VIERNES Ť 2 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

La mímesis de los lechones

FLORIAN BORCHMEYER ESPECIAL PARA LA JORNADA

En uno de sus escritos, el sinólogo alemán Franz Kuhn (1884-1961) menciona una enciclopedia china que propone una clasificación de las especies animales en 14 grupos:

''(a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas."

Los científicos buscarán este texto de investigación de Kuhn en vano, y también la dicha enciclopedia. Se trata de una de las invenciones literarias más sutiles del escritor argentino Jorge Luis Borges. Sin embargo, lo inquientante de esta taxonomía para un científico tiene otra causa. Por medio del lenguaje Borges disuelve una de las bases del discurso universitario: la clasificación del saber en categorías fijas.

Esta dimensión epistemológica consigue una fuerza explosiva cuando se expone en el contexto de un congreso universitaro que reúne las diferentes disciplinas científicas. A raíz del otorgamiento del doctorado honoris causa al investigador borgesiano Jaime Alazraki, argentino que enseña en Nueva York, el Centro de Investigación Ibero-Americana CIIAL de la Universidad de Leipzig (Alemania) convidó al coloquio internacional Jorge Luis Borges, ciencia y filosofía. El encuentro, casi enteramente organizado en español -excepción memorable en tiempos de predominio del inglés como lengua de las ciencias- se propuso invitar a críticos literarios, filósofos, químicos, físicos e historiadores de las ciencias a un diálogo transdisciplinario acerca del gran autor argentino. El objetivo de tal experimento científico es, de acuerdo con la concepción del organizador Alfonso de Toro, oponerse a la fragmentación del saber y a la falta de comunicación entre las diferentes disciplinas universitarias.

Trasponer la clasificación de las ciencias antes citada, idea tentadora, resulta ser empresa difícil y arriesgada. ¿Cómo será posible hablar sobre la base de categorías como ciencia y filosofía de un autor que lleva ad absurdum estos límites clasificatorios a través de la fuerza del lenguaje que transciende todo límite? Una obra que consideró ''la metafísica como rama de la literatura fantástica", como planteó Jaime Alazraki en su conferencia inaugural, ¿dejaría otra opción que someter todas las disciplinas científicas a la investigación literaria?

De manera perspicaz, el comité organizador y los participantes del congreso soslayaron este problema. Desde el principio evitaron la trampa intrínseca de los textos: leer como filósofos y científicos a Borges -sin limitarse a la dimensión literaria de un autor que al mismo tiempo trasciende los límites de lo puramente literario-. Una diferencia que hace posible usar el potencial fertilizante de textos literarios para las diferentes ramas de las ciencias y propiciar conclusiones para la interpretación literaria de la obra del autor de El Aleph.

Sin mayores complicaciones se estableció un diálogo entre investigación literaria y filosofía. Y si se considera la practica borgeana de citar textos filosóficos de varias épocas, se pueden establecer conexiones desde las raíces del pensamiento occidental hasta la filosofía del siglo XX. Un aspecto recurrente de las lecturas filosóficas en Borges es la relación entre realidad y lenguaje y, más específicamente, entre realidad y ficción. La integración de la metafísica y la teología en el campo de la ficción crea en este contexto un nuevo género literario: las ''fantasías metafísicas", citando a Adolfo Bioy Casares, amigo de Borges.

La demostración de un enfoque interdisciplinario ocurrió con María Kodama de Borges. Siendo escritora ella misma, la viuda y auxiliar del escritor ciego enlazó, en su ponencia La memoria de Borges, sus recuerdos con concepciones de la memoria en la obra de Borges. Más allá de una colección de anécdotas biográficas dispersas, Kodama logró con sensibilidad e inteligencia integrar su memoria personal en el contexto de ese congreso científico.

Sería equivocado, cediendo el paso a una nostalgia de la totalidad perdida, borrar las fronteras entre las diferentes disciplinas y crear un híbrido que no satisfaría ni exigencias centíficas ni artísticas. Más bien -y eso fue la conclusión del congreso planteada por Shlomy Mualem- se trata de desarrollar una sensibilidad para el origen común de la literatura, la ciencia y la filosofía en el cual el mythos y el logos todavía no están separados: el asombro, según Aristóteles, como base común de toda forma de conocimiento humano. Jorge Luis Borges alcanza esta experiencia de confusión y sorpresa mediante la continua ruptura de las categorías dadas de mito y logo, de literatura y ciencia, pero también de obra y autor.

Aceptar en esta ruptura la actitud de Borges, como desafío, es un trabajo que debe enfrentar la investigación literaria.