Con
motivo de la nueva exposición presentada por Vicente Rojo en Barcelona,
el crítico Alfonso Alegre Heitzmann escribió este texto que
recoge algunos aspectos de la trayectoria artística de Vicente y
encomia su capacidad de renovación y su búsqueda constante
de nuevos temas y nuevas formas. La exposición anda por los jardines
urbanos, los que están junto al mar, los de piedra, los abiertos
y los secretos. En la geometría de estos jardines, dice Alegre,
Vicente Rojo escucha la casa del pasado, revive imágenes, lugares
conocidos, sueños y rumores del mundo. De nuevo y de distinta
manera, Vicente nos entrega la certeza de la transformación de la
materia y la idea de la renovada variedad del mundo.
"Una
casa, un jardín, no son lugares: giran, van y vienen. Sus apariciones
abren en el espacio otro espacio, otro tiempo en el tiempo. Sus eclipses
no son abdicaciones: nos quemaría la vivacidad de uno de esos instantes
si durase otro instante." Podrían ser palabras sobre la nueva exposición
de Vicente Rojo en Barcelona, y sin embargo son versos que ahora prosifico
sin que pierdan nada de su poesía escritos por Octavio Paz hace
más de treinta años. Jardín del tiempo, la pintura
de Vicente Rojo es ese instante incendiado: vertiginosa inmovilidad; pero
también su eclipse y su perpetua transformación: metamorfosis
de lo idéntico. En el poema de Paz, escrito al abandonar la India
en 1968, dos son los jardines: el jardín recordado de su niñez
en Mixcoac, en México, y el de Delhi que deja ahora atrás,
al escribir este poema: "¿Atrás o adelante?", se corrige
y se pregunta Paz, y añade: "No hay más jardines que los
que llevamos dentro."
En ese girar, en ese ir y venir, en esa
transformación constante y a la vez profunda fidelidad que caracterizan
la pintura de Vicente Rojo, hay también dos escenarios, dos jardines
que viajan con él en su pintura. El primero, es un jardín
urbano, en Barcelona, la ciudad donde nació: "el recuerdo del primer
sueño al aire libre: Paseo de San Juan", como con bella precisión
ha escrito José-Miguel Ullán. El otro, el segundo sueño,
no es la nostalgia de un jardín, sino la memoria de un anhelo, el
anhelo de "un país intensamente imaginado y protector", jardín
interior o sueño de un jardín que sólo en su adolescencia
podrá pisar. Ese país es México, su patria desde entonces.
Toda la obra de Rojo se ha construido,
desde 1965, fecha en la que se inicia la serie Señales, a
partir de un trabajo seriado: Señales, Negaciones,
Recuerdos,
México bajo la lluvia, Escenarios, son sus títulos
generales. El pintor parte en cada serie de un esquema plástico
determinado, de una estructura cerrada y sin embargo "abierta a todo lo
imprevisto" en la que trabaja y profundiza y a la que intenta arrancar
desde su voluntario ascetismo toda su expresividad. Ya en los títulos
de esas series se observa una progresión que nos lleva de lo abstracto
a lo personal, de lo apenas presagiado señales, tan sólo
a la presencia luminosa: México bajo la lluvia. Si esta última
serie supuso para el pintor, nacido en Barcelona, la plena aceptación
de su patria adoptiva, Escenarios, la serie que inicia poco después,
en 1989, y que hoy todavía continúa abierta, nació
bajo el signo de la confluencia del pasado y del presente, de la geografía
recordada de la ciudad de su infancia y del pasado mítico del país
que lo acogió en su adolescencia: de la conciliación de esos
escenarios del tiempo en su pintura. Los títulos de los cuadros
y de las sucesivas subseries de Escenarios que el pintor ha ido
creando durante más de una década hablan por sí mismos:
"Pirámides iluminadas", "Volcán y pirámide", "Estela",
"Paseo de San Juan", "Escenario primitivo", "Escenario urbano", "Escenario
junto al mar", etcétera.
En
distintas ocasiones, haciendo referencia a esta forma de trabajo seriado,
Vicente Rojo ha señalado que su pintura es "un trabajo en rotación".
Esa concepción, aunque formulada por el autor hace años,
puede ser muy reveladora también hoy para el espectador que visite
esta nueva exposición: "Me pongo a trabajar enfrente de quince telas.
En realidad yo proyecto y pinto al mismo tiempo, así que cada exposición
es, en definitiva, casi un solo cuadro [...] no siempre las formas llegan
a los cuadros que empezaron, a veces aparecen en otros cuadros, van girando.
Casi siempre mi trabajo es así, en rotación." Ese pintar
en rotación no sólo se da en su concepción del trabajo
en cada serie, sino que es fundamento de toda su pintura. Así, una
serie en apariencia tan acotada cronológicamente como la de México
bajo la lluvia, que el pintor inicia en 1980 y desarrolla durante toda
esa década, tiene ya su primer esbozo mucho tiempo antes, en 1964.
También de esa misma época son las primeras series sobre
el tema del laberinto, tan presente hoy en los últimos Escenarios
urbanos. Así mismo, una subserie tan importante como la de "Paseo
de San Juan", desarrollada sobre todo en la década de los noventa,
tiene su origen en 1978, cuando el pintor está inmerso en la realización
de la serie titulada Recuerdos. Los ejemplos podrían multiplicarse.
Asistimos en la obra de Vicente Rojo a un viaje a través de la pintura,
de su instante incendiado y de su metamorfosis. Universo en rotación,
su tiempo es circular. Sus escenarios, laberintos, jardines, giran, van
y vienen y no se dejan atrás; nos esperan adelante, cuando el tiempo
en la pintura se convierte en todo el tiempo y en su simultaneidad el ser
conquista su unidad.
En esta nueva exposición titulada
escuetamente Escenarios 35 x 35 x 35, Rojo presenta treinta y cinco
gouaches, de igual formato y tamaño, ordenados en siete pequeñas
series, compuesta cada una por cuatro cuadros, excepto la primera, "Jardines
urbanos", integrada por once. Los Escenarios de sus últimas
exposicionesabiertos, urbanos, junto al mar se han hecho ahora íntimos.
Si en aquéllos la visión de sus extrañas ciudades
laberínticas se le ofrecía al espectador desde arriba, desde
el aire, ahora el pintor entra y nos deja entrar en ellos. Las formas de
aquellas arquitecturas pirámides, columnas, monumentos no conforman
ahora "ciudades", sino que se aíslan en el cuadro, se hacen accesibles
y adquieren un mayor protagonismo. Si antes no caminaba nadie por sus calles,
ahora parece como si alguien pasease por estos jardines, como si un espíritu
se moviese en ellos.
Las
formas estáticas, firmes y definidas, de estos cuadros, muchas de
ellas asociadas al número cuatro (cuadrículas, formas cúbicas),
como el propio formato de los cuadros y el número de cuadros de
cada serie, contrastan con las formas dominadas por la línea curva:
columnas, cilindros, conos, formas circulares y, sobre todo, esferas. ¿Cuál
es la verdad íntima de esta geometría? Juan García
Ponce, el gran escritor mexicano, supo expresarlo hace años con
clarividencia: "La más profunda intención de la pintura de
Vicente Rojo es la revelación de la materia como un elemento vivo,
eternamente cambiante, en transformación perpetua, siempre nuevo,
otro y el mismo en todo momento, a través de la sensibilidad del
creador." Mundo analógico en el que todo es posible; con asombro
observamos que en el diálogo que en estos cuadros se establece entre
las distintas formas geométricas la materia que nos lleva es el
agua. En el sueño de estos jardines, las líneas onduladas
que como en las miniaturas de un códice medieval simbolizan el
agua, aparecen ya tímidamente en los últimos cuadros de la
primera serie, "Jardines urbanos"; entran en el jardín y se adueñan
literalmente del espacio, lo inundan, en "Jardines junto al mar"; se simplifican,
se abrazan a las columnas y se hacen del aire en "Jardines de piedra";
como "aire" dominan el espacio de "Jardines secretos", donde algunas figuras
yacen en tierra tumbadas, derribadas por él; y, finalmente, casi
se convierte en alas en "Jardines abiertos". La función de esa forma
sinuosa es esencial en nuestro recorrido, pues aporta una unión
continua a las imágenes de los distintos cuadros y series, una sintaxis.
El agua, el aire, las alas, son aquí el alma que circula, que rompe
la fijeza de las formas estáticas, que dialoga con las formas circulares,
cilíndricas y esféricas, que nos lleva de la mano por estos
jardines y que desde dentro nos revela su profundo secreto.
"Para quien sabe escuchar ha escrito Gaston
Bachelard la casa del pasado, ¿no es acaso una geometría
de ecos?" Elementos de una geografía personal y mítica, en
la geometría de estos jardines, Vicente Rojo escucha la casa del
pasado, pero de ese pasado no sólo llegan a su pintura los hechos
y los lugares, las imágenes, sino también el amor y la amistad,
los sueños y el rumor del mundo, la poesía y el constante
anhelo de que la pintura jardín interior diga lo que de la vida
el pintor nunca podría decir de otro modo. |