miercoles Ť 31 Ť octubre Ť 2001
José Steinsleger
Digna Ochoa
Mañana será el día de "todos los santos", que no me consta, y pasado el de los "fieles difuntos", como Digna Ochoa, que vivieron por algo. Todos morimos "de algo"; no todos "por algo". Morir de algo es morir. Morir por algo es lo que cuenta, si es que se muere.
A los que mueren de algo se los acompaña por última vez. A los que mueren por algo se les aplaude siempre porque se nos meten, nos animan, nos sacuden, nos empujan.
ƑMártires? Claro que sí. ƑEjemplo? También. Digna Ochoa y Plácido fue mártir porque fue testigo y ejemplo porque fue consciente. En la lucha por los derechos humanos no todos son mártires o aceptan ser testigos. Muchos se andan con vueltas y otros hacen carrera, sin faltar quienes los defienden a cambio de no soltar el micrófono.
Digna sabía que la integridad de las personas pende de un hilo de araña. Que hay pésames torcidos como el del empresario de pompas fúnebres. Que un solo ejemplo aislado de inteligencia y nobleza no es hermosura estéril. Que una moral indivisa es milagro mayor que el del agua trocada en vino. Que un puñado de levadura leuda la masa. Que la honradez es la forma más profunda del valor.
Mujer como pocas entre mujeres como hay muchas, Digna Ochoa timoneaba el Arca a través del Diluvio. Separó la muerte de la disolución, el cansancio de la deserción, lo que se deja sin hacer de lo que falta por hacer, y supo pasar por las llamas para dar voz a las voces desoídas de los que andan desunidos.
Nada caracteriza mejor la barbarie que una subversión de valores en que lo esencial pasa a ser secundario. Pero en medio del envilecimiento general bastará la presencia de una sola persona desinteresada para tejer la historia necesaria.
Los gloriosos no tienen necesidad de honores. Su modestia conoce la medida de su fuerza y caminan con la pausada, tranquila y soñolienta seguridad del león, haciendo erguirse a los mejores como el recién nacido esparce la felicidad en la casa.
Digna Ochoa fue una leona. No anheló ser la más valiente sino vivir sin claudicar. Ella fue lo creado pensándose a sí misma, engendrándose a sí misma, sin tregua.
El porvenir es un abismo que se abre ante nuestras propias narices. Cuando nada queda salvo el porvenir, no hay peor ciego... Pero veámosla. Ayer la derribaron y hoy está de pie.