LUNES Ť 5 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Versión de que el apoyo logístico de Uzbekistán es mayor al admitido públicamente
Habla Rumsfeld de "ciertos avances" en el ataque estadunidense contra Afganistán
JUAN PABLO DUCH ENVIADO
Tashkent, 4 de noviembre. Sin grandes resultados que presumir, el secretario estadunidense de Defensa, Donald Rumsfeld, afirmó aquí este domingo que el ataque de Estados Unidos contra Afganistán tiene "ciertos avances".
También destacó el "valioso apoyo" de Uzbekistán y, como era previsible, declinó precisar los nuevos acuerdos alcanzados con el presidente Islam Karimov.
"Los esfuerzos para enfrentar las redes terroristas tienen un ritmo que muestra ciertos avances", señaló Rumsfeld, a escasos tres días de que se cumpla un mes del comienzo de la campaña bélica contra Afganistán.
De esta manera, el jefe del Pentágono, en una caótica rueda de prensa al concluir su entrevista con Karimov, quiso contrarrestar las críticas que ponen en entredicho la eficacia del golpe de respuesta de Estados Unidos a los atentados en Nueva York y Washington, el pasado 11 de septiembre, cuya responsabilidad atribuye a Osama Bin Laden y el régimen talibán que lo protege.
"Estados Unidos necesita todo tipo de ayuda en la guerra contra el terror, pero no voy a precisar la contribución de ningún país", respondió Rumsfeld a la pregunta de si Uzbekistán aceptó proporcionar nuevas bases militares y permiso para estacionar un mayor número de soldados estadunidenses, propósito principal que lo trajo a este país de Asia central por segunda ocasión en menos de un mes.
De modo oficial, Tashkent autoriza sólo el uso de la base militar de Hanabad, a 150 kilómetros de la frontera afgana, en la cual hay entre mil y dos mil efectivos de unidades de elite del ejército de Estados Unidos, supuestamente en espera de entrar en acción en operaciones de "salvamento" y "con fines humanitarios".
Versiones extraoficiales de fuentes locales con acceso a información privilegiada consultadas este domingo por La Jornada, apuntan a que el apoyo logístico que brinda Uzbekistán es mucho más amplio que el admitido públicamente.
El gobierno de Karimov pidió mantener en secreto el verdadero alcance de la cooperación -"real y eficaz", en palabras del propio Rumsfeld- hasta que la región uzbeka colindante con Afganistán deje de estar bajo control talibán y disminuya, por tanto, el peligro de una represalia.
Del lado talibán, en el frente de Mazar-e-Sharif, combaten no menos de 8 mil fanáticos del Movimiento Islámico de Uzbekistán, al mando de Dzhuma Namangani, que tiene un considerable número de simpatizantes en la región uzbeka del Valle de Ferganá y entró en la clasificación de las 25 organizaciones terroristas más peligrosas del mundo dada a conocer hace unos días por el Departamento de Estado estadunidense.
Por eso no sorprendió aquí que Rumsfeld, cuya sonrisa irónica fue por momentos mucho más elocuente que sus palabras, haya dicho que se mantiene invariable la misión de los soldados estadunidenses en Uzbekistán. "No hay cambios" al respecto, señaló.
De creerle al jefe del Pentágono, tampoco se discutió aumentar el despliegue de efectivos o la posibilidad de que los que ya están en Uzbekistán participen en operaciones de combate.
Su contraparte uzbeko, Kadir Guliamov, provocó risa entre los periodistas extranjeros cuando abundó en la respuesta de Rumsfeld: "No creo que actualmente exista un acuerdo para cambiar esto", dijo con la solemnidad de alguien cuya única preocupación parecía ser no apartarse de la línea marcada por su presidente.
En realidad se da por descontado que Estados Unidos podrá disponer de otras bases militares uzbekas, entre ellas la de Kokaida, a 30 kilómetros de la frontera con Afganistán, que estarán sometidas a un estricto régimen de seguridad similar al que se aplica en torno a la base de Hanabad: un triple cinturón de vigilancia que impide acercarse a menos de decenas de kilómetros de distancia.
Uzbekistán, en otro de los entendimientos encubiertos, cumplirá el papel clave que le asigna Estados Unidos como lugar más apropiado para concentrar las fuerzas especiales estadunidenses que serán enviadas, en los próximos días, en calidad de refuerzo a los 200 soldados ya desplegados en la parte noroccidental de Afganistán.
Rumsfeld, en busca de mayor respaldo a la operación Libertad Duradera, visitó Tashkent tras haber estado medio día en Moscú y unas horas en Dushanbé, la capital de Tadjikistán, primeras escalas de una gira que tiene como siguientes destinos Pakistán e India.
En Dushanbé, aunque Rumsfeld tampoco quiso revelar los detalles de su conversación con el presidente tadjiko Emomalí Rajmonov, trascendió que Estados Unidos ofreció un paquete de ayuda financiera de decenas de millones de dólares, a cambio de que se le permita usar la base militar de Kuliab.
En declaraciones a un canal de televisión estadunidense, el canciller tadjiko Talbak Nazarov dio a entender que Dushanbé no excluye un acuerdo de esa naturaleza, al tiempo que se supo que un grupo de expertos estadunidenses empezaron a estudiar ya el estado en que se encuentra la base de Kuliab. Como alternativas, se consideran las bases de Kurgán-Tiubé y Joyand.
El desunido Frente Unido
Todo parece indicar que Rumsfeld consiguió en Tashkent y Dushanbé mayor apoyo logístico para, a su vez, impulsar la ofensiva de la opositora Alianza del Norte afgana, que no logra salir del punto muerto en que se encuentra desde hace días.
El problema es que Estados Unidos aún no tiene claro a qué grupo apoyar y en qué medida, pues de ello depende que sea más fácil o complicado influir en la conformación del futuro gobierno postalibán, si es que no evitar la prolongación de la guerra civil en Afganistán.
Los líderes de la Alianza, que siguen controlando sólo 10 por ciento del territorio afgano y levantaron cabeza sólo después del comienzo de los bombardeos estadunidenses, prefieren que se le denomine Frente Unido para la Liberación de Afganistán, pero si algo define a estos grupos de combatientes es la desunión y los intereses particulares.
Las tropas de la Alianza del Norte están volcadas sobre tres direcciones sin coordinación alguna y están separadas por montañas: el desfiladero de Panshir, la región de Tajor (a lo largo del río Piandzh) y la zona uzbeka de Mazar-e-Sharif.
Da la impresión que todos los grupos, en lugar de actuar como un solo frente de guerra, con un mando unificado, compiten entre sí en ver cuál ocupa primero alguna de las ciudades todavía bajo control talibán.
En las dos primeras direcciones, bajo responsabilidad de Mohamed Fahim, que tiene como meta tomar Kabul, los soldados son mayoritariamente tadjikos, igual que su jefe, y el apoyo proviene de Rusia.
En Mazar-e-Sharif el general Rashid Dostum y los combatientes son uzbekos, respaldados por Estados Unidos y Uzbekistán, pero incluso más cerca de esa estratégica ciudad se encuentran los destacamentos hazaras de Karim Jalili, que representa a la única etnia afgana de confesión chiita y cuenta con apoyo de Irán.
Irán también presta ayuda a las tropas de Ismaíl Jan, antiguo gobernador de Herat, lanzadas sobre esa importante ciudad que en el futuro será determinante en el tendido de nuevas vías para el transporte del petróleo hacia el Océano Indico. En el acercamiento de Ismaíl Jan con Teherán no afecta el hecho de que este jefe militar sea sunnita y tadjiko, a la vez que nada tiene que ver con Mohamed Fahim.
En el flanco oriental, la Alianza del Norte tiene como aliado nominal a Jadzhi Kadyr, que está al mando de los soldados de las tribus pashtunes de las provincias de Kunar, Lagman y Nangarjar, y cuenta con la asistencia de Pakistán.
La Alianza del Norte, por la dispersión de esfuerzos, no está resultando eficaz y cada vez es más claro que encauzar estos intereses tan encontrados hacia un frente común de lucha antitalibán será posible sólo mediante una operación terrestre liderada por el propio Estados Unidos.
Pero para ello hace falta tiempo y el invierno ya está en puerta.