MIERCOLES Ť 31 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Por medio de talleres, figuras y más se enseña la tradición

La calaca... muestra divertida y con tecnología de punta en el Papalote

ARTURO CRUZ BARCENAS

"ƑQuién se muere?" Es la pregunta que hace Pablo Neruda. Se mueren los aburridos, los que no saben amar, los que no juegan, los que no se mueven, los enojones... los negativos. No es necesario que el corazón deje de latir; hay muertos en vida. Esto lo aprenden, entienden o llegan a percibir los visitantes -sobre todo niños- a la exposición La calaca, catrina y flaca, instalada desde el pasado 25 de octubre en el Papalote Museo del Niño.

El poema -enmarcado- del chileno está al final de la muestra, donde el rigor y la claridad conceptuales predominan. No es la muerte con sentido funerario o maligno, propio, por ejemplo, del halloween, o de la noche de brujas. Es el sincretismo de las creencias de los indios con las de los españoles; el Día de Muertos en México es una fiesta, por eso se les da de comer y beber, y se les canta y baila.

Esta exposición implica un recorrido alegre, divertido, con tecnología de punta y mucha imaginación, materia prima de este museo. Los infantes hacen fila para entrar, bajo la mirada atenta de las maestras y maestros. Algunos exclaman varios "šuy!", "šay, mamá!", que más bien pretenden llamar la atención, pues siguen adelante, emocionados.

Un camino de flores de cempasúchitl y velas los encamina, les señala la ruta hacia el Mictlán, al lugar de los muertos. No se asusten. Unos "cuates", como se llama aquí a los guías, explican que la muerte para los indígenas no era el fin. A los lados hay varias maquetas con alegorías populares, del México de los padres y abuelos de estos chaparros que ahora son ilustrados sobre la tradición.

Hay esqueletos que juegan a la rueda empujada con un alambre, el típico yo-yo, el tacón. Hay una serie de figuritas en las que los personajes, representaciones de personajes populares, comen dulces o llevan con orgullo sus globos, en medio de un ambiente de feria.

En un taller, los instructores enseñan a los pequeños a pintar una calavera; se les proporciona azúcar, alfeñique, amaranto, pintura y pinceles. Se llevan su obra, como un recuerdo que algunos dijeron van a poner en un "cuadrito". En otra área los niños cortan papel de china, crean los tradicionales tapetitos o papel picado, de tonos azul, morado, rojo, negro o blanco. Por si ya les dio hambre, ahí se les venden panecitos de muerto y calaveritas de azúcar y chocolate. A cinco pesos cada uno. Es el pan-teón.

Muerte de mucho mundo

En esta muestra han colaborado los maestros artesanos de Guanajuato, la familia Linares y la Fundación San Jerónimo, AC, más otras firmas privadas, para mostrarnos una muerte de mucho mundo, otra visión del otro mundo, como la de los egipcios, que colocan PAPALOTE 3fotografías, imágenes del difunto y alimentos para el alma.

Abundan las calaveras y advertencias a la Flaca: "Muerte, no empalagues", infaltables en las ofrendas. "Boda y mortaja, del cielo bajan." Se señala que nahuas y huaves visten a sus difuntos con las prendas que usaron cuando se casaron. Van de gala al hoyo.

Destaca el túnel que muestra imágenes en tercera dimensión de la celebración del Día de Muertos en Janitzio, Michoacán, que formó parte de la tercera sala del pabellón mexicano en la Expo Hannover 2000. Los chamacos, proclives a saciar sus curiosidad, aquí reciben un "šno tocar, por favor!", que es una ligera contraorden con lo que sucede en el resto del museo, donde se aprende tocando.

Se llora al hueso y hay fotos que muestran a mexicanos paseando por el cementerio, adornando las lápidas. Ya sin seso, la calaca es puro hueso. Las creencias dieron origen a leyendas, la más famosa es la de La Llorona, con su espantoso grito: "šAy, mis hijos!", que pone el cuero de gallina. Hay paredes en cuyas paredes caminan espectros, sombra de adultos y niños. Cada casa tiene su historia.

"Nada perdura en la Tierra/ ƑAcaso de verdad se vive en la Tierra?/ No para siempre en la Tierra; tan sólo un poco aquí". En el centro predomina una cabeza de piedra prehispánica mexica, representación de la deidad de la muerte, que pertenece al Museo Nacional de Antropología.

La entrada cuesta 10 pesos, pero lleve más, porque los chipotes piden muchas cosas extras. La exposición estará todo noviembre.