DOMINGO Ť 4 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Bárbara Jacobs

Angustia en las alturas

Apenas lograba aislarme, oía que llamaban a la puerta. Un golpe, otro, otro; seguidos, rápidos. Salía de mi ensimismamiento y preguntaba, ƑQuién es? No me contestaba nadie. Volvía a concentrarme. Aparecía el recuerdo de una mujer vestida de rojo, con un perro en el extremo de la correa que tenía aferrada en la mano, que me miraba hacia abajo. Es cierto que me había citado en esa esquina. Quería cambiar de vivienda y llegué con puntualidad a la cita. Me aburría la vista de donde vivía. Pero, una vez decidida a buscar nuevo alojamiento, había empezado a dudar. ƑEra aburrimiento lo que experimentaba al asomarme por la ventana y ver lo que veía? ƑO, aburrimiento o como se llamara, me sucedía porque cuando me asomaba por la ventana era domingo? Mi compañero me aclaraba: No es aburrimiento; es spleen. Pero, Ƒera spleen, o lo llamó así porque estábamos en París?

Después de un rato de observarnos, la mujer se nos acercó. Nos explicó que antes de dar la dirección del departamento que rentaba, prefería observar a los posibles inquilinos, como medida de seguridad. La seguimos. Sin decírnoslo, mi compañero y yo sabíamos que el otro sentía tanto miedo como él. Podíamos oírnos describir a la casera, esas ojeras, ese exceso de maquillaje, la voz ronca, la papada, el descuido del cuerpo mal disimulado por la ropa. ƑY si nos tiende una trampa? ƑY si nos mata? Los encabezados de los diarios dirían que se encontraron los cadáveres de una pareja de extranjeros con las manos entrelazadas. ƑPor el spleen? ƑCómo seguir a quien nos mostró desconfianza? ƑConfiar en quien desconfía de ti? ƑEs spleen lo que te ciega?

Mucho antes de estos acontecimientos que, por cierto, tuvieron lugar tiempo atrás, una tarde de domingo me mecía sentada en el borde de la cama, sola, apretando un cojín contra el pecho. Oí una voz que me llamaba. Pregunté quién era, pero alcancé a advertir que mi pregunta se había formulado en silencio. Padecía angst, o en aquel tiempo yo había aprendido a llamar angst lo que oprimía el conducto de mi respiración y que me impedía respirar con naturalidad. En cualquier caso, nadie me contestó. Vagamente, como entre niebla, pensé que una cosa era arrullarse en una mecedora y, otra, lo que me encontraba haciendo en el borde de la cama, los pies sobre el tapete y sus dibujos indescifrables.

Spleen suena a trampolín, o sea que te provoca deseos de saltar, pero, en primer lugar, te permite tomar impulso y, por otra parte, te crea la idea, o por lo menos la ilusión, de que abajo hay agua, no vacío. En cambio angst te conduce hacia la ventana abierta, desde un plano elevado, y hace las veces de un motor independiente que te impulsa, sin violencia, a tirarte. El angst te crea la sensación de que te tiras solo, es decir, sin él; lo dejas atrás. Suena a combinación de desasosiego y pavor. ƑQuién quiere, a voluntad, ir cargando estas cosas que, además, pesan?

La presunta casera parisiense abrió la puerta que, sin embargo, no abrió del todo. Sin entrar, podíamos deducir, por el desorden en que se hallaban los muebles, que los inquilinos anteriores no eran de confianza. El desorden no era todo, aunque sí el responsable de que la puerta no abriera bien. Un sillón de cabeza parecía haber sido volcado contra la puerta. Cortinas semicaídas, tapete arrugado, manchas en las paredes, golpes en las paredes, un espejo ladeado, la lámpara del techo en el suelo, papeles diseminados por todas partes. No quise asomarme a la cocina. Mi compañero, no obstante, se dirigió al cuarto de baño. La casera nos informaba en dónde estaba el interruptor general de electricidad, el nombre de la portera. ƑCreía que confiábamos en ella? ƑQué padecía, spleen o angst? ƑQué la cegaba?

Mi angst me hacía ver a una distancia inalcanzable la puerta de salida. No conseguía mover un pie hacia ella ni, mucho menos, el otro. Me pareció que mi compañero no lograba ni siquiera pronunciar la palabra gracias; despegaba los labios, pero ni yo, que estaba pegada a él, lo oía decir nada. Angst. Esto es el angst. Mi máquina de escribir lo sufre. Presiono la tecla de la coma, y se imprime el punto; para más señas, final.