SABADO Ť 3 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

TIEMPO DE BLUES

Día de Muertos

Ť Raúl de la Rosa

Primera llamada


FUERON TANTAS Y tan variadas las emociones vividas por tierras sinaloenses al lado de Sista Monica y su banda de blues, que el regreso a la capital se volvió anticlimático, pues ese día hacía un frío que pelaba los huesos (acostumbrados ya al calor de la costa sinaloense) y además, esa tarde Sista se presentaba en el escenario del Zócalo capitalino.

LA FUNCION SE programó a las 6 de la tarde y no dejábamos de ver el cielo cerrado y gris, que amenazaba lluvia. Pensábamos que poca gente acudiría al concierto de Sista Monica. Afortunadamente, no fue así.

HABIA QUE DAR una buena función a pesar de la hora y el frío. La pregunta era obligada: Ƒel público sería el mismo que suele pasearse los domingos por el Centro o sería un público conocedor del blues? En la primera pieza se despejaron las dudas; la mayoría había ido a escuchar un concierto de blues. Desde el inicio se prendieron ambos, artistas y público. Por primera vez en la gira la banda interpretó un cover: Sweet Home Chicago, pieza que desde 1979, en el cierre del segundo Festival de Blues en México -en el Auditorio Nacional, con Muddy Waters, Willie Dixon, Koko Taylor y Son Seals-, no habíamos oído tan intensa como la de esa noche. Concierto memorable, que tiene su climax con el gospel, el canto religioso negro.

EL ZOCALO RETOMO su atribución de centro ceremonial; al fondo, los montículos de tierra semejando tumbas para conmemorar el Día de Muertos. En el escenario Sista Monica habla de los tiempos de muerte y guerra: ''hoy es una bendición estar aquí con ustedes y quisiera abrazarlos a todos; espero los tiempos de la paz y voy a elevar una oración''. Y la hizo con su potente voz cantando un espiritual a capella. El silencio fue absoluto, y las antiquísimas plegarias que se han elevado en este recinto por siglos la acompañaron silenciosamente. Fue sobrecogedor. La voz de cañón retumbó en nuestra Plaza Mayor.

Segunda Llamada


FELIPE SANTANDER, EL amigo entrañable, murió, pero el dramaturgo sobrevive. Hace apenas dos meses de la última lectura de una obra suya y de compartir el desayuno al lado de su compañera, Guadalupe. Nunca tan bien oculta la muerte. Recuerdo sus palabras: ''no temo a la muerte, lo que tenía que haber hecho (creo) en esta vida, ya lo hice, estoy tranquilo''. La noticia la recibí en la ciudad de Oaxaca. La llamada telefónica es apremiante; tanto que decir y recordar en tan poco tiempo. Se me vienen a la memoria las imágenes (es inevitable), de El extensionista, obra capital de Felipe. El aplauso durante 15 minutos que el público asistente le otorgó a la compañía que representó a México en el Festival Internacional de Teatro en Sitges, a las decenas de veces que se develaba una placa con motivo de las 100, 200, 500.... hasta llegar a más de 3,200 representaciones de El extensionista. Otras obras completan un ciclo que denuncia la problemática de este país: Los dos hermanos, El milagro, El hombre del traje verde, abordan temas incómodos como el Ejército, la Iglesia, el narcotráfico.

FELIPE SANTANDER LOGRO exponer de manera sencilla y coloquial su visión de un país que le dolía. Ese tímido y a veces introvertido ingeniero agrónomo se convirtió en un autor teatral que marcó toda una época en nuestro país. Lo confirman los numerosos premios recibidos a nivel nacional e internacional. Felipe murió, pero ahí queda la última obra que escribió, en espera de ser montada como un reconocimiento, más que como un homenaje. Tristes días de Muertos.

Tercera llamada


ESTAR EN OAXACA para el Día de Muertos es entrar al mundo de los colores y olores fuertes y profundos. Aquí no se celebra a los muertos, sino a aquellos que nada más no están vivos. Los colores naranja, amarillo y bermellón afloran por cualquier espacio y resquicio de esta ciudad y pueblos aledaños. La flor de muerto, flor silvestre, acompaña discretamente en los altares a la flor de los 400 pétalos: el cempasúchil. El antiguo panteón de Xoxo está a reventar de velas y de dolientes que cantan a sus muertos guitarra en mano; de cientos de turistas llevados en autobuses que invaden (al igual que nosotros) este pequeño cementerio, en cuyo centro se levantan, mejor dicho, se sostienen milagrosamente las paredes de adobe y la fachada de una iglesia construida en 1684. Al camposanto, llorona, lo alumbra una impresionante luna llena, para no desmentir aquello de que de las lunas, la de octubre es más hermosa. No hay tumba, por modesta que sea, que no tenga un ramo de flores o una veladora. Los cantos religiosos y los rezos se turnan con la guitarra y el canto popular. Al día siguiente en la entrada del Panteón Municipal toca una banda; todos los nichos que rodean este majestuoso y antiguo panteón tienen su veladora, seguramente colocadas por el municipio, acción que se agradece. Cuando la banda entona ese himno oaxaqueño que es Dios nunca muere, las tristezas contenidas se nos escurren y vemos que aquellos que no están muertos, sino que solo no están vivos, salen de sus tumbas a acariciar a todos los que no estamos muertos, sólo estamos vivos. ƑO no, Felipe?

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