Lunes en la Ciencia, 5 de noviembre del 2001


 

Cuando los tiempos son malos, hay que invertir mucho en tecnología y ciencia

ƑPuede la ciencia florecer en la pobreza?

José Luis Fernández Zayas

El pasado 30 de octubre, una vez presentado el Programa Especial de Ciencia y Tecnología por el ingeniero Jaime Parada, director del Conacyt, y reiterados los conceptos fundamentales por el presidente Fox, los representantes de la ciencia que encontré en Los Pinos estaban de plácemes: se aseguró una y otra vez que la ciencia y la tecnología serían en delante una prioridad nacional; se transformará al Conacyt para dotarlo de más recursos e influencia para que se optimice el manejo de los fondos públicos en el rubro.

Se reforzará la vida académica, se apoyará la evolución del Sistema Nacional de Investigadores para que de cabida a muchos más miembros, y, en fin, se crearán las condiciones de desarrollo científico y tecnológico que siempre hemos soñado. Ahora que hay pocos recursos, dijo un gran universitario, es tiempo de soñar; y si de soñar se trata, soñemos en grande. Interpreto que, en estos momentos de cambio, de construir un nuevo país con una nueva política científica y tecnológica, no se valen los sueños chaparros.

Luego notamos que entre los muchísimos funcionarios del más alto nivel que firmaron los compromisos del nuevo programa, no estuvo el responsable de los dineros públicos, el secretario de Hacienda. Una reportera me preguntó: Ƒy si no hay suficiente dinero, se puede hacer lo que se ha comprometido? Mi respuesta es y debe ser siempre un rotundo e inconfundible "no". Si no le metemos dinero a nuestros planes, nunca pasarán de ser simples sueños.

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Pero salta la duda: en una sociedad pobre, con un presente económico angustioso, Ƒse vale quitarle dineros a otras carteras de la vida pública para apoyar a la ciencia y la tecnología? La respuesta debe ser un rotundo e inconfundible "sí". Como dice Jaime Parada, cuando los tiempos se vuelven malos, hay que invertir mucho más en CyT.

Recuerdo otro gran universitario, hijo de padre trabajador en la provincia del norte del país. Se refiere a su madre como una dama de ideas claras y compromiso con el éxito de sus chilpayates. Cuando los tiempos eran malos, a veces no les alcanzaba para zapatos, o pantalones, y los que usaban estaban rotos y raídos. Comer carne era una vana ilusión, y a veces comer en sí era una ambición insatisfecha. Pero la mamá nunca dejó de enviarlos a la escuela, apoyarlos en sus estudios, comprarles libros y útiles. Esa familia aprendió a conservar el gasto en educación por encima de cualquier otro. Ahora, el gran hombre que cito y sus hermanos son mexicanos destacadísimos en sus respectivas disciplinas, exitosos jefes de nuevas familias triunfadoras, líderes por excelencia, arquetipos del mexicano de la aristocracia intelectual, formidablemente competentes. Son indudable evidencia de que la política de gasto en esa familia es ejemplar. No tengo duda de que el país requiere que los que tomen decisiones en los temas de gasto e inversión en educación, ciencia y tecnología, deben actuar como la mamá de mi maestro.

El autor es vicepresidente de la Academia Mexicana de Ingeniería

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