VIERNES Ť 2 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Leonardo García Tsao

46 Festival de Valladolid

Al llegar a su fin, la 46 Seminci de Valladolid ha seguido la tradición de reunir títulos de interés ya probado en anteriores festivales, junto a estrenos del cine español que han sido de lo más fallido de la competencia. Si bien las cintas Los pasos perdidos, de Manane Rodríguez, y Sólo mía, de Javier Balaguer, encontraron algunos comentarios positivos por sus buenas intenciones, no pudieron escapar al síndrome de lo ya visto; las dos abordaron temas -las consecuencias de la guerra sucia argentina y las mujeres golpeadas, respectivamente- con convencionalismos cercanos al telefilme.

Sin embargo, ambos títulos se rescatan al lado de La dama de Porto Pim, de Toni Salgot, ridículo melodrama con aspiraciones de Casablanca (nada menos), que podría pasar por parodia. Si el cine español suele recurrir a esquemas envejecidos, este es un caso límite de un tipo de producción que no tiene posibilidad alguna de encontrar a un público.

Por otro lado, la mejor representante en concurso del cine de habla hispana ha sido la argentina El hijo de la novia, cuarto largometraje de Juan José Campanella (cuyas anteriores películas no se conocen en México). Sobre un acertado guión del director y Fernando Castets, la película se mueve entre la comedia y el melodrama jugando siempre al contrapunto con habilidad, y apoyado por un reparto impecable. Así se consigue darle vitalidad a un tema trillado: el hombre que decide rehacer su vida cuando llega a lacine-perfume-violetas-2 crisis del cuarentón y se siente fracasado. No es casual que El hijo de la novia haya sido propuesta el miércoles para representar a Argentina en la carrera por la postulación al Oscar. Y es seguro que el sábado recibirá algún premio importante de la Seminci.

Como señalé la semana pasada, la mexicana Perfume de violetas fue retirada de la competencia pues se pensaba que Arcelia Ramírez formaría parte del jurado. Dado que la actriz canceló demasiado tarde, la película de Maryse Sistach quedó fuera de la jugada. Ese no ha sido el único problema asociado al cine mexicano. Según me comentó el propio Fernando Lara, director del festival, este año ha habido una especie de maldición en varios aspectos de la participación de nuestro país.

Por ejemplo, Sistach también decidió no venir a Valladolid pues la mala experiencia que tuvo con los vuelos durante el festival de Toronto (debido a los ataques del 11 de septiembre) la dejó algo mosqueada. Y otra complicación más: el Imcine había prometido enviar una copia de Perfume de violetas subtitulada al inglés. Algo se cuatrapeó en el camino y tuvieron que conformarse con una sin subtítulos, cosa que ha impedido su entendimiento para espectadores angloparlantes.

Por su lado, el corto Noche de bodas, de Carlos Cuarón, fue retirado de la competencia cuando a su autor se le hizo fácil exhibirlo antes de manera espontánea en San Sebastián, como complemento de Y tu mamá también. Valladolid no refritea material visto en otros festivales españoles. Y el colmo fue que lo mexicano también intervino para amenazar la exhibición del corto noruego Naturlige briller (Visión natural), de Jens Lien. Para sorpresa de los organizadores, la lata de película sólo contenía la cola de identificación de la Cineteca Nacional. El corto quizá sigue en México, archivado en Dios vaya a saber dónde. El Instituto de Cine Noruego no se dio cuenta hasta ahora del error y tuvo que mandar otra copia de Naturlige briller con carácter de urgente.

Es de esperar que en la próxima edición de la Seminci de Valladolid, el cine mexicano tenga una participación menos accidentada y más abundante.