jueves Ť 1Ɔ Ť noviembre Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
A volar, joven
Durante los últimos meses, el secretario de Comunicaciones, Pedro Cerisola, dijo que la ubicación del nuevo aeropuerto atendería a criterios "técnicos". Con ello quería subrayar que en la decisión final para escoger entre Tizayuca y Texcoco no pesarían los argumentos políticos, es decir, otros intereses que no fueran los estrictamente vinculados a consideraciones como la mecánica de suelos, las facilidades aeronáuticas y otros semejantes, valorados por un conjunto de expertos imparciales.
Sin embargo, aunque ésas eran las reglas del juego, los más directamente involucrados en la puja, los gobiernos de Hidalgo y el estado de México, no se quedaron esperando con los brazos cruzados y se lanzaron a una costosa campaña para difundir las ventajas de su propuesta de cara a la opinión pública. El concurso adquirió tonos de campaña y lenguaje de combate. Ambos contrataron a los mejores publicistas profesionales para vender su proyecto: hicieron lobby con diputados y senadores, adquirieron espacios en los medios tratando de convencer al público y, por esa vía, al gobierno, que por ley es quien tiene la última palabra. En breve, usaron recursos políticos para inclinar la balanza a su favor sin que nadie protestara por ello. Y eso que sabían que la decisión sería "técnica".
Para evitar especulaciones, a la Secretaría de Comunicaciones le habría bastado con someter los proyectos a la consideración de los expertos para arribar a una conclusión técnica. Pero esa manera de proceder hubiera parecido imcompatible con la retórica del gobierno "del cambio". Una vez más, éste prefirió seguir la pulsión populista que cree ver transparencia en los asuntos de Estado, así sean técnicos, cuando éstos se ventilan en la plaza a sabiendas de que la decisión final es un privilegio solitario del Presidente y algunos amigos más. Por eso, instituciones serias como la UNAM, convocadas a dar una opinión informada sobre el tema, cumplieron sin sacarle las castañas del fuego al buen gobierno que acabó con sus indecisiones por nublar todo el proceso.
El gobierno se empantanó en sus propias dudas, de manera que los famosos criterios "técnicos" pasaron a segundo plano y en el ambiente se impuso la sensación de que todo estaba arreglado para entregar el gran negocio del sexenio a un grupo de poder, cocinando así, en el entresuelo, una alianza estratégica por encima de ideologías o partidos.
Pero eso no es todo. El problema con las decisiones inspiradas en criterios técnicos como paradigma exclusivo suele ser que se olvidan de la gente, de los hombres y mujeres de carne y hueso, que no en balde son los que pagan los platos rotos.
Aún no se acababa de conocer la decisión oficial cuando ya estaba lista la expropiación de miles de hectáreas, en un gesto de abusiva precipitación oficial. Por supuesto que los interesados protestaron airadamente, sintiéndose traicionados y humillados por su propio gobierno, seguro beneficiario del superaeropuerto. En consecuencia, centenares de familias perdieron de un plumazo patrimonio y esperanza.
Pero si las quejas eran previsibles, también las respuestas. Ahora, desde el poder -político financiero- se repite la misma cantilena inmoral sobre el progreso inminente y la apertura de infinitas oportunidades de superación que no llegan nunca o han de pasar varias generaciones antes de recibir la luz del desarrollo. A pesar de los siete pesos por metro cuadrado que se les pretende pagar, el catecismo justificatorio es un cebo para las clases medias que no ven la suya: "Ƒpuede acaso detenerse el progreso por un puñado de miserables ejidatarios improductivos? ƑEs que no ven los afectados los beneficios que se obtendrán gracias a las inversiones masivas en municipios cuyo mejor destino es ser tragados por la ciudad? ƑPor qué se resisten a la generación de empleos? šQue les paguen un poco más y todos contentos!"
La bitácora de nuestro desarrollo nacional está llena de historias de modernización a las que siguen oleadas de pobreza, como resulta demostrable en algunas regiones rurales devastadas por el paso de ganaderos, talamontes, inversionistas agropecuarios y fraccionadores sin escrúpulos. O en las ciudades, donde el paso avasallador del cemento gracias a fabulosos negocios es causa de la urbanización anárquica y adolorida que todos los días lamentamos. La regla de oro es que los intereses privados se impongan sobre los derechos de la mayoría... justo en nombre del futuro.
No es consuelo para nadie, pero los ejidatarios de Texcoco y anexas ya no tendrán que estudiar en Marx el proceso de acumulación capitalista para comprender qué hay detrás del despojo de sus tierras que ley en mano se está realizando por estos dias. Saben, y por eso se resisten, que ninguna indemnización les devolverá la condición de campesinos que habrán perdido para siempre, eso sí, en nombre del progreso que muy pocos sentirán en carne propia. Nunca olvidarán tampoco que en este comienzo de siglo las aves suscitaron mayor debate y preocupación en amplios sectores de la opinión pública que el destino de sus comunidades. ƑAlguien puede creer todavía en la imparcialidad de las decisiones "técnicas" del supremo gobierno?