VIERNES Ť 2 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Alberto Dallal

Mancillas: expresión de la tristeza

En un escenario de tonos oscuros, con una estupenda iluminación ''por áreas", Miguel Mancillas montó en el Teatro Orientación su coreografía Antes del silencio, aparentemente centrada en expresar, definir o interpretar ''el ser del mexicano". En realidad, las imágenes cuidadosamente montadas indican que se trata de una danza de corte ''intimista"; su vestuario, casi en su totalidad en negros, se halla contrastado con trajes claros y rojos, ampliando esta confrontación en modelos y colores a las vestimentas de las tres bailarinas (Luisa Castro, Eunice Hidalgo y Yudsley Rivas) y de los dos bailarines (Isaac Chau y el propio Mancillas).

Diestro manipulador e instalador de intensidades dramáticas, Mancillas desata en Antes del silencio una hilación de situaciones en la que las ''personalidades" del grupo se identifican con los ''personajes" de la obra al dedicarse a proponer ''escenas" que, una vez planteadas como movimientos originales, quedan rotas csi en seguida, buscando que no terminen un ciclo, a la manera de secuencias cinematográficas que no llegan a cuajar por voluntad del coreógrafo. De esta forma se esbozan (de una manera muy sugerente, por cierto) pasiones, actos de amor, diálogos, querellas, agresiones y caricias físicas, instantáneas tomas de conciencia, etcétera. La limpieza de los trazos y del desarrollo coreográfico nos llevan a una especie de dibujo semifigurativo en el que se hace indispensable buscar con atención la ''manera de ser" mexicana que quedó lejanamente esbozada antes de iniciarse el espectáculo a través de una canción ranchera.

Entre danzas, los bailarines recitan letras de canciones pero la obra resulta más bien el planteamiento (no exploración) de las relaciones humanas, su desempeño y posible frustración precisamente desde ''antes del silencio".

A la vista surge la imposibilidad de los seres humanos (Ƒsólo los mexicanos?) de arribar con fluidez y transparencia (se llena de agua una tinaja en pleno escenario) a la realización plena de los afectos, los amores, la amistad, las emociones. La obra va desenvolviéndose como si fuese el Diario íntimo de Mancillas, un relato de escogidas situaciones y experiencias de los integrantes del grupo. Por momentos, el mismo coreógrafo se plantea problemas y actitudes de amor y desamor, como si, perplejo, estableciera un diálogo circunstancial en el jamás llegara a conclusiones. De ahí surge la dinámica de las frases, de las secuencias. Los ejercicios y dibujos femeninos (fluidos, determinantes en la obra) parecen observados a distancia, sorprendido gratamente el espectador de que se manifiesten mujeres-bailarinas fuertes, ''peleoneras" pero con una gran disposición a la tristeza.

No obstante ciertos trazos de ''serio" sentido del humor, Mancillas es un coreógrafo profundamente ''grave", un creador que se inclina por ''hacer" una obra y acertadamente dejarle al espectador las consecuentes reflexiones, la solución de los problemas (de haberlos), la obligación de preguntarse por qué hay en el piso una especie de alfombra o terreno de pasto, de tenue hierba, un lugar en que las cosas, los episodios, los cuerpos se hacen más armoniosos y ligeros: un ámbito probablemente virtual donde, aun sin desenlaces, los encuentros, la sorpresa, la felicidad... sencillamente se escurren, ocurren. Todo esto en la mente del coreógrafo Ƒes muy mexicano? Sobresalen en la obra los dúos de los varones y los trazos y danzas que, justo al frente del foro, desarrollan las tres mujeres. Como sabemos que es su ''fuerte", los movimientos de Mancillas aquí vuelven a ser repetitivos: hay frases limpias y logradas, originales, y el ofrecimiento de un lenguaje dancístico, atractivo y muy trabajado, que conforman ese ''estilo" Mancillas que se extiende a todo el grupo.

Antes del silencio lleva música de Crumb, Ives, Shostakovich y Marta; Monne Ortiz diseñó la iluminación y el vestuario es de Antares. Una obra más bien introspectiva que hay que observar y analizar con cuidado para desentrañar su misteriosa tristeza.