DOMINGO Ť 4 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Carlos Bonfil

Los otros

ålejandro Amenábar se convirtió rápidamente en un cineasta de culto con su primer largometraje, Tesis, un thriller eficaz y arriesgado sobre los circuitos del snuff movie (filmación en directo de asesinatos reales para cine o video) y su relación con las faenas de un asesino serial. Poco después, el realizador chileno, radicado en España, sorprendería con otra cinta fascinante, Abre los ojos, nueva incursión en el suspenso y vehículo de internacionalización inmediata para el cineasta Actualmente está en posproducción su versión estadunidense, Vanilla Sky, dirigida por Cameron Crowe.

A sus 29 años Amenábar ha logrado imponer de nuevo sus inquietudes estéticas y su gusto por el suspenso en una tercera aventura, Los otros (The others), está vez a nivel más comercial y en el marco de una coproducción de Estados Unidos y España. El realizador, también autor del guión, acepta de inmediato las convenciones del género de terror para evocar la historia de una casa embrujada, a finales de la Segunda Guerra, en Jersey, una isla desolada frente a la costa inglesa. En ese lugar vive Grace (Nicole Kidman) con sus dos hijos pequeños, en espera del regreso de su marido combatiente.

Lo primero que destaca en el film de Amenábar es la recreación de atmósferas. Al respecto, la elección de Jersey es elocuente. En los años setenta del siglo diecinueve vivió allí, en exilio, el poeta Víctor Hugo, y entre las distracciones locales figuraba la de organizar mesas espiritistas y convocar a los fantasmas, una actividad que sedujo brevemente al novelista. En Los otros hay una referencia a ese tipo de ceremonias, y también la descripción fascinante de un libro de los muertos, álbum de fotografías tomadas a personas recién fallecidas con el propósito de mantener con ellas un contacto simbólico y duradero. El tema de la cinta es justamente la manera en que, de una generación a otra, los fallecidos mantienen el dominio de una morada --jurisdicción espectral inexpugnable--, no tanto para aterrorizar a cada nueva familia ocupante, sino para ensayar de modo muy pagano una fórmula de convivencia de los vivos y los muertos.

Los interiores de la enorme mansión en Jersey sugieren un sepulcro; las reglas domésticas son allí muy estrictas: debido a una enfermedad de los niños --una sensibilidad extrema a la luz, capaz incluso de matarlos--, todas las ventanas deben cubrirse y la penumbra acompañarlos siempre. La inspiración de este espacio claustrofóbico remite por supuesto a las ficciones de Edgar Allan Poe llevadas a la pantalla, en particular a La pavorosa casa de Usher (Roger Corman, 1960), pero el manejo de lo sobrenatural desde un punto de observación infantil tiene mayores afinidades con El sexto sentido (sin lograr igualar su eficacia), y con la venenosa relación entre niños y sirvientes en Posesión satánica (The innocents, Clayton, 1961). Amenábar crea momentos de verdadero suspenso, pero esto sólo al cabo de largas secuencias preparatorias, en las que parece más importante definir un estilo que mantener agilidad en el ritmo, y con el infalible recurso a las revelaciones súbitas que provocan sustos colectivos. Por momentos el recurso parece barato, e indigno del realizador de Abre los ojos, pero a medida que la historia avanza y se producen las primeras vueltas de tuerca, el conjunto se vuelve más interesante, y más sugerente la confusión entre realidad y fantasía, lo racional y la locura. En Posesión satánica asistíamos al combate de una institutriz (Deborah Kerr) contra la malignidad de dos sirvientes fantasmas; en Los otros, Nicole Kidman despliega un registro muy amplio de emociones: neurosis de posible viuda desprotegida, rostro alucinado de quien paulatinamente padece el extrañamiento con su entorno, aguerrida actitud de una madre animal protegiendo a sus cachorros. Hay escenas notables, como el encuentro de Grace en medio de la niebla con el ser amado hasta entonces ausente; otras, más efectistas, como el avance de espectros a la manera de George Romero en La noche de los muertos vivientes (1968). Amenábar tiene buenas intuiciones en su guión y logra el buen desempeño de sus actrices, la irlandesa Fionnula Flanagan (señora Mills, ama de llaves), y una Nicole Kidman domesticada por el terror. La cinta vacila de modo muy desigual entre la exquisitez estilística y el tributo al cine de terror de los sesenta. La combinación es interesante y vale la pena apreciar los riesgos incurridos. Amenábar es con todo un cineasta capaz de mejores sorpresas.