Ť Ancianos, adultos, jóvenes y niños no duermen para encontrarse con sus difuntos
El pueblo mazateco recibió en vela a los ombligos boludos
Ť El cementerio se inundó de la luz de las veladoras y de los rezos en el idioma local
JUAN JOSE OLIVARES ENVIADO
Huautla de Jimenez, Oax., 2 de noviembre. Tres y media de la madrugada. Ancianos, adultos, jóvenes, y niños salían lentos de sus moradas. Unos venían del monte, otros del centro. En sus espaldas, enormes racimos de flor de cempasúchil y amarres con gran cantidad de velas. Algunos arreglados como de fiesta, otros casi con ropa de dormir, los demás desarreglados luego de una gran borrachera. Poco a poco el cementerio se inundaba de luces, voces y rezos en mazateco. Como una gran procesión instintiva, todo el pueblo atiborraba el camino donde llegarían los ombligos boludos o huehuetones. Era la tradicional velada en Mazatlán Villa de Flores Magón, el "auténtico centro de la sierra mazateca", dirían algunos locales.
Los mazatecos se autodenominan je shota yoma, que significa "gente humilde", y son precisamente sus tradiciones las que los mantienen como una gran etnia seguidora de lo que dictan sus antepasados, cuya veneración transgrede las barreras de lo real y lo mitológico.
Y de mito es el viaje primitivo que se realiza de Huautla de Jiménez hacia la antigua "capital de los mazatecos": como 12 kilómetros entre parajes serranos de grado casi inhóspito que se convierten en dos horas de recorrido en troca de carga. La congelada tiene su valor al llegar a un poblado enclavado entre chicos (cerros), causantes de que ésta sea tierra templada. Claro que las viviendas tradicionales de otates, madera, bambú, adobe y tejamanil en las paredes, pese a la lejanía, ya han sido sustituidas por cemento, láminas y asbesto.
Lo que no cambia es el encuentro divino con los "líderes" (difuntos), que se convierte en su fiesta más importante. Largas filas de ancianos con vestidos tradicionales, mujeres con sus huipiles con listones multicolores entrelazados, sus coti (enaguas), comparten las velas con sus vecinos de tumba en señal de unión.
El alba se avecina y el velo no cesa. Una gran humareda sobresale entre las más altas montañas de la sierra; es casi el fin de una velada ?no la de los santitos mágicos-hongos, porque dicen los sabios que es preferible guardarse para la ceremonia 15 días antes y después de estos importantes días porque hay peligro de que un espíritu se apodere de un mundano atrevido.
No pasó lo mismo en Huautla, que en cada barrio se "bajó al velo" a cualquier hora del día, aunque el orden aún prevalece cuando la autoridad requiere una faena o tequio, que no es más que un sistema colectivo de trabajo público en el que los hombres ceden uno o dos días de trabajo público a la semana sin recibir paga.
Aunque no importa, ya que estas fechas de verdadero festejo y de atención a "los visitantes del ombligo de la tierra" son para el atascón del paladar con una variedad inmensa de preparados de quelites, moles, guasmoles, tezmoles, pan de muerto, mezcal, aguardiente, cerveza y mucho, mucho café de olla.