lunes Ť 29 Ť octubre Ť 2001
Iván Restrepo
Los daños que causan ciertas flores
Uno de los cultivos en el que se aplican más productos químicos es el de las flores. A medida que la industria agroquímica ha hecho más sofisticadas las fórmulas destinadas a combatir las plagas que afectan a las flores, el sector público sufre parálisis en la tarea de evitar daños a quienes se dedican a esta actividad. En Colombia, México y Ecuador -por citar tres países del área- con tal de obtener una flor que sea aceptada en el mercado internacional las empresas productoras hacen uso creciente e irracional de diversos compuestos químicos que afectan negativamente la salud de los trabajadores de dichas negociaciones, la mayoría de los cuales no observa las normas mínimas de seguridad recomendadas.
Los daños a la salud que ocasiona el contacto directo con dichas sustancias están documentados en todo el mundo, y muy especialmente las más afectadas son las mujeres, mano de obra preferida en los cultivos citados. Algunas investigaciones muestran las alteraciones que sufren ellas y sus hijos. Un ejemplo de esta situación la expusimos aquí recientemente, al denunciar lo que sucede en el Valle de Tenancingo, estado de México, donde miles de familias viven expuestas diariamente al efecto de los plaguicidas, a ciencia y paciencia de las autoridades. Pese a los abortos y a bebés con malformaciones nada las mueve a tomar medidas radicales para acabar con las irregularidades.
En la belleza de una flor adquirida en el mercado internacional se esconde una política de explotación laboral y de negación a los mínimos derechos de hombres y mujeres. Una forma de ilustrar dicha situación la tenemos en Africa, donde el jornal de una mujer ocupada en el sector exportador de flores asciende a dos dólares, menos de lo que cuesta una rosa en Berlín, París o Londres. Estudios recientes muestran los mismos problemas en la salud de esas mujeres y de sus hijos que los documentados en México, lo cual ha despertado la condena de organizaciones defensoras de los derechos humanos y de los que abogan por un mercado de productos libre de sustancias contaminantes o que afecten la salud.
Dos de esas organizaciones: Pan para el Mundo, con sede en Alemania, y la francesa Terre des Homes, comenzaron hace diez años una campaña que busca poner un sello de calidad a las flores que se importan a Europa. Dicho sello garantiza al comprador de una rosa, un clavel o una orquídea: que provienen de una empresa que paga salarios decorosos a sus trabajadores, que éstos se encuentran organizados en sindicatos que no tienen fachada patronal, que no emplea niños en los sitios de cultivos ni utiliza irracionalmente agroquímicos altamente tóxicos, y que asegura los niveles de control requeridos en el campo sanitario para todos los trabajadores con el fin de disminuir riesgos en su salud y en la de sus familias.
En un mundo en el que el consumismo y la publicidad marcan el camino a los grupos sociales con posibilidades de compra, la campaña de esas dos organizaciones europeas se abre paso poco a poco, sumando el apoyo de sindicatos y grupos defensores del ambiente.
Más de 50 poderosas empresas exportadoras con sede en Kenia, Zimbabwe y Ecuador hacen parte del sello de calidad: redujeron el uso de plaguicidas, pagan salarios decorosos, otorgan vacaciones pagadas por concepto de maternidad (tres meses) y prohiben el ingreso de los trabajadores a los invernaderos (por 24 horas) cada vez que hay aplicación de agroquímicos a fin de evitar intoxicaciones agudas y crónicas.
En nuestro país, lamentablemente, no existen programas para mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres y los hombres del sector florícola. Privan allí salarios bajos, cero organización laboral, nula presencia oficial que evite daños a la salud y al medio. Si las organizaciones civiles que defienden los derechos humanos sumaran esfuerzos con quienes se preocupan por lograr un ambiente menos contaminado, despertarían la conciencia ciudadana, suficiente para obligar a las citadas empresas a un cambio radical en sus prácticas agrícolas y laborales y a que las autoridades las obliguen a cumplir con la ley... comenzando por el titular de la Secretaría de Agricultura, quien ocupa a menores en su rancho, a ciencia y paciencia del señor Abascal, por ejemplo