DOMINGO Ť 4 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Tashkent se apropió de franja fronteriza para "evitar" el ingreso de fundamentalistas

El control del agua, motivo de tensión permanente entre Uzbekistán y Kirguistán

Ť El líquido juega en Asia central un papel equiparable al del petróleo y el gas natural

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Tashkent, 3 de noviembre. La disputa por el agua en la geopolítica de Asia Central juega un papel equiparable en importancia al control sobre el petróleo y el gas natural, y es de unos años para acá motivo de permanente tensión entre las ex repúblicas soviéticas de Uzbekistán y Kirguistán, sobre todo.

El ataque de Estados Unidos contra Afganistán, lejos de relegar a segundo plano el problema del agua, empieza a ser utilizado como pretexto por Tashkent para asumir posiciones de fuerza ante su pequeño y más pobre vecino, que también quiere sacar ma-yor provecho de su único recurso natural.

El ejército uzbeko, según denunció el gobierno de Kirguistán, ocupó hace unos días de manera arbitraria una zona fronteriza que reclama como suya, dando por concluida una añeja controversia territorial.

Sin mediar consulta, la zona fue minada para impedir que ingresen a Uzbekistán "combatientes islámicos". Este es sólo el capítulo más reciente de una larga historia de agravios recíprocos que colocan a Uzbekistán y Kirguistán al borde de la ruptura y cuyas consecuencias, aun si los desencuentros no derivan en un conflicto armado, pueden afectar seriamente a ambos países.

Porque los dos dependen el uno del otro. Kirguistán requiere el gas natural uzbeko para afrontar sus necesidades de calefacción en invierno, y Uzbekistán sin el agua kirguisa tendría que cancelar sus planes de duplicar el área de cultivo de algodón.

Como quinto productor mundial, Uzbekistán es el segundo exportador más importante de algodón, por lo que el presidente Islam Karimov anunció hace meses, como tarea prioritaria, conseguir el liderazgo en la materia. El atraso en el interior del país es ostensible y el aumento de la producción de algodón podría paliar la situación.

No hace falta alejarse demasiado de Tashkent para ver en todo su dramatismo lo que significa el preciado líquido para Uzbekistán, sobre todo después de dos años de sequía consecutivos.

Resulta una amarga paradoja poseer considerables reservas estimadas de gas natural, que potencialmente convertirían a Uz-bekistán en uno de los países más ricos de la región, y carecer de agua suficiente para impulsar la agricultura, actividad que da de comer a la mayoría de los uzbekos.

Herencia del régimen soviético

El problema, explica a La Jornada el académico Murot Sharifjodzhaev, director del Instituto de Economía y Finanzas de Uzbekistán, tiene su origen en la desintegración de la Unión Soviética en 1991.

"Durante el periodo del poder soviético -afirma quien durante algunos años también se desempeñó como viceprimer ministro de Uzbekistán- las decisiones sobre la producción y distribución de la energía, igual que la distribución del agua, se tomaban de modo centralizado, venían directamente de Moscú".

Al desintegrarse la URSS, colapsó también la infraestructura energética soviética y cada país de Asia central proclamó su soberanía sobre los recursos naturales en su territorio, lo cual se tradujo en largas y espinosas negociaciones para encontrar una fórmula aceptable para todos.

"La geografía de la región -comenta Shaattack_carrier_sa3d5rifjodzhaev- pone de relieve todo un cúmulo de contradicciones. Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán son exportadores netos de gas natural y petróleo, pero tienen que importar la mayor parte de la electricidad que consumen. Kirguistán y Tadjikistán carecen de petróleo y gas natural, pero pueden generar un gran volumen de electricidad gracias a sus hidroeléctricas, y de hecho exportan la mayor parte de ésta".

Afirma que en el caso de Uzbekistán y Kirguistán "en principio, se acordó que no se pagaría por el agua, que se emplea aquí además en labores de irrigación, pero se compensaría con suministros de gas natural estableciéndose un peculiar esquema de trueque, que funcionó sin mayor contratiempos hasta el año pasado".

De repente Bishkek, como forma de ejercer presión sobre Tashkent, cada vez más insistente en sus pretensiones territoriales, redujo drásticamente los suministros de agua y pasó de los 2 mil 300 millones de metros cúbicos, indispensables para las necesidades uzbekas de irrigación, a tan sólo 750 millones de metros cúbicos.

"Ello causó que se perdieran cerca de 300 mil toneladas de algodón de la cosecha del año 2000", reveló el académico, quien también es diputado del Parlamento uzbeko en la actual legislatura.

Y ahondó en el tema: "En los últimos cinco años, el incumplimiento de los compromisos adquiridos por parte de Kirguistán representó para Uzbekistán pérdidas por un valor de mil millones de dólares".

Por esto la respuesta de Uzbekistán, cuenta Sharifjodzhaev, fue inmediata y cortó por completo los suministros de gas natural, lo que provocó una severa crisis energética en Kirguistán, que produce con carbón de Ka-zajstán sólo una cuarta parte de la calefacción que consume en invierno.

Hacia mayo de este año, ante la amenaza kirguisa de reorientar el agua que usa Uzbekistán hacia la generación de más energía en hidroeléctricas, se alcanzó un acuerdo aparente y se restablecieron los suministros de gas uzbeko.

Poco duró la tregua porque Kirguistán, que no está de acuerdo en la solución estilo soviético de proclamar el agua "bien co-mún", anunció a fines de agosto pasado que se propone adoptar una ley para obligar a sus vecinos, principalmente Uzbekistán y Kazajstán, a pagar por el preciado líquido.

"Esto se contradice con la práctica del derecho internacional", sostiene Sharifjodzhaev, y confirma a La Jornada que el gobierno de Uzbekistán decidió suspender otra vez el pasado 18 de octubre los suministros de gas a Kirguistán.

Con el invierno en puerta Kirguistán mantiene todavía su actitud de querer co-brar por el agua, y si no se negocia un nuevo acuerdo la reducción del suministro de recursos hidráulicos tendría consecuencias catastróficas para la cosecha de algodón del próximo año en Uzbekistán.

En este contexto Uzbekistán busca em-plear parte de su fuerza militar para amedrentar a Kirguistán, como apunta la ya mencionada ocupación de una parte del territorio fronterizo en disputa, y trata de no involucrarse directamente en una guerra con el régimen talibán.

Para pedir un mayor apoyo logístico que incluye el uso de más bases militares y el despliegue de soldados, llegó esta noche a Tashkent el secretario estadunidense de De-fensa, Donald Rumsfeld, quien este domingo tratará de convencer al presidente Karimov de que conceda esa asistencia.