Votación cerrada, pesadilla en Nicaragua
Daniel Ortega y Enrique Bolaños, en virtual empate técnico para la elección presidencial
BLANCHE PETRICH
La elección presidencial de este domingo en Nicaragua vuelve a poner a este país centroamericano al borde de las pasiones peligrosas. Por primera vez desde la derrota de la revolución sandinista en las urnas, hace ya 11 años ?25 de enero de 1990?, su dirigente Daniel Ortega tiene posibilidades razonables de retornar al poder. Para conjurar esta situación, su contrincante, el oficialista Enrique Bolaños, ha intentado revivir los temores a la guerra que desangró a esa nación en los 80.
Antes del 11 de septiembre los márgenes de las encuestas eran cerrados. Con pocas variaciones, el sandinista marchaba adelante del abanderado del Partido Liberal Constitucionalista (PLC).
La irrupción de la guerra global contra "el terrorismo" representó un serio reto para el ex revolucionario. En plena recta final de las campañas, el tema fue usado con maña por el PLC. Una mañana, a mediados de septiembre, sobre una importante vía de Managua apareció una manta que lucía el rosa mexicano que usaron los sandinistas en su propaganda: "Daniel, nuestro talibán", mentía el letrero apócrifo, que fue retirado de la vista pública pocas horas después. Pero el banderillazo estaba dado. A partir de ese momento, los liberales, formados en el molde del más rancio anticomunismo centroamericano, desempolvaron viejas fotografías de la época revolucionaria ?Daniel Ortega con Fidel Castro, con Saddam Hussein o con Muamar Kadafi?, en una campaña de desprestigio que pretendió reforzar la idea de un candidato presidencial con "ligas terroristas".
En este manejo falló la memoria histórica y no hubo quien señalara a la CIA, al ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y a su vicepresidente, el papá del mandatario actual, George Bush, como titiriteros de la guerra contrarrevolucionaria en la que los estadunidenses invirtieron no menos de 100 millones de dólares.
En resumidas cuentas, la campaña negra no logró
invertir los factores de las encuestas prelectorales, pero sí redujo
los márgenes a un nivel de empate técnico. Ninguno de los
últimos sondeos de las principales firmas encuestadoras ?CID Gallup,
M&R y Borge y Asociados? se pronuncia con un pronóstico categórico.
CID Gallup y Borge le dan la ventaja al candidato del PLC apenas por un
punto, y afirman que será un 5 por ciento de indecisos los que podrían
definir la elección; M&R le da la preferencia al aspirante por
la Convergencia, Daniel Ortega, por casi 5 puntos (42.4 por ciento contra
37.5) y cifra a los indecisos en 12.6 por ciento.
A pesar de la euforia oficial, en las filas de Convergencia
Nacional (la fórmula que encabeza el Frente Sandinista) hay viejos
y experimentados sandinistas, como el ex embajador en México Aldo
Díaz Lacayo, quienes esperan con aprensión, ya que en el
pasado la famosa franja de "indecisos" siempre la jugó en su contra.
Otros, como la dirigente del movimiento de Renovación Sandinista, Dora María Téllez, confían en que el voto oculto favorecerá a Ortega. Para fundamentar su convicción se remonta al Güegüense, figura prehispánica que en el teatro colonial era representada por la máscara y que hablaba dos idiomas.
"El que se oculta no dice la verdad al opresor, no dice por quién va a votar, pero es una expresión antigubernamental. En el 90 votó por Violeta Chamorro. Hoy va a hacerlo contra el partido de Arnoldo Alemán".
Bolaños y el pesado legado de Alemán
Además del posible retorno de Daniel Ortega al poder, otro elemento digno de análisis es la razón por la cual Bolaños, pese a contar con tantas ventajas a su favor, no levantó un margen mayor. Y es que si la derecha pretende cobrar al sandinismo la factura de la década de los 80, la de los 90 (el "periodo democrático") no es menos pesada para el candidato oficialista. Los excesos del presidente Arnoldo Alemán se convirtieron en gran lastre para su ex funcionario y correligionario.
Por las calles de Managua, cualquier taxista ?guías de primera mano de cualquier reportero foráneo? puede ofrecer involuntariamente un mapa de la voracidad del presidente saliente. "Este hospital (privado, claro) es de Alemán." Cuadras más adelante: "este edificio, también". Y aquellas bodegas, y la empresa constructora de más allá, lo mismo que inmobiliarias, mueblerías y todo tipo de empresas. En el campo, el método que durante la primera mitad del siglo pasado convirtió a Nicaragua en la hacienda de un señor, Anastasio Somoza, fue adoptado con singular fidelidad por Alemán: la compra de terrenos baratos de campesinos en quiebra, para sumarlos a las enormes propiedades agrarias de los Alemán, los nuevos ricos más ricos del país.
El afán de inaugurar obras, en especial carreteras construidas por concesionarias de su propio grupo familiar, hizo del presidente blanco de la mordacidad popular. Aún recuerdan cuando hace algunos años inauguró, con sus más de 100 kilos, la primera escalera eléctrica del país en uno de los dos malls de la "nueva Managua".
Pero también se recuerda, ya sin tanta jocosidad, el desprecio que mostró por los miles de campesinos hambrientos que todavía hoy deambulan en las ciudades y las carreteras, expulsados de todo proyecto productivo por la grave quiebra cafetalera del país. Se calcula en 250 millones de dólares el saldo de sus robos y desfalcos. Sin embargo, gracias al pacto político que firmó con Ortega, como ex presidente tendrá asegurado un escaño en la Asamblea Nacional. Y con su cargo de diputado, el fuero. Y la impunidad.
Como dos boxeadores: Joaquín Cuadra
De modo que en el imaginario popular, las elecciones de este domingo en Nicaragua bien podrían desembocar en un nuevo brote violento, porque los dos contrincantes se disputan, como dos boxeadores en el ring, un triunfo en el que parecería que se les va la vida. "Uno apela al miedo a la guerra. Otro apela al estómago, a la lucha contra el hambre. Uno aparece como el que roba a los pobres. El otro, el que roba a los ricos", señala Joaquín Cuadra, sandinista "en reserva", general en retiro que hace un año dejó la comandancia del ejército nacional.
Lo más grave es que no existe un órgano de arbitraje electoral confiable, independiente y reconocido internacionalmente que dirima un muy previsible resultado cerrado. Parte de los pactos políticos entre el PLC y el FSLN consistieron en integrar un consejo supremo electoral con cuatro "alemanistas" y tres "danielistas", y una norma que sólo da por buena una decisión tomada con el voto de al menos cinco de los consejeros: fórmula perfecta para un irresoluble escenario de conflicto poselectoral. Y el resultado previsible de una votación cerrada es previsto ya como "la peor pesadilla" para el CSE.
"Estamos entrando a una competencia sin juez. Lo que hay aquí es más que el riesgo de que las cosas se salgan de control. Es un conflicto anunciado", dice el general Cuadra.
El dedo del cardenal Obando
El cardenal Obando y Bravo nunca ha renunciado a ser un factor decisivo en la historia contemporánea de su país. Fue puntal del somocismo hasta que cayó. Después intrigó activamente contra el sandinismo, aun apoyando la aventura bélica de la CIA y la contra. Ni Violeta Chamorro ni Arnoldo Alemán prescindieron de sus bendiciones, y ambos sometieron el nombramiento de sus respectivos ministros de educación al visto bueno del prelado. En todos los procesos electorales a los que Ortega se ha presentado como infaltable candidato (esta será su cuarta carrera) ha predicado el voto antisandinista. Fresca en la memoria está la homilía electoral de los comicios pasados, donde no tuvo reparo en llamar "víbora" a Ortega.
Quizá como antídoto a ese poderoso veneno, Daniel Ortega optó en esta campaña electoral por hablar de "Jesús, amor y paz". Fue Rosario Murillo, su asesora de imagen y esposa, quien ideó imponer todos los matices del rosa en la campaña, desde las camisas de su marido hasta la propaganda electoral.
Obando ha vuelto a hacer gala de su activismo político. Los últimos domingos ha elegido entre el suntuoso vestuario de su sacristía túnicas rojas, el color del liberalismo. Y hace dos meses dio peso de carta pastoral a un llamado a los electores nicaragüenses a "no optar por vías políticas que hagan regresar el totalitarismo". No se conformó con eso. Elevó el pronunciamiento hasta el trono del Vaticano y el papa Juan Pablo II lo hizo suyo.
Ante este activismo, Daniel Ortega no ceja en conseguir una gota de bendición cardenalicia. "No sé por qué lo hace ?comenta desde su mirador Sergio Ramírez?; un político laico, con un mínimo de seguridad en sí mismo, no tendría por qué andar en esas caravanas."
Este día de Todos los Santos Ortega se jugó la última carta. La numerosa familia Ortega Murillo, bien trajeada ?salvo la primogénita? asistió a la catedral, a misa de Obando y Bravo, compartiendo el incienso con Bolaños y Alemán. Esta vez el cardenal optó por humillar a Ortega de una manera más sutil: "al votar", expresó el prelado, "debemos preguntarnos: ¿da el candidato un apoyo decidido y claro al matrimonio y a la familia de fundación matrimonial, en contra de la tendencia de equiparar el verdadero matrimonio con otro tipo de uniones? El Estado vale lo que valgan las familias que lo forman". No sólo aludía al estado civil del candidato sandinista y Rosario Murillo --unión libre, como la mayoría de las parejas de su generación dentro del sandinismo--, sino al talón de Aquiles de Ortega, la denuncia por violación de su hija adoptiva Zoilamérica, que pesa en su contra desde hace años.
Costos de la corrupción de Arnoldo Alemán
Los niveles de corrupción del régimen de Arnoldo Alemán hicieron que Nicaragua perdiera la oportunidad histórica de quedar inscrito en el llamado índice HIPIC (iniciativa para los países pobres altamente endeudados), que le hubiera permitido una condonación masiva de su deuda externa con Estados Unidos, hasta de 80 por ciento. En América Latina sólo Haití y Nicaragua eran elegibles para esta medida. Haití fue beneficiado. Pero 15 días después de que golpeara el huracán Mitch, el desastre natural del siglo en Centroamérica, fue denunciado y documentado un criminal acto de desviación de fondos de ayuda humanitaria, que fueron destinados por un alto funcionario para la construcción de una terraza para su palacete playero. BLANCHE PETRICH.