viernes Ť 2 Ť noviembre Ť 2001

Jaime Martínez Veloz

El IVA, iba

La coptación del poder por un ambicioso grupo empresarial que experimenta con el país ya arroja lastres que avizoran un grave panorama inédito en la historia nacional. Vicente Fox llegó a la Presidencia con un amplio respaldo ciudadano y valioso capital político que junto con su gabinete se encargó de dilapidar. Pensó que los modos y tiempos de administrar de su corte podían aplicarse per se en la lid política, que avanza a otros ritmos, según la idiosincrasia nacional.

Hoy ha quedado claro que la capacidad política no es el punto fuerte de la actual administración. A pesar de tratarse de una sociedad con estructuras autoritarias muy arraigadas en sus instituciones, la ciudadanía no está dispuesta a tolerar un cambio de régimen que sólo signifique relevo de capataces.

La nueva corte apuesta a un cambio reaccionario social por medio de la interiorización neurótica individualizada en los mexicanos, tomando como ejemplo el patrón de personalidad mística autoritaria que caracteriza a nuestros nuevos mandarines. Estos porfiristas redivivos no ofrecen otra vía de redención que no sea la expiación individual y la ruptura de la cohesión social como vínculo del tejido comunitario.

De alguna manera este vínculo ha impedido la descomposición generalizada que se hubiese esperado en una sociedad sometida a una ofensiva de clase brutal. Se trata de una ofensiva clasista, según se desprende de las declaraciones econométricas de Guillermo Ortiz, quien culpa a los salarios de que exista un desempleo de 28 por ciento, "explicación" razonable sólo si nos referimos a salarios de personajes como él, porque muchos mexicanos se conformarían con tener empleo.

Luego de ofrecer el oro y el moro, los incumplidos compromisos foxistas de campaña se traducen ahora en abiertos llamados a la responsabilidad individualizada y el egoísmo como divisa conductual, con el objeto de interiorizar el pensamiento reaccionario en el pueblo mexicano para así desarticular la conciencia de clase. No es raro que el desmantelamiento de la política de Estado en materia de desarrollo social ceda el paso a un proceso de clientelismo político conservador. Así, las dádivas recaudadas por la "vicepresidenta" se aplican no a fomentar el proceso de organización comunitaria, sino a neutralizar instituciones ya existentes, para así evitar que se generalice un peligroso descubrimiento popular: es posible tomar en nuestras manos nuestro destino.

A partir de la convicción elitista de que las clases populares deben ser impedidas de formar parte del proceso de toma de decisiones en asuntos de gobierno, la administración y sus aliados corporativos emprenden una ofensiva propagandística con macabras historias de terror y valentía, que hablan acerca de resentidos maestros aviadores, ambiciosos diputados fantasmas, perserverantes empresarios mártires, irrespetuosos intelectuales resentidos, todo con el objetivo de desprestigiar los mecanismos críticos de la democracia. Así apuestan a la saturación mediática para desacreditar instituciones como la Cámara de Diputados, que débilmente, es cierto, representa una de las pocas formas del sentir popular.

Para ese fin, el Ejecutivo, apoyado por corporaciones privadas, evade sus responsabilidades y culpa a otras fuerzas políticas de su incapacidad para ejercer sus funciones de gobierno. Ante el homicidio de la reconocida activista por los derechos humanos, Digna Ochoa, que conmocionó por su relevancia, en el colmo de la inconsciencia lo calificó de "un crimen más" (del fuero común, añadió) y exigió al gobierno del Distrito Federal su resolución, mostrando su incapacidad de percibir el negativo impacto multiplicador para su gobierno, independientemente de cualquier circunstancia.

Acostumbrado a desviar hacia otros sus dificultades, presiona a diputados y evade su desidia para acordar una verdadera reforma fiscal, ajena a las aberraciones de cobrar IVA por comer, enfermarse, leer o ir a la escuela. En esta tarea lo acompañan gustosos personajes del más rancio pensamiento retrógrado. Jorge Espina, líder de Coparmex, sin ocultar los intereses de clase que representa, lanza advertencias apocalípticas. Inspirado seguramente en las centurias de Nostradamus, advierte que habrá una retracción inversora "de 50 por ciento" si no se aprueba la reforma fiscal "antes del 15 de noviembre", y sin morderse la lengua exige a los diputados "renunciar a sus intereses particulares" en bien del país (!). No es la primera vez que en él afloran aires de "patrón". En marzo de este año, con otros patrones, con Fox como invitado, y en plena emergencia zapatista en marcha a la ciudad de México, Firulais The Second (sabemos quién es The First One) arremetió contra los zapatistas. De los diputados, dijo, sólo estando mal de la cabeza podríamos aprobar la autonomía indígena.

Muchas cosas han pasado desde entonces, pero una es indudable: la ofensiva de la extrema derecha para aprobar el IVA, no pasará.