Espejo en Estados Unidos México, D.F. lunes 5 de noviembre de 2001
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Editorial
 
RECORTES: MAS DE LO MISMO

SOLLa Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) anunció ayer un nuevo recorte al presupuesto federal --tercero en lo que va del año y de la presente administración-- por más de 3 mil millones de pesos, medida que la dependencia referida justificó con el argumento de que "los ingresos presupuestarios del sector público continuaron con tendencia a la baja"; a decir de Hacienda, en los primeros nueve meses de 2001, el gobierno federal dejó de percibir unos 13 mil millones de pesos, cantidad que no había calculado en enero pasado.

Entre los dos recortes anteriores y el sacrificio presupuestario anunciado ayer, el gasto público para el presente año se reduce en 16 mil 820 millones de pesos. Este hecho contrasta con el optimismo económico del discurso oficial, en el cual hay una clara tendencia a trivializar y minimizar una crisis económica de tal magnitud que ha obligado a las autoridades a pasar de proyecciones de crecimiento para este año de 7 por ciento a admitir el estancamiento --si no es que decrecimiento-- del PIB.

Más grave aun, cabe preguntarse si es realista suponer, como lo ha hecho la SHCP en ocasiones anteriores, que las disminuciones al gasto pueden efectuarse con base en ahorros y en disminuciones de las erogaciones corrientes y no en la afectación de inversión pública y de programas sociales indispensables para atenuar de alguna manera las exasperantes y explosivas desigualdades económicas y las condiciones de marginación y miseria que padece la mayoría de la población mexicana.

De acuerdo con los datos disponibles, en lo que va de la presente administración tales desigualdades, lejos de reducirse, se han ahondado; así lo indican datos como el marcado incremento en las importaciones de bienes suntuarios y de lujo, frente a las crecientes dificultades de los sectores mayoritarios para adquirir artículos de primera necesidad.

El hecho de que en nuestro país los ricos sigan haciéndose más ricos y los pobres más pobres --como ha venido ocurriendo desde el salinato--, también contrasta con las promesas de campaña de Vicente Fox y con toda la tinta y el tiempo aire utilizados por la presente administración para presentarse como un gobierno que habría de deslindarse de las lógicas neoliberales de los últimos sexenios priístas.

Por el contrario, las autoridades económicas foxistas siguen aferradas a dogmas económicos que heredaron de los gobiernos de Salinas y Zedillo, y con ellos pretenden hacer frente a la recesión mundial que viene o que ya está sobre nosotros. En vez de orientar el gasto público al fortalecimiento del mercado interno y la reactivación de la economía nacional, el Ejecutivo federal ha decidido aferrarse a una ortodoxia de déficit cero que no hará sino profundizar la circunstancia recesiva; en suma, más de lo mismo.
 

 

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