SABADO Ť 3 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Marta Tawil

Líbano

El fracaso del proceso de paz entre árabes e israelíes ha tenido repercusiones visibles en Líbano y amenaza con alterar las relaciones de poder en ese país. Dos factores definen en buena medida los dilemas de seguridad que los libaneses enfrentan: el primero, básicamente interno, se refiere a la situación económica preocupante que vive ese país; el segundo, de carácter externo, tiene que ver con el conflicto triangular que involucra a sirios, libaneses e israelíes.

Al terminar la guerra civil en 1991, el gobierno de Rafiq Hariri emprendió una serie de reformas económicas con el ánimo de reconstruir Beirut y hacer de su país "el Singapur de Medio Oriente". Sus políticas acentuaron la polarización de la riqueza, castigaron severamente a la clase media y empobrecieron al país. Esto, aunado a la destrucción de la infraestructura nacional por los bombardeos israelíes, el abandono de la agricultura, los cambios demográficos, la ineficiencia de las instituciones, la emigración, la ocupación siria, ha contribuido a debilitar el frágil equilibrio logrado entre las diversas fuerzas que componen el mosaico político y religioso libanés. Nombrado primer ministro por segunda ocasión en 2000, Hariri parece no haber aprendido la lección; su país tiene una deuda exorbitante calculada recientemente en 26 mil millones de dólares.

Este paisaje desolador se vincula estrechamente con la situación de "ni guerra ni paz" en la que Damasco y Tel Aviv se encuentran estancados. Baste recordar que el sur de Líbano está ligado geográfica y estratégicamente con los Altos del Golán, y que uno de los retos que enfrenta el proceso de paz entre sirios e israelíes consiste en unir las dos áreas en un acuerdo general que satisfaga la demanda siria de recuperar sus derechos sobre el Golán y la demanda de Israel de desmilitarizar las amplias áreas del territorio sirio adyacente a él. El Hezbollah ha sabido capitalizar ese impasse en una porción disputada de los Altos del Golán, Shebaa, ocupada por Israel en la guerra de 1967. Pocos meses después del retiro israelí del sur de Líbano, el Hezbollah lanzó un ataque contra Israel en la frontera como respuesta al asesinato de palestinos; en la maniobra capturaron a tres soldados israelíes. El incidente es significativo porque ocurrió precisa y deliberadamente en Shebaa. Hasta ahora el Hezbollah mantiene en su poder a los rehenes, y exige a Israel la liberación de presos libaneses.

La decisión de Israel de retirar sus tropas de la "zona de seguridad" en el sur de Líbano (mayo de 2000) ha marcado especialmente la pauta de la evolución política en Líbano. A pesar de su victoria sobre Israel, el Hezbollah no ha desaparecido de la escena y el gobierno libanés se ha rehúsado a mandar tropas al sur, quizá porque hacerlo podría interpretarse como una señal para iniciar acuerdos de paz separados con Israel, que excluirían a Siria. El Hezbollah, como guerrilla y fuerza política, busca redefinir su papel incluyendo el combate a la corrupción e ineptitud gubernamentales, la causa de los "desprotegidos", los palestinos, y la recuperación de Jerusalén. Líbano cuenta con importante población palestina refugiada, poco integrada, viviendo en condiciones sociales y económicas difíciles. Esto la hace una fuerza desestabilizadora, sensible al llamado del Hezbollah.

La vulnerabilidad estratégica y debilidad interna de un país como Líbano es caldo de cultivo para el surgimiento de tensiones, crisis y rupturas. La violencia entre israelíes y palestinos continúa; Estados Unidos insiste en su arrogante ceguera, Europa sigue dormida en sus laureles. Mientras tanto, el oriente árabe se vuelve más explosivo y Líbano se encuentra atrapado en el juego de la manipulación ejercido excelentemente por las potencias regionales e internacionales. Por lo que a Damasco respecta, no parece estar en su interés estratégico bajar la guardia en Líbano en la coyuntura actual, a pesar de que algunas voces en ese país han empezado a cuestionar la legitimidad de la ocupación siria. En respuesta, este año el presidente sirio evacuó la mayor parte de sus fuerzas de ocupación de la región de Beirut. Fue ante todo un gesto simbólico, ya que en realidad los servicios de inteligencia sirios en Líbano están en todas partes y la simbiosis económica y política entre ambos países es casi total.

La situación de Líbano es un círculo vicioso marcado por el fracaso de las políticas de recuperación económica y de desarrollo, la ausencia de liderazgo político, la fragilidad de la disuasión entre Israel y el Hezbollah y, en última instancia, la ausencia de una resolución aceptable del conflicto en los territorios ocupados.