MARTES Ť 30 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Teresa del Conde

La literatura y las artes

Entre el 18 y el 20 de octubre se realizó el sexto Encuentro Internacional de Escritores en Monterrey, auspiciado por el Consejo para la Cultura de Nuevo León, bajo la dirección de Carolina Farías Campero. Es la primera vez que asisto a este tipo de encuentros. El tema era sumamente propicio para conjugar puntos de vista y enfoques diversificados y encontré que los escritores, muchos de ellos profesores académicos, son más proclives a conversar, a intercambiar opiniones y a ''soltarse'', por decirlo de algún modo, que los especialistas con los que me ha tocado departir en los últimos congresos a los que he asistido, sea en esta ciudad o en el extranjero.

Participaron varias personas muy conocidas en cualquier tipo de ambientes, como José Agustín, Alvaro Uribe, Anamari Gomís, directora de Literatura del INBA; Alberto Ruy Sánchez, Felipe Garrido, Aline Petterson, David Martín del Campo, Jaime Moreno Villarreal, Juan Pellicer (sobrino del poeta y profesor de literatura en Oslo) entre los nacionales. Debo confesar que apenas si conocía yo a alguno de los extranjeros y eso más por referencias que de manera personal. Entre ellos estuvieron Luis Britto (Venezuela), Michael Abeyta (Estados Unidos), Poli Délano (Chile), cuya ponencia no me gustó nada, debido a que, creo, no la preparó como sí hicieron los demás pese a que trató uno de mis temas favoritos: el cine. También participó el artista plástico francés Hervé di Rosa que tiene un proyecto de exposición sumamente interesante.

La ponencia que más disfruté, la que a mi juicio logró mejor desarrollo, la más atractiva por su acción temática, correspondió a una escritora a quien no conocía más que de nombre, Enzia Verducchi, que versó sobre Muerte en Venecia, novela de Thomas Mann, y la inolvidable película de Lucchino Visconti. En este caso, no en otros, se da una equivalencia estética entre la narración y su versión en imágenes, correspondiendo, como es natural, a dos tipos completamente distintos de discurso.

El mérito de la pieza presentada por esta joven escritora mexicana consistió -desde mi punto de vista- en alternar esas dos visiones y en establecer los nexos que existieron entre el escritor y el cineasta, toda vez que se conocieron, se trataron y pudieron entenderse al parecer bastante bien. Surgieron desde luego los modelos para los personajes, el que inspira a Tadzio, o el que fue traspuesto al escritor Gustav von Aschenbach que viaja a Venecia para encontrar que la sola contemplación de la belleza puede desatar tal intensidad que provoca la muerte (independientemente de la epidemia de cólera que según la trama tiene lugar en 1913). ƑQuién no recuerda a Dirk Bogarde en esa excelente caracterización?, a lo que se sumaron las remanencias de Mahler, cuyo adaggietto casi se podía escuchar mientras la conferencista hablaba.

Hay ocasiones en las que el director de cine no tiene problemas para adaptar una novela, y así sucedió, según José Agustín, con John Huston cuando llevó al cine El halcón maltés, de Dashiell Hammet. Con donaire, este ponente recordó a quienes lo escuchamos las peripecias por las que transcurrió la filmación de El apando, cinta basada en el libro de José Revueltas, cuyo guión es de su autoría.

El venezolano José Balsa se refirió sesgadamente a los acontecimientos que tan perplejos y apesadumbrados nos tienen a todos, al recordar a Enrique Vila Matas, a quien se deben las siguientes palabras: ''El orgullo del escritor de hoy tiene que enfrentarse a los emisarios de la nada''. Balsa aseveró que la escritura puede salvar a un ser humano hasta de lo imposible, ojalá así sea en esta época en la que el dinero, el poder, la banalidad, el fundamentalismo campean, porque ''la nada es ubicua'', afirmó.

Sólo dos fallas detecté al encuentro. En Monterrey hay tres universidades con departamento de letras y filosofía de primer nivel. Pero el público estudiantil casi brilló por su ausencia. La otra situación fue la carencia de prensa que difundiera la importancia del acontecimiento, efectuado en el Museo de las Artes del Parque Fundidora, sede actual de la Bienal de Monterrey, que se encontraba en la fase final del proceso de montaje durante esos días.