAS DE LO MISMO
La
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) anunció
ayer un nuevo recorte al presupuesto federal --tercero en lo que va del
año y de la presente administración-- por más de 3
mil millones de pesos, medida que la dependencia referida justificó
con el argumento de que "los ingresos presupuestarios del sector público
continuaron con tendencia a la baja"; a decir de Hacienda, en los primeros
nueve meses de 2001, el gobierno federal dejó de percibir unos 13
mil millones de pesos, cantidad que no había calculado en enero
pasado.
Entre los dos recortes anteriores y el sacrificio presupuestario
anunciado ayer, el gasto público para el presente año se
reduce en 16 mil 820 millones de pesos. Este hecho contrasta con el optimismo
económico del discurso oficial, en el cual hay una clara tendencia
a trivializar y minimizar una crisis económica de tal magnitud que
ha obligado a las autoridades a pasar de proyecciones de crecimiento para
este año de 7 por ciento a admitir el estancamiento --si no es que
decrecimiento-- del PIB.
Más grave aun, cabe preguntarse si es realista
suponer, como lo ha hecho la SHCP en ocasiones anteriores, que las disminuciones
al gasto pueden efectuarse con base en ahorros y en disminuciones de las
erogaciones corrientes y no en la afectación de inversión
pública y de programas sociales indispensables para atenuar de alguna
manera las exasperantes y explosivas desigualdades económicas y
las condiciones de marginación y miseria que padece la mayoría
de la población mexicana.
De acuerdo con los datos disponibles, en lo que va de
la presente administración tales desigualdades, lejos de reducirse,
se han ahondado; así lo indican datos como el marcado incremento
en las importaciones de bienes suntuarios y de lujo, frente a las crecientes
dificultades de los sectores mayoritarios para adquirir artículos
de primera necesidad.
El hecho de que en nuestro país los ricos sigan
haciéndose más ricos y los pobres más pobres --como
ha venido ocurriendo desde el salinato--, también contrasta con
las promesas de campaña de Vicente Fox y con toda la tinta y el
tiempo aire utilizados por la presente administración para presentarse
como un gobierno que habría de deslindarse de las lógicas
neoliberales de los últimos sexenios priístas.
Por el contrario, las autoridades económicas foxistas
siguen aferradas a dogmas económicos que heredaron de los gobiernos
de Salinas y Zedillo, y con ellos pretenden hacer frente a la recesión
mundial que viene o que ya está sobre nosotros. En vez de orientar
el gasto público al fortalecimiento del mercado interno y la reactivación
de la economía nacional, el Ejecutivo federal ha decidido aferrarse
a una ortodoxia de déficit cero que no hará sino profundizar
la circunstancia recesiva; en suma, más de lo mismo.
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