LA FIESTA EN PAZ
Aquelarres taurinos
Ť Leonardo Páez
DEPENDENCIA Y SUBDESARROLLO organizacional son las bases que sostienen a la llamada temporada grande, no obstante que la experimentada empresa de la Plaza México -casi nueve años promoviendo la fiesta de toros pero sin haber podido sacar un solo torero que interese- ya se embolsó cerca de 30 millones de pesos por el canje de derechos de apartado.
EN TEORIA, EL elenco del derecho de apartado es la oferta que la empresa hace de las ganaderías y toreros contratados para que los propietarios de tarjetas, mediante el pago de un sobreprecio, se animen a renovarlas y así poder adquirir, sin el despiadado fantasma de la reventa, las entradas para los carteles de su elección.
EN LA PRACTICA, se trata de una forma arbitraria de la empresa para, con la anuencia de las autoridades, allegarse fondos. En correspondencia, el alelado público recibe lo que la empresa decide, no aquello a lo que se comprometió. De entrada anunció a la figura de los ochentas Paco Ojeda, pero en su lugar vendrá el modesto Juan José Padilla. No anunció a El Zapata pero éste actuará en la segunda corrida. Para dicho festejo primero dijo que vendría un encierro de Corlomé y ahora las reses serán de Rancho Seco. Y así sucesivas improvisaciones, cambios y alteraciones, a ciencia y paciencia de público y autoridades, pues está visto que los cambios no matan inercias.
ANTE ESTA CONJURA de necios metidos a promotores taurinos, frente a este impune conciliábulo de la ineptitud, el sugerente aquelarre pictórico que Rafael Sánchez de Icaza inaugura el próximo martes 6, a las 8 de la noche, en la Alianza Francesa de Polanco (esquina de Sócrates y Homero), titulado Manchas del arte taurino.
ES LA CONTINUACION de una propuesta plástica iniciada hará unos cinco años, totalmente distinta a lo que en pintura se ha hecho sobre tauromaquia; una personalísima interpretación actualizada de la fiesta brava, a muy prudente distancia del asfixiante cartelismo que imperó a lo largo del siglo pasado.
A BASE DE tintas para artes gráficas manejadas con espátulas, pinceles y diferentes texturizantes, Sánchez de Icaza amplía la gama de calidades y de soluciones, conservando al mismo tiempo esa estimulante economía de trazos, manchas y formas que tan exitosamente expusiera por primera vez en 1996.
AHORA, MEDIANTE EL color, el desafío y las dificultades se multiplican, pero el autor continúa transmitiendo su inquebrantable fe taurina a los cada vez más escasos feligreses, no sólo a los que se dejan ver en el desprestigiado templo cuando vienen los famosos, sino a los que en cualquier parte sienten que la deidad táurica no debe morir, y menos por la frívola voluntad de un atajo de descreídos.
POR ULTIMO, QUE una institución extranjera estimule y promueva, antes que los organismos oficiales, el arte taurino de México a lo largo y ancho del país, refleja también el divorcio que existe entre los autonombrados gobiernos del cambio y la cultura sin adjetivos.