DOMINGO Ť 4 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Sus enormes reservas mineras y petroleras han convertido al país en botín
Afganistán, de la antigua ruta de la seda a la actual de la guerra y el fundamentalismo
DE LA REDACCION/I
Nación inhóspita y en tránsito permanente entre la estabilidad y la guerra, entre el mundo árabe y las múltiples etnias del desierto, Afganistán es como su orografía: indomable, dura, resistente. En menos de un siglo, la he-gemonía del imperio británico, primero, la del poderío soviético, después, y ahora la de la potencia americana han entrado en crisis a partir de continuas invasiones en este territorio que posee grandes recursos mineros, es el principal productor mundial de goma de opio y fue conocido milenariamente como "el paso de la seda" por ser el punto obligado de circulación para comerciar entre India y China, para transitar entre el mundo árabe y el mundo turco, y para delimitar el muro islámico y el ámbito budista y confusionista.
Afganistán es un país sin acceso al mar, pero clave para llegar a él. Su situación estratégica deriva del hecho de que varias compañías petroleras están investigando la posible construcción de oleoductos en Asia central, a través de Herat y Kandahar, ciudades afganas, hasta Quetta y Karachi. La ruta afgana es la más corta y llevaría el petróleo hacia el mercado del subcontinente de India. El costo estimado del oleoducto que se construiría en esta zona sería de 1.9 mil millones de dólares.
Entre las naciones interesadas por controlar esta ruta se encuentran, en primer lugar, Gran Bretaña y Estados Unidos, Rusia, Irán y Azerbaiján, cuya Compañía de Operaciones Internacionales (COI) es controlada por en 39 por ciento por empresas petroleras de Estados Unidos (Amocco, Unocal, Exxon y Pennzoil, entre las más importantes), en 19 por ciento por Gran Bretaña, 10 por ciento por Rusia, 8.6 por ciento por Noruega, 3.9 por ciento por Japón, Turquía con 6.8 por ciento y Arabia Saudita con 1.7 por ciento.
Afganistán constituye la ruta de acceso co-mercial al potencial petrolero y de gas natural de las cinco ex repúblicas soviéticas de Asia central: Uzbekistán, Tadjikistán, Kirguistán, Turkmenistán y Azerbaiján. En Kazajstán, desde 1993, Chevron (para la cual trabajó Condoleezza Rice) concluyó un histórico contrato de joint venture (de 50 a 50 por ciento) para desarrollar la explotación petrolera en una región con potencial de 6 mil a 9 mil mi-llones de barriles de reserva. En Uzbekistán y Turkmenistán, las empresas que participan en la COI desean explotar las reservas de gas natural de ambas repúblicas del Caspio, que poseen las reservas más grandes del mundo.
El engranaje con Azerbaiján es clave, ya que está en el nudo de dos movimientos islámicos fundamentalistas importantes: la revolución chiíta de Irán, cuyo gobierno está interesado en el potencial de esta república, y el movimiento nacionalista checheno, con presuntos vínculos con el régimen talibán de Afganistán, rival del chiísmo iraní.
Reservas como las del golfo Pérsico
En su edición número 72, de marzo-abril de 1998, la revista militar estadunidense Military Review publicó un extenso artículo de Lester W. Grau, quien informaba de por lo menos cuatro proyectos de construcción de oleoductos en la zona del mar Caspio que involucraban los intereses de por los menos 11 grandes compañías estadunidenses.
En la parte central del estudio, Grau subrayó: "Las exportaciones de petróleo y gas na-tural del mar Caspio y de Asia central posiblemente podrán igualar las del golfo Pérsico al cabo de 10 a 15 años, aunque tal predicción quizás esté fundamentada en cálculos extremadamente optimistas. En el presente Washington considera que la región del Pérsico es de vital interés nacional... Estados Unidos debería analizar su relación con Rusia, Irán, Turquía y los demás países de la región... Si se produce una situación en la que una potencia "delincuente" cierre los estrechos de Or-muz o bien organiza una reducción de la producción petrolera a nivel global, esta nueva región ofrece alternativas a las tradicionales opciones de confrontación armada y rendición diplomática".
En noviembre de 1999, el secretario de Energía de Bill Clinton, Bill Richardson, re-calcó la importancia que adquiere para su país el oleoducto de 2 mil kilómetros que se construiría en la zona: "No es simplemente otro negocio importante de petróleo o gas natural ni es simplemente un oleoducto más. Se trata de proyectar los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos, es decir, de nuestra visión estratégica del futuro del Caspio".
Esta posición estratégica de Afganistán se hizo presente desde que el ejército de Alejandro Magno derrotó al imperio persa en el 328 antes de nuestra era y controló la región. También el mítico Gengis Khan invadió este territorio en el siglo XI y las principales ciudades afganas pasaron a formar parte del imperio mongol de Delhi en 1522.
La moderna nación afgana surge en el siglo XVIII, cuando Ahmad Sad Durrani logró unificar todas las tribus y combatió a persas e indios, fundando en 1747 el reino de los afganos, cuya dinastía perduró hasta 1842. En 1838 la disputa entre Rusia y el imperio británico por el control geopolítico de la región originó la primera guerra anglo-afgana (1838-1842). Los gobiernos títeres establecidos por la corona inglesa no lograron frenar el descontento y en 1855 Londres tuvo que aceptar el control del emirato de Dost Mo-hammad Kan. La hostilidad anglo-afgana re-surge en 1878 por el acercamiento con Rusia, generando una nueva guerra que culmina en 1880 con el Tratado de Rawalpindi (1880) entre Gran Bretaña y el emir Abd ar Rahman Kahan, quien convirtió a Afganistán en un Estado asociado a India, situación que se prolongó hasta la Primera Guerra Mundial.
En el presente siglo Afganistán tiene un régimen que desde 1933 hasta 1978 negoció el desarrollo del país recurriendo a Estados Unidos para explotar los recursos naturales y para construir sistemas de irrigación y comunicación. En la década de los 30, la economía se desarrolló bajo el control de un núcleo de empresarios que apoyaba el reinado de Zahir Shah. Este monarca mantuvo una política pragmática, de no intervención, durante la Se-gunda Guerra Mundial.
En 1947 detonó el conflicto de los pashtunes -etnia mayoritaria en Afganistán- que vivían en el lado británico de la línea Durand, zona que a partir de ese año se convierte en Pakistán. Tras su independencia del imperio británico India jugó un papel clave a favor de los afganos que reclamaban el control de Pakistán, mientras que este país jugó un papel a favor de Estados Unidos. Los intereses an-glo-estadunidenses tuvieron su punto de divergencia en Pakistán, para muchos una "nación inventada" en el contexto de la re-composición del imperio británico.
La posición de Afganistán cambió con el ascenso del llamado "Parlamento liberal" que funcionó entre 1949 y 1952. El general Mo-hammad Daud Kan ascendió al poder en 1953 y operó un acercamiento con la Unión Soviética en búsqueda de apoyo militar y económico. Algunos especialistas consideran que a partir de este acercamiento Afganistán se convierte en una especie de "Corea económica", donde se recibía la abundante ayuda soviética, en menor medida, la estadunidense, en función de su interés regional.
Daud Kan encabeza un régimen de importantes reformas educativas y sociales, como el uso voluntario del velo de las mujeres y la abolición de la purdha o costumbre que es-conde a las mujeres de la vida pública. Sin embargo, el régimen se caracterizó también por sus características autoritarias y represivas contra los opositores.
El problema pendiente con Pashtunistán originó en 1961 la caída de Daud Kan. Pakistán cerró la frontera con Afganistán y la nación dependió cada vez más de la Unión Soviética. Zahir Shah nombró un nuevo primer ministro, Muhammad Yusuf, quien encabezó un gobierno de tecnócratas e intelectuales que propuso una nueva Constitución en 1964, de corte liberal-demócrata, pero con respeto a los valores tradicionales del Islam y la monarquía. Este ordenamiento prohibía indirectamente la formación de partidos opositores de izquierda.
La apertura política provocó también inestabilidad. Entre 1965 y 1972 Afganistán tuvo cinco primeros ministros. Muhammad Yusuf fracasó en su experimento democrático. La inestabilidad desembocó en el golpe de Estado del 17 de julio de 1973 del ex primer mi-nistro Daud Khan, apoyado por grupos iz-quierdistas, las fuerzas armadas y los integrantes de los partidos Banner y Parcham. A raíz de este golpe se proclama la República de Afganistán, se establece un Consejo Revolucionario, a semejanza del modelo soviético y se proscribe la Constitución de 1964. En 1977 se proclama una nueva Constitución que permite la existencia de un partido único, que quedó bajo el mando de Daud Kan.
Guerra civil e intervención soviética
El clima de inestabilidad retorna a Afganistán a raíz del modelo de concentración de poder de Daud Kan y la unificación de los dos principales partidos izquierdistas -Khalq y Banner- contra el régimen. Daud comenzó a distanciarse de la línea soviética, al tiempo que intensificó sus relaciones con el mundo musulmán, reconciliándose en 1978 con el sha de Irán y con los gobiernos de Arabia Saudita, Kuwait y Egipto. También operó un acercamiento con Pakistán.
Moscú apoyó en ese año un golpe de Estado contra Daud, que fue asesinado en junio. Al frente del Consejo Revolucionario, cúpula del régimen, quedó Nur Mohammad Taraki.
La oposición violenta al régimen afgano se incrementó en 1979. Taraki fue incapaz de controlar la situación y su primer ministro Hafizullah Amin encabezó un golpe el 14 de septiembre de ese año. Amin buscó el acercamiento con Estados Unidos y Pakistán.
La Unión Soviética comenzó su intervención militar el 24 de diciembre de 1979, protagonizando una larga y fallida aventura bélica que duró 10 años y dejó múltiples efectos negativos. Entre los más importantes se puede mencionar que la intervención constituyó el mayor fracaso de las tropas soviéticas en su tradicional región de influencia; generó mayor inestabilidad interna y crecimiento de los grupos regionales, en especial, los mujaidines (guerreros, en persa) que tuvieron el apoyo de Estados Unidos, que armó a estos grupos llamados entonces "luchadores de la libertad"; una brutal crisis de refugiados, ya que más de 4 millones de afganos huyeron de su país; crecimiento de una narcoeconomía que provocó que en 1992 Afganistán se convirtiera en el mayor productor de opio del mundo y que 15 por ciento de sus varones jóvenes fueran adictos a las drogas duras. La invasión soviética significó una sangría de 20 mil millones de dólares que aceleraron el co-lapso del coloso ruso.
Las tropas soviéticas apoyaron a varios go-bernantes títeres hasta que el 4 de mayo de 1986 impulsaron el ascenso del jefe de la policía secreta, Mohammed Najibullah, como gobernante y jefe del partido en el poder.
Mijail Gorbachov, entrampado en su propuesta de restructuración económica o perestroika, dio la orden del retiro de las tropas soviéticas en 1989, después de perder más de 20 mil millones de dólares y más de 15 mil soldados en el intrincado territorio afgano.
La crisis interna se agudizó y la guerra civil se ha prolongado desde entonces. Los rebeldes al gobierno de Najibullah formaron en Pakistán un gobierno paralelo. En 1992 cayó el último gobernante socialista de Afganistán y ascendió un gobierno interino encabezado por Burhanuddin Rabbani, al frente de una frágil coalición opositora. Las milicias internas agudizaron su lucha y a finales de 1992 la capital Kabul estaba virtualmente sitiada por las facciones disidentes de la guerrilla.
Se estima que la lucha de facciones provocó en 1993 la muerte de 10 mil afganos, el desplazamiento de 750 mil personas y la devastación de cientos de barrios.
En 1995 cinco de los 10 grupos que formaron la coalición a favor de Rabbani se expresaron en contra de su relección. Esto provocó una nueva lucha de poder con el primer ministro Guldubin Hekmatyr, jefe de los grupos más fundamentalistas. Hekmatyr operó el acercamiento con el gobierno chiíta de Irán.