En noviembre de 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el valor y dignidad del niño como persona humana y la necesidad de otorgarle la debida protección para su crecimiento y desarrollo. Treinta años más tarde, aprobó un nuevo instrumento de derechos humanos de los niños, pero esta vez con el carácter de convención de derecho, con poder vinculante y obligatorio cumplimiento para los Estados ratificantes. Este documento es el instrumento de derechos humanos más ratificado de la historia y vino a reiterar la legitimidad de los derechos humanos de los niños. Ahora son reconocidos como seres humanos con igual dignidad que los adultos. Hasta entonces, los niños eran materia reservada a la jurisdicción familiar, no sujetos de derechos humanos, ni materia de interés para la comunidad internacional. Igualmente se reconoce el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. La idea es asegurar que ningún niño sea privado de esos servicios sanitarios. Respecto al derecho al medio ambiente, éste fue proclamado como derecho del hombre en la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas de Estocolmo, en junio de 1972. Esta declaración se califica como la base del derecho internacional del ambiente y la base conceptual de las legislaciones nacionales sobre dicho tema. La declaración reconoció el derecho a la vida en un medio cuya calidad permita vivir en la dignidad y donde el bienestar es un derecho fundamental del hombre. Proclamó que un medio ambiente de calidad satisfactoria era indispensable para que el hombre pueda disfrutar de sus derechos fundamentales. Pero aunque la relación salud-ambiente parece hoy evidente, la realidad nos muestra los graves problemas que existen para que los infantes gocen de buena salud, ambiente sano y calidad de vida adecuada. Un ejemplo de las carencias que padecemos en esos aspectos lo tenemos en los plaguicidas. Los plaguicidas y los niños Los niños representan un grupo muy vulnerable a dichas sustancias, pues sus órganos y sistemas metabólicos, enzimáticos, endocrino e inmune se encuentran en desarrollo y maduración; los efectos adversos en la población infantil expuesta son muy variados. Cifras como un billón de libras de plaguicidas aplicados cada año en Estados Unidas deben hacernos reflexionar aquí en México. La OMS estima que más de 300 millones de casos clínicos cada año son atribuibles a moscos: encefalitis viral, dengue, fiebre amarilla, paludismo, filariasis, encefalitis equina hacen necesario el uso racional y controlado de agroquímicos, planeado de acuerdo al ciclo de vida del mosquito y no aplicado en forma indiscriminada. Si bien en Estados Unidos se estima que en 1995 79 mil niños presentaron diversas reacciones adversas a la exposición de plaguicidas, en México no se tiene documentado el problema, pero se puede tener la certeza de que el creciente uso de tales sustancias en nuestro país para fines de producción de alimentos, control de plagas y otros propósitos ha mostrado en paralelo daños al ambiente, a la salud humana y animal. Lo mismo mueren o enferman agricultores que ganado, peces, patos o fauna salvaje. ¿Cuántos niños en Sinaloa, Sonora, Michoacán o el sureste de México presentan en este momento conjuntivitis o faringitis por el contacto de dióxido de azufre, problemas respiratorios por paraquat o destilados del petróleo, perdida de uñas o cabello por arsenicales inorgánicos, o ataxia, convulsiones, confusión mental por organoclorados o bien organofosforados? ¿Cuántos cuadros diarreicos en niños se dictaminan como "no explicados" cuando ellos se han mantenido en contacto con insecticidas carbonatos, arsenicales, órganofosforados que también inducen trastornos del ritmo cardiaco y disnea por espasmo bronquial, o insuficiencia renal por cloratos o paraquat? Lilia Albert alerta cómo, por la naturaleza insidiosa y ambigua de estos efectos, suele ocurrir que la comunidad cercana a una planta contaminadora esté expuesta por varios años, resintiendo y "acostumbrándose" a molestias aparentemente leves como dolores de cabeza, garganta o estómago, insomnio, cambios carácter. Esto continúa hasta que algún acontecimiento inesperado saca el problema a la luz pública. Así ocurrió hace unos treinta años con Cromatos de México, planta industrial ubicada en Tultitlán; algo similar pasó después en Ciudad Juárez, con las emisiones de la fundidora de Asarco, situada al otro lado de la frontera, y lo mismo sucede en Torreón, con las emisiones de la metalúrgica Peñoles. A pesar de que en estos casos existe una fuente confirmada de la sustancia o sustancias responsables del daño (cromo en Tultitlán, plomo en Juárez y plomo, arsénico y cadmio en Torreón) y de que en la literatura existen pruebas más que suficientes de sus efectos negativos, la respuesta oficial suele ser la misma: no hay pruebas de que la industria sea la emisora de la sustancia, de que ésta sea dañina o de que exista un daño en la comunidad. Cuando de algún modo los afectados obtienen pruebas de la contaminación ambiental o del daño a la salud, la respuesta oficial cambia: los datos no son suficientes, no son adecuados o, de plano, no sirven porque no se obtuvieron siguiendo una metodología específica que, de entrada, es conocida sólo por la autoridad. ¿Cuántos daños hepáticos no percibidos o problemas hematológicos graves existen en el niño? No lo sé a ciencia cierta. La doctora Albert en forma particular me ha mencionado respecto a los plaguicidas: pueden ser 10, 50 o 100 mil toneladas al año las que se aplican y crean diversos problemas. Eso es una realidad, como lo es también la carencia de una política pública sobre sustancias tóxicas en general y, por supuesto, plaguicidas en particular. El valle del Yaqui es una de las principales regiones agrícolas por su extensión y alto nivel productivo. Sin embargo, para lograr estos rendimientos es indispensable el uso de plaguicidas que causan daños al hombre expuesto constantemente a ellos a través del ambiente o alimentos. En estudios de leche materna se detectó contaminación por compuestos organoclorados en concentraciones por arriba del límite permisible. En la región, un gran número de mujeres embarazadas se encuentran expuestas a los plaguicidas, por lo que se puede producir el paso de estas sustancias al feto, con el riesgo de posibles efectos indeseables. También, el uso de plaguicidas en la horticultura en Yucatán causa problemas al ser humano y al ambiente, algo que igualmente ocurre con otros cultivos en el resto del país. El uso de los plaguicidas ha traído tanto beneficios como daños. Como resultado de las crecientes necesidades económicas de los países para lograr un mayor rendimiento en la agricultura y para asegurar la protección de la salud humana y animal, se han producido más de 2 mil 500 variedades distintas de compuesto químicos con propiedades plaguicidas que son un grave problema debido a que presentan actividad tóxica y a que algunos se acumulan en el ambiente. Cabe señalar que en cuanto a accidentes químicos, México sobresale entre todos los de una economía similar; por ejemplo, nueve de los 55 accidentes químicos más graves sucedidos en el mundo (incluyendo los muy sonados de Seveso, Bhopal y Chernobyl) han ocurrido en México. En 1993, la frecuencia de estos accidentes en el país era de uno cada 18 meses. Basta con leer cualquier periódico nacional para convencerse de que en años recientes esta frecuencia ha aumentado a pesar de que, por lo común, en la prensa sólo aparecen los accidentes muy graves, como lo señala Lilia Albert en La Jornada Ecológica de abril del 2001. En los últimos años se ha agregado una nueva gran preocupación en materia ambiental: se trata de los posibles efectos aún desconocidos de las aplicaciones de la biotecnología, especialmente los resultados de los desarrollos científico-tecnológicos con ADN recombinado en plantas, animales o humanos, como el caso de ciertas vacunas. La preocupación es particularmente importante desde el punto de vista de salud, por cuanto la presencia en el ambiente de productos biotecnológicos pueden tener insospechadas consecuencias en la salud individual y colectiva. Es un área en la cual la relación entre salud-ambiente-bienestar es crucial. Con base en criterios que respeten esta relación, deberán determinarse las normas que regulen estos aspectos. Se trata, sin duda, de una materia altamente compleja y controvertida en la que lo normativo deberá jugar un papel esencial en la protección de la salud. Mientras esto ocurre, cabe recordar cómo cada año en América Latina más de 250 mil niños mueren antes de los cinco años por enfermedades que podrían prevenirse fácilmente. Estas muertes ocurren principalmente por diarrea, neumonía, desnutrición y otras enfermedades evitables por vacunación. Estas enfermedades son también la causa de 60 a 80 por ciento de las consultas pediátricas en los servicios de salud y de 40 a 50 por ciento de las hospitalizaciones de niños menores de cinco años. La meta para el 2002 es evitar 100 mil de esas muertes a través de la atención integral de las enfermedades prevalentes de la infancia. Estamos seguros que se lograría más si logramos convencer a quien corresponda que un ambiente sano es mejor. Alternativas de solución Problemas que llevan décadas bien pueden aminorarse y resolverse en México si: a) Se establece una política de coordinación que vincule el trinomio desarrollo-salud-ambiente. b) Se crea una política que "favorezca la cooperación y acercamiento" entre la Secretaría de Salud y otras secretarías para satisfacer las necesidades de salud generadas por las alteraciones ambientales. c) Se elabora una estrategia de participación de hombres de ciencia y humanistas que demuestren interés en la solución del problema, así como aptitudes técnicas y éticas para su abordaje. d) Se incluye a los grupos ambientales de la sociedad civil en la recolección de información, la educación y el cabildeo, favoreciendo la salud ambiental. e) Se hace un abordaje comunitario para contribuir a resolver estos problemas. De lo anterior se desprenden líneas prioritarias. Menciono algunas que todavía no existen: a) Diseñar y aplicar una estrategia de comunicación de riesgos a la salud tanto para disminuir daños como para obtener el apoyo comunitario. b) Apoyar y financiar enérgicamente el fortalecimiento de instituciones de investigación en salud y ambiente. c) Apoyar la formación de recursos humanos en salud ambiental. d) Generar una red de información en toxicología. e) Establecer un sistema de vigilancia en salud ambiental. f) Vincular los criterios de salud a la normatividad sobre aguas residuales, municipales e industriales, plaguicidas y desechos industriales tóxicos. g) A partir de la información obtenida ya existente y la nueva obtenida, elaborar un atlas de riesgos de salud y ambiente en México. h) Realizar un vigoroso esfuerzo de actualización legislativa ambiental. |