VIERNES Ť 2 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
ASTILLERO
Julio Hernández López
EL PRESIDENTE VICENTE Fox ha hecho un enigmático movimiento político con relación a las fuerzas armadas mexicanas. El miércoles, luego de la presentación de un programa oficial de gobierno (el correspondiente a los asuntos energéticos), decidió viajar de inmediato al Centro Nacional de Adiestramiento General Francisco Villa de la Secretaría de la Defensa Nacional, en el campo militar Santa Gertrudis, del municipio chihuahuense de Saucillo.
EL MOMENTO ESCOGIDO no permite pensar que se esté en presencia de una más de las ocurrencias del Ejecutivo federal: el Presidente ha decidido ir a uno de los sitios de elite del Ejército justamente cuando crecen las acusaciones contra algunos de sus miembros por actos relacionados con la guerra sucia y la corrupción. Tampoco puede suponerse carente de connotación el hecho de que el jefe del Estado mexicano haya ido a convivir con esos cuerpos castrenses entrenados en operaciones especiales, guerra irregular y tácticas de infantería. Llamativa es también la plena disposición presidencial de tiempo y ánimo para presenciar los ejercicios de fuego real en que participaron 7 mil 500 militares, entre oficiales y tropa, que combinaron morteros, granadas, Hummers, tanques, helicópteros y aviones de guerra F5 para demostrar el grado de avance bélico que tiene nuestro país.
LOS DETALLES DE esta sugerente visita fueron guardados con esmero por las fuentes informativas oficiales. Los Pinos emitió un soso comunicado de prensa, que incluso comenzó a circular en las redacciones de los diarios aun antes que el Presidente hubiera llegado al campo militar mencionado. Tampoco se dieron a conocer ni el tiempo total de la visita ni las actividades específicas; sólo se sabe que llegó el miércoles a mediodía a la base militar y que también estuvo allí el jueves, antes de ir a Mexicali a presenciar la toma de protesta de un nuevo gobernador. Tampoco había certeza del lugar donde habría dormido, aunque la versión corriente aseguraba que lo había hecho en la propia base militar. El gobernador del estado, el priísta Patricio Martínez, dijo haber sido enterado apenas el martes de la visita presidencial, a la que no fue invitado. Martínez dijo entender que por tratarse de un asunto netamente castrense no fuese necesaria la presencia del gobernador civil. Aparte de la descortesía política del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se debe recordar que Patricio es especialmente mal visto en Los Pinos no sólo por la guerra abierta que sostiene contra el contralor federal Francisco Barrio, sino por las punzantes denuncias que ha hecho de la desatención de Los Pinos respecto al atentado que sufrió meses atrás y que en un principio Fox consideró "un gol" del narcotráfico contra el gobierno federal, sin demostrar luego mayor interés en comprobar y sancionar esas presunciones.
LA MENCIONADA VISITA, pues, tuvo como objetivo explícito enaltecer el honor de un cuerpo de elite del Ejército Mexicano y ratificar, con una presencia prolongada y sin prisas, la vinculación y el compromiso entre el poder político civil y las fuerzas armadas institucionales. Ese propósito sería altamente plausible si no pudiese parecer una jugada política muy evidente de Los Pinos para tratar de apaciguar la creciente inquietud que hay en los mandos militares cuando menos por estas razones: por la persistente mala conducción del país, y por el constante golpeteo que esas fuerzas armadas sufren a causa, creen algunos de sus jefes, de la impericia gerencial que ocupa el poder político y de las guerras internas que algunos de los miembros del gabinete libran, usando el verde olivo como pretexto.
NO LES FALTA RAZON a quienes, en la elite castrense, han prendido focos rojos. Elementos del Ejército siguen estando en la primerísima línea de las sospechas judiciales en casos como el de Digna Ochoa y su secuela, que comprende entre otras cosas las amenazas hechas mediante escrito anónimo a cinco defensores de derechos humanos y que no deben menospreciarse sólo por tener pasajes especialmente grotescos y por tener una intencionalidad de señalar pistas de culpables que de tan obvia parecería natural descartar. Aun cuando ese fuese el efecto buscado por una de las facciones de los sótanos del poder (el señalar culpables entre una franja de poder que fuese incómoda a los promotores de estos actos de desestabilización) no deben perderse de vista los múltiples indicios -nunca investigados adecuadamente, mucho menos sancionados- de culpabilidad de elementos militares en actos profundamente violatorios de los derechos humanos en México. Más allá de las guerras internas, de los intereses de facciones, bandas o cárteles políticos, México requiere justicia plena en uno de los rubros más dolorosos de su historia, que es el de la represión institucional a los movimientos y los personajes que han impugnado y combatido al poder público.
IRONICO RESULTA, POR lo demás, que el presidente Fox se afane en mostrarse tan cercano e interesado en las fuerzas castrenses de elite cuando algunas de las cabezas de la hidra que es su propio gobierno han enderezado acusaciones judiciales graves contra destacados elementos militares. Primero fue el secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz, quien ha acusado a los acompañantes del procurador militar-civil, general Rafael Macedo de la Concha, de haber participado en actos de millonario daño al erario y de presumible beneficio personal. Aéreos, como los ejercicios que en Santa Gertrudis el Presidente contemplaba, eran también los ámbitos en los que esos militares realizaron, o aprobaron o consintieron compras tachadas de adulteración intencional. Con el almirante Wilfrido Robledo a la cabeza, esos militares habrían comprado helicópteros y otros vehículos y pertrechos a precios por encima de lo normal. De esa denuncia, hecha por un secretario, Gertz, al que en un primer momento pudo haberse considerado que se movía fuera del redil, se hizo eco quien gobernó el estado en el que el Presidente veía ayer a los grupos militares especiales desplegar ataques aire-tierra y terrestres: el contralor federal Francisco Barrio Terrazas.
ƑCUAL ES, EN FIN, el mensaje exacto que debe desprenderse de la operación especial realizada por el presidente Fox en el campo militar de Santa Gertrudis? Sólo el tiempo habrá de decirlo. Es de desearse que no vaya a ser el de la consolidación de alianzas por encima de la ley, el de la reafirmación de fueros, el de la construcción de una muralla que impida siquiera asomarse al mundo de la represión selectiva, de la violación sistemática de los derechos humanos y de la promoción, entrenamiento y protección de grupos paramilitares.
PRONTO HABRA DE saberse la respuesta a ese enigma, el de Santa Gertrudis. Por lo pronto, esta columna pasa a tomar su acostumbrado descanso semanal, deseando reencontrar a sus cómplices y compinches en estas mismas ondas de frecuencia modulada, no audibles, pero sí legibles...
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