viernes Ť 2 Ť noviembre Ť 2001

Silvia Gómez Tagle

Lo barato cuesta caro

La sabiduría popular nos dice que muchas veces al escoger la opción que aparentemente tiene un costo menor, en realidad a la larga pagaremos un precio mucho mayor, porque se trata de una decisión equivocada. Ese es el caso de la opción Texcoco para la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, y lo peor es que la decisión la toma el Ejecutivo federal, pero nos afectará a todos los mexicanos, y desde luego que los habitantes del área metropolitana de la ciudad de México pagaremos el más alto precio.

El secretario de Comunicaciones y Transportes, Pedro Cerisola, argumenta a favor de esta opción: a) criterios técnicos de navegación (que debería explicarse en qué consisten); b) el costo, porque el aeropuerto en Texcoco, estado de México, costaría 8 mil 340 millones de pesos menos que el de Tizayuca, Hidalgo; y c) la inversión privada sería mayor en Texcoco (habría que explicar por qué la inicitiva privada está dispuesta a invertir 75 por ciento del proyecto en este caso y no en Tizayuca).

Pero en las alegres cuentas del secretario de Comunicaciones y Transportes no se toma en cuenta el impacto ambiental en toda la zona metropolitana ni la sustentabilidad futura del Area Metropolitana de la Ciudad de México (AMCM). Se ignora la historia de la cuenca de México, poblada desde hace 22 mil años, pretendiendo "subsanar" los problemas de fondo con soluciones a todas luces superficiales y transitorias: apoyos a la educación, salud, desarrollo económico, vivienda y empleo (sea lo que se quiera decir con eso) para la zona afectada por la expropiación de tierras para la construcción de la terminal aérea. Esas medidas, en todo caso, van a provocar mayor crecimiento urbano poniendo en mayor riesgo el equilibrio ecológico, ya de por sí precario.

Bastan algunos datos para darse cuenta del absurdo de privilegiar aparentes ventajas a corto plazo, sacrificando el futuro. Las inundaciones han sido una calamidad que ha azotado a la ciudad de México recurrentemente desde su fundación en 1325. No solamente las inundaciones, que destruyeron casi por completo la ciudad colonial en varias ocasiones, sino que siguen representando un grave riesgo para la ciudad actual, como sucedió el año pasado en que el valle de Chalco (antes lago) estuvo varias semanas bajo el agua.

Y es que esta cuenca cerrada hace millones de años por la actividad volcánica, se caracteriza por la intensa precipitación pluvial que naturalmente se concentra en las zonas bajas, aun cuando ahora se pretenda darles otro destino. Parece una verdad tan obvia que cae por su propio peso: el agua tiende a bajar por gravedad, la absorbe el terreno para alimentar los mantos freáticos y el excedente se deposita en las zonas más bajas que antes fueron lagos. Se han requerido enormes obras de ingeniería como el drenaje profundo para sacar el agua de la cuenca de México a un costo cada vez mayor. En cambio, el proceso natural de captación de agua puede garantizar el abasto más barato, en una zona que se encuentra a más de 2 mil 300 metros de altura sobre el nivel del mar.

El vaso del lago de Texcoco es la zona más baja de toda la cuenca (2 mil 236 metros sobre el nivel del mar), por eso representa un depósito natural insustituible para almacenar los excedentes de agua pluvial y al mismo tiempo generar condiciones para reponer los mantos subterráneos, de los cuales todavía depende el abastecimiento de agua potable de la ciudad de México en 75 por ciento (La ciudad de México en el fin del segundo milenio, Gustavo Garza, coord., México, El Colegio de México). La recuperación ecológica de esa y otras zonas de la cuenca de México es indispensable, no solamente para que vengan los patos de Canadá a pasar el invierno, sino para garantizar el futuro de alrededor de 17 millones de habitantes del AMCM.

Cerisola no está considerando en los costos de Texcoco el deterioro ecológico, el problema del abasto de agua potable para una población creciente, sacar el agua pluvial excedente de la cuenca, la pérdida que significa abandonar las actuales instalaciones del aeropuerto de esta ciudad, la mayor concentración de población a que dará origen; en síntesis: la vulnerabilidad del ya de por sí precario equilibrio ecológico que, según expertos, se convertirá en los próximos 50 años en el centro de un gran sistema urbano que comprenderá Querétaro, Pachuca, Toluca, Cuernavaca y Tlaxcala, además de otras ciudades menores.

La transparencia en las decisiones es indispensable para sentar las bases de una nueva relación gobierno-sociedad que dé fundamento a las instituciones democráticas de la transición. Por ello resulta inaceptable que una vez más sean el Presidente y su equipo quienes tomen decisiones que nos afectan a todos y con una lógica muy discutible.

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